"Antes de la gran crisis financiera de 2007 era raro escuchar hablar de
capitalismo. El sistema social y económico existente en el mundo era considerado por la ideología dominante el resultado de un proceso natural.
Si en alguna
ocasión se hablaba de capitalismo era sólo para indicar que se trataba
de un sistema ganador, un esquema de relaciones sociales que había
triunfado sobre todos los demás (como lo demostraba el
colapso del comunismo en la Unión Soviética). Hoy las cosas han cambiado.
A
partir de la debacle de 2007 y del fracaso de la política
macroeconómica para superar sus efectos negativos, hablar de capitalismo
y de su evolución es algo común. Los reveses que sufre el capitalismo
son múltiples y se necesita estar ciego para no percibirlos.
El primer fracaso se sitúa en el plano del crecimiento. Los economistas del establishment piensan que a raíz de la crisis estamos frente a un proceso de lento crecimiento o
estancamiento secular. Pero lo cierto es que la tasa de expansión del capitalismo global ha venido disminuyendo desde hace más de 45 años.(...)
El segundo frente en el que fracasa el capitalismo se relaciona con
la política económica. Es cierto que en las décadas de la posguerra la
mezcla de política macroeconómica dio buenos resultados, pero hoy la
política económica no es capaz de sacar a la economía mundial del
entumecimiento.
La política monetaria explora nuevos territorios
mediante la inyección desorbitada de liquidez al sistema financiero,
pero el efecto sobre la economía real ha sido muy débil o nulo (como en
Japón durante los pasados dos decenios). Por su parte, la política
fiscal no ha podido escapar del terrible dilema que le ha impuesto el
sistema financiero global: si el Estado no disciplina sus finanzas, el
mercado de capitales le castigará.
El tercer fracaso se relaciona
con la única fuente de legitimidad social y política que tenía el
capitalismo, a saber, su capacidad de mejorar el bienestar de las
grandes masas de la población.
Ese resultado no sólo depende de la
acumulación continua de capital (hoy debilitada), sino de la
redistribución de los logros económicos entre la población. Entre 1945 y
1975 el capitalismo desarrollado pudo elevar el nivel de vida promedio
de la población. Sin embargo, desde 1973 el crecimiento de los salarios
se estancó y el aspecto redistributivo del régimen de acumulación se
transformó radicalmente. (...)
Las siguientes décadas estuvieron marcadas por una desigualdad
creciente y la transferencia de recursos desde las clases más bajas
hasta los más privilegiados de la pirámide social.
El cuarto
frente en el que el capitalismo ha fracasado es quizás el más
importante. La red de instituciones que proporcionan estabilidad al
capitalismo es compleja y desempeña muchas funciones.
Pero quizás el
apoyo decisivo lo recibe de la idea de que capitalismo, democracia y
libertad son criaturas que nacieron en el mismo nido. La verdad es que
en ocasiones el capitalismo no ha tenido más remedio que respetar el
sistema democrático, pero cuando se ha sentido fuerte ha escogido el
camino de la violencia y la represión. Ese fue el destino de Allende y
de Mossadegh.
A veces al capital le ha resultado costoso agachar
la cabeza y aceptar esquemas de redistribución y garantías de mayor
seguridad social y libertad de asociación para la clase trabajadora.
Por
eso de la Gran Depresión emerge el estado de bienestar. No fue una
concesión graciosa de la clase capitalista. Pero una vez que el capital
recuperó sus fuerzas, la democracia pasó a segundo plano. Las decisiones
políticas se toman ahora por las élites de las corporaciones, bancos y
otros agentes de los mercados financieros. (...)
Por la vía electoral no se puede cambiar la desigualdad o alcanzar un
nuevo estado de bienestar. Las elecciones son el camuflaje perfecto
para disfrazar la explotación y degradar a los ciudadanos al nivel de
simples consumidores (aunque cada vez con menor poder de compra).
El
triunfo enfermo del capitalismo reside en haber eliminado a la
oposición para mantener operando un sistema disfuncional y a todas luces
injusto. Pero ese éxito marca al mismo tiempo el principio del
crepúsculo. Si alguna vez lo fue, hoy el capitalismo ha dejado de ser el
soporte de una sociedad democrática, justa y estable." (Alejandro Nadal, Jornada, 22/11/17)
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