"¿Deberían dejarse la piel los demócratas infundiendo energías a un
“electorado en ascenso” de mujeres, negros, latinos, asiáticos,
inmigrantes, personas LGBTQ y votantes jóvenes que se han puesto en
marcha? ¿O bien deberían los demócratas dedicarse por completo a
reconstruir su reputación hecha añicos como Partido de Roosevelt que se
preocupa por la clase trabajadora blanca?
Mucho han escrito los
defensores de ambos puntos de vista, y muchos de estos artículos y
alocuciones han dicho cosas ciertas prescindiendo unos de otros.
Así
por ejemplo, los defensores de la nueva coalición arco iris, de
mayorías-minorías sostienen que los votantes blancos de clase
trabajadora son unos privilegiados respecto a la gente de color, y que
los progresistas pueden triunfar sin ellos, sin llegar a compromisos
sobre raza, género, inmigración e inclusión para halagar a una clase
trabajadora blanca consentida.
Por el contrario, los adalides
de la clase trabajadora blanca señalan que la clase trabajadora blanca
puede ser una parte en declive del electorado, pero que se distribuye
geográficamente, ay, con gran eficiencia.
Estos votantes,
definidos como electores sin educación universitaria, ascienden a un 34 %
del electorado nacional, pero constituyen más del 50% en todo los
estados del Medio Oeste, en más del 60% de todo el estado en Indiana,
Iowa, Ohio, Misuri y Wisconsin, y más del 80 % en condados clave del
oeste de Pennsylvania, de Michigan, Ohio y Wisconsin.
¿No se nos
enciende una luz al oír mencionar esos estados? Son, por supuesto, los
estados donde el apoyo demócrata ha ido derrumbándose, y donde Hillary
Clinton perdió las elecciones.
Los partidarios del No Olvidemos a
la Clase Trabajadora Blanca hacen notar asimismo que aunque el grupo
haya sido “privilegiado” históricamente respecto a las minorías,
durante cerca de dos generaciones han ido perdiendo terreno. El único
grupo hoy verdaderamente privilegiado es el 1%...que se ha hecho incluso
con más privilegios económicos y políticos por medio de la legislación
fiscal. (...)
Si los demócratas no se quitan esto de encima — si no dejan de luchar
entre ellos —, la élite empresarial republicana seguirá partiéndose de
risa camino del banco y del colegio electoral. Pero esta perogrullada
resulta ser muy exigente para llevarla a la práctica, y hay demasiada
superioridad moral en ambos lados de la polémica. (...)
Steve Phillips, respetado estratega afroamericano de Democracy of Color, señaló en un artículo del New York Times [del
15 de diciembre de 2017] que el 56 % de los votantes de Alabama que han
llevado a Doug Jones al Senado eran negros, una participación más
elevada que la proporción negra del electorado de Alabama, y que “Si los
demócratas quieren ganar, tienen que promocionar y otorgar amplia
autoridad presupuestaria a estrategas y organizadores con una historia
prolongada y hondos vínculos con las comunidades de color del país”.
Ruy
Teixeira, encuestador, científico social y estratega por el que tengo
gran admiración, contraargumenta de modo persuasivo en un artículo para Vox [del
29 de enero de 2018] que se titulaba “Los números cantan: Los
demócratas tienen que conseguir más votos del a clase trabajadora
blanca”:
“El triunfo de Jones no es
atribuible a su sólida proyección entre los votantes negros solamente, o
incluso a una combinación de votantes negros y licenciados
universitarios blancos. Mis análisis indican que Jones se benefició de
un margen de oscilación de más de treinta puntos entre los votantes
blancos no universitarios respecto a la carrera presidencial de 2016 en
el estado”.
Pero Bill Spriggs, profesor de Economía en la
Howard University y economista principal de la central sindical AFL-CIO,
señala lo que debería ser evidente. En un artículo aparecido en The American Prospect [del 21 de enero de 2017], Spriggs observaba que el reto consiste a la vez tanto en la raza como en la clase:
“Los
demócratas tienen que emplear más tiempo en desarrollar un marco para
combatir la desigualdad.
Tienen que mejorar su labor a la hora de
explicar que la desigualdad de ingresos supone una amenaza para el
crecimiento económico.
Tienen que sacar tiempo para ayudar a que los
norteamericanos se quiten las anteojeras y vean que a los trabajadores,
de todas las razas, les está dando por todos lados un sistema en el que
la codicia empresarial se ha convertido en “privilegio” de élite.
Tienen
que quitarse la venda de una falsa sensación de que hay algún
privilegio blanco que libra a algunos trabajadores de la ira de la
guerra de Norteamérica contra los trabajadores.
Tienen que cantar la
palinodia por su apoyo callado, y a veces franco, a un orden del día que
atacaba a los trabajadores de Norteamérica.
Tienen que dejar de creer
que el problema al que se enfrentan los trabajadores norteamericanos es
que carecen de formación o cualificación.
Tienen que dejar de definir a
la clase trabajadora blanco como menos formada.
Esas son las perennes
excusas que se les dan a los trabajadores negros. Los votantes negros
jóvenes reaccionaron airadamente en 2016 a su percepción de que su
ignoraba su malestar. No votaron a Trump, pero Clinton perdió igualmente
porque tampoco la votaron a ella, pues Trump ganó porque los votantes
blancos votaron por él”.
Mantengamos el énfasis en el
aplastamiento al que el 1 % y los republicanos someten a los
trabajadores de todas las razas y géneros, y tendremos mejores
oportunidades de cerrar estas divisiones. (...)" (Robert Kuttner
, Sin Permiso, 15/02/2018)
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