"(...) El estudio anual sobre actitudes sociales en Reino Unido,
publicado esta semana, revelaba el rechazo popular a la austeridad. Por
primera vez desde la crisis financiera de finales de la década pasada,
más británicos (48%) quieren que suban los impuestos para permitir mayor
gasto público que aquellos (44%) que quieren que los niveles
impositivos y de gasto permanezcan como están.
En 2010, cuando llegaron
los conservadores al poder después de la crisis, solo el 32% quería mas
impuestos y más gasto. Hoy, el 83% considera que el Gobierno debería
gastar más o mucho más en sanidad, el 71% en educación y el 57% en la
policía.
“Después de siete años de austeridad, la opinión pública muestras signos
de una vuelta a posturas en favor de más impuestos y gasto y una mayor
redistribución de la riqueza”, explica Roger Harding, director del
estudio. “También encontramos que las actitudes hacia aquellos que
reciben ayudas del Estado se están suavizando”. (...)
Pero lo cierto es que, ya hace un año, cuando tomó las
riendas de un país en estado de shock, May intuyó que los límites de la
austeridad se habían alcanzado. En sus primeros discursos defendió un
conservadurismo para la clase trabajadora y un Estado intervencionista.
“No creemos en el mercado libre sin límites”, dijo, “rechazamos el culto
al individualismo egoísta”.
Fue una postura retórica: el discurso no estuvo sustentado
en hechos concretos. Pero, a la vuelta de Semana Santa, May decidió
adelantar las elecciones dispuesta a levantar su hegemonía sobre las
cenizas del populista UKIP y el supuestamente suicida viraje laborista a
la izquierda. Fracasó estrepitosamente. El mayismo murió antes de nacer. Y el vacío ideológico en el conservadurismo, combinado con un liderazgo débil, ha levantado el tabú.
Reino Unido ha sido un laboratorio de jibarización del
Estado desde que Margaret Thatcher llegó al poder en 1979. Gobiernos
conservadores y también del Nuevo Laborismo han seguido con las
privatizaciones, la desregulación y la reducción del “Estado niñera”, en
palabras de la propia dama de hierro, construido por el laborismo de
posguerra.
Pero hoy el tema se ha vuelto a convertir en el centro de la
batalla ideológica entre un partido conservador debilitado y una
oposición laborista crecida. "La primera ministra encontró mil millones
de libras para mantener su propio trabajo, ¿por qué no encuentra el
mismo dinero para mantener a las enfermeras y los profesores en el
suyo?", dijo el miércoles en el Parlamento el líder laborista, Jeremy
Corbyn, en referencia a la millonaria inversión extra en Irlanda del
Norte que May compremetió a cambio del apoyo del DUP norirlandés a su
Gobierno en minoría.
Corbyn ha roto el consenso neoliberal de los últimos 30 años
y resulta que el público, sobre todo el más joven, ha respondido.
Cosechó un resultado histórico: diez puntos más que en 2010 e incluso
cinco más que en 2005, cuando Blair ganó sus terceras elecciones.
“Los votantes están al fin cansados de la austeridad, el
racionamiento, la subcontratación y la tacañería”, opina Jonathan Eley,
columnista del liberal Financial Times. “Siete años de restricción del gasto están empezando a manifestarse en la calidad de algunos servicios públicos”.
Pero si algo simboliza trágicamente el rechazo a la contención presupuestaria, es la torre Grenfell.
Tras la crisis de 2008, los presupuestos de los ministerios han sido
recortados en una media superior al 20%. El tijeretazo ha superado el
50% en la financiación a las administraciones locales, responsables de
la vivienda social.
Al escarbar en las cenizas de la torre emerge un
Estado que suelta lastre derivando al sector privado la política de
vivienda, una desregulación que permite escatimar en seguridad para
ahorrar unas pocas libras y, al fin, una sociedad herida por unas
profundas desigualdades acrecentadas por una deficiente redistribución
de la riqueza.
Mientras presidían la histórica retirada del Estado, los conservadores
prometían “una hoguera de las regulaciones”. “Bien”, escribió el
columnista de The Guardian Jonathan Freedman después del incendio de la torre, “pues aquí tienen su hoguera”. (
Pablo Guimón , El País, 08/07/17)
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