15.11.17

Una de las causas de la victoria de Trump fue el voto de los perdedores de la globalización en los Estados del llamado “cinturón del óxido”... Tiene un 40% de electorado fiel. Es una minoría organizada que odia a los medios de comunicación generales y que actúa como eco de sus proclamas...

"(...) Una de las causas de la presencia de Trump en la Casa Blanca fue el voto de los perdedores de la globalización en los Estados del llamado “cinturón del óxido” en el medio este del país, aquella zona que un día fue el corazón de la industria pesada.

 Allí es donde un trabajador le comenta que el trabajo de un persona es la última línea de defensa contra los peligros de la vida. Antes, los empleos industriales eran buenos empleos, el obrero estaba protegido por el sindicato, podía vivir una vida confortable, una vida de clase media.

En muchos sitios ello ha desaparecido y los nuevos empleos, si existen, no ofrecen ni salarios decentes ni los beneficios de los antiguos.

Esta no es la única explicación sobre Trump, pero sí una de las más potentes."              ( , El País, 13/11/17)  


"(...)   Los tiempos en que el dinero corría a raudales y el pueblo tenía hospital, hotel, colegio y hasta bailes de domingo. 

Es el recuerdo de un sueño que lleva décadas en declive y que Gladys, blanca y republicana, está convencida que sólo un hombre providencial puede salvar: el presidente Donald J. Trump.
  • ¿Por qué?
  • Porque es el único que quiere cambiar lo que hay.
Gladys se ríe con sus ojos azules. Hace un año votó por el magnate y ahora volvería a hacerlo. “No lo dude”, remacha. Nieta del fundador de Lebanon y testigo de la Gran Depresión, sus vecinos la reverencian. (...)

Por eso causó conmoción el día en que dejó de beber Pepsi-Cola. (...)

Durante décadas, ella se tomaba una lata al día. Pero hace un mes se pasó a la Coca-Cola. ¿Motivo? Apoyar a su presidente. Fue un acto mínimo pero revelador. Pepsi es la patrocinadora de la NFL, la gran liga de fútbol americano contra la que ha estallado Trump.

 Muchos de sus jugadores negros, durante el himno, en vez de escucharlo de pie se arrodillan en señal de protesta por los abusos raciales. Para Trump, el gesto es un ultraje a la patria. Para la anciana, también. “No hay derecho”, clama.

Esa es Gladys. Así es Lebanon. Un bastión conservador. No se trata de algo sorprendente en Kansas.(...)
 En su día, los análisis enloquecieron con el vuelco conseguido en Wisconsin, Pensilvania y Michigan, tres pequeños estados que por solo 77.759 votos cambiaron de signo y le hicieron presidente. La tesis era que el republicano, pese a tener 2,8 millones de papeletas menos que Clinton, había ganado con un golpe quirúrgico en el decrépito cinturón industrial. Era una verdad a medias. Ese apoyo fue necesario, pero no suficiente.
 Detrás del triunfo había otro factor. De mayor volumen y cuya profundidad muchos olvidan. El outsider neoyorquino se había ganado la fidelidad de una gigantesca base conservadora. Un logro que le permitió arrasar en pueblos como Lebanon donde Dios, Patria y Familia son pilares existenciales.

No era poco para un showman catódico y gritón, dos veces divorciado y bien conocido por su falta de fervor religioso y su presencia en las bacanales de la legendaria discoteca Studio 54.

 Para conseguirlo, la crisálida eligió un vicepresidente de religiosidad absoluta y emprendió una mutación compleja, en la que dio rienda suelta al nacionalismo y mostró pocos escrúpulos con sus creencias pasadas, entre ellas el aborto. La metamorfosis trajo consigo un Trump tan adorado por los ultras como odiado por los demócratas. La fractura le dio el triunfo.

“Trump ha abandonado la tradición presidencial de reconciliar a los americanos. Como en campaña, vive bajo el lema divide y conquista. Su única meta ahora es mantener a su base contenta”, explica el profesor Larry Sabato, director del Centro para la Política, de la Universidad de Virginia.

“Su retórica popular-nacionalista ha cautivado a un núcleo electoral fuerte, un 40% que le vota sin dudar”, señala Andrew Lakoff, profesor de la Universidad de California Sur.

La fórmula ha funcionado. Hasta el momento han fallado aquellos que anticiparon un rápido deterioro. Ni la trama rusa ni su fracaso con el Obamacare ni sus delirios tuiteros le han desgastado. Las encuestas muestran que tras nueve meses de mandato mantiene intacta su base entre los votantes registrados.

Que en grandes ciudades como Nueva York Los Ángeles o Miami, las mayorías siguen asustadas y los ánimos encrespados, pero que en la distancia, en esa América profunda que se extiende por llanuras y valles interminables, el miedo de las urbes llega amortiguado, rodando por la ladera de la indiferencia.

– Trump es más americano que nadie, como este pueblo. (...)

Para este granjero y soldador, hay pocas dudas de por qué volvería a votar a Trump. “Es nuestra salvación. Él pone a América primero. Ya está bien con eso de la globalización y de eliminar fronteras. Por algo hay países. ¡Y yo quiero al mío!”, exclama. (...)

En la librería, la nieve se observa desde cristales rectangulares. (...)

Lo dirigen las treintañeras Sherelle y Kareena. Están casadas y tienen hijos pequeños. Admiten que les falta clientela, y que en un pueblo con una edad media de 51 años, lo que más se lee son novelas misterio y algunas del Oeste. Cuando se les pregunta si aquello no les aburre, se ríen y contestan que nunca les falta cosas que hacer. “Este es un buen lugar para ser cristiano”, dicen.

Para ellas, devotas de un dios que se derrama por todas partes, Trump es una garantía. “Ojalá dure mucho. Ama este país y protegerá mis valores, no va a permitir el aborto”, explica Sherelle.

- ¿Y no le parecen excesivos sus tuits y sus insultos?

- Para nada. Me gustan porque muestran que es un hombre que dice lo que piensa, que no tiene miedo a que le critiquen por decir la verdad.

Trump ha calado. Da igual que le acusen de mentiroso y demagógico. Poco importa el pulso nuclear o el muro con México. Más allá del odio que suscita entre los progresistas, el presidente ha establecido una conexión eléctrica con sus votantes. Y la explota a diario. Su Twitter (41,7 millones de seguidores) y sus alharacas televisivas no van dirigidas a las élites universitarias ni a los exquisitos urbanitas de la Costa Este.

 Él es consciente de que perdió en todas las ciudades de más de 100.000 habitantes y que su fortaleza son los pequeños pueblos, esa América rural, blanca y pobre donde casi duplicó en voto a su adversaria. (...)

Donald Trump volvería a ganar hoy las elecciones. Un año después de su victoria, el presidente mantiene casi intacto el apoyo de sus bases. Instalado en la excepcionalidad, lejos de abandonar la estrategia polarizadora que le dio la Casa Blanca, ha ahondado la fractura social para mantener activo su voto.

El resultado es devastador. El 70% considera, según una encuesta de The Washington Post, que EEUU vive una división similar a la que generó la Guerra de Vietnam. Y otro tanto cree que su Administración es “disfuncional”. Todo ello redunda en una valoración por debajo del 40%, la peor de un presidente a estas alturas de mandato.

Pero este desgaste no implica que haya perdido el favor de las bases. La mayoría de las encuestas se elaboran, según Larry Sabato, director del Centro para la Política de la Universidad de Virginia, sobre población general, pero a efectos electorales, únicamente pesan los votantes registrados. Y en ese punto, Trump sigue incólume. Solo, rodeado de enemigos, pero poderoso.

“Tiene un 40% de electorado fiel. Es una minoría organizada que odia a los medios de comunicación generales y que actúa como eco de las proclamas de reafirmación ideológica de Trump”, detalla el profesor Andrew Lakoff, de la Universidad de California Sur.

Este fondo rocoso se ha mostrado extremadamente sólido en los nueve meses de mandato. A ello ha ayudado una economía en auge y una tasa de desempleo del 4,1%, la más baja desde 2000. Esa baza supone un trampolín para la gran ambición de Trump: presentarse otra vez. “Entrar en la Casa Blanca fue lo difícil. Si la economía sigue bien, será muy complicado de derrotarle en 2020”, vaticina Sabato.

“Desgraciadamente”, indica Lakoff, “tiene posibilidades de ser reelegido. El colegio electoral hace posible ganar con una minoría del voto. Y si es capaz de mantener su fuerza en el Medio Oeste y Florida, puede lograrlo”. Trump, de momento, sigue ganando."                ( , El País, 07/11/17)

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