"Si usted no entiende lo que está pasando con la economía de la eurozona,
no es el único. Un día nos dicen que el crecimiento está
definitivamente fuera de moda; al otro, que la recuperación ya está en
marcha; y al tercero, que el Banco Central Europeo está analizando
enviar un cheque a cada ciudadano para estimular la producción y recrear
inflación. Pocas veces el panorama económico ha sido tan confuso.
Por casi una década, el crecimiento anual de la productividad en las
economías avanzadas fue cercano al 1%, contra el 2% de antes. (...)
Pasemos ahora al crecimiento actual. En 2015, la producción de la
eurozona apenas superó el nivel de 2008, un desempeño deslucido que no
es atribuible a la lentitud con que creció la productividad. (...)
Parte de la
explicación está en la desaceleración de las economías emergentes. Pero
esos factores externos también valen para el Reino Unido y Suecia, y sin
embargo sus tasas de crecimiento están entre 2 y 3%.
Lo cierto es que a
la eurozona le falta empuje interno. A pesar del crecimiento de los
ingresos, las familias son renuentes a consumir y construir; y a pesar
de un gran aumento de las ganancias corporativas, las empresas no se
muestran proclives a asumir riesgos e invertir.
Una causa de tanta prudencia es que el futuro se ve sombrío.(...)
La prolongación de
este malestar mantiene la inflación por debajo de la meta, lo que a su
vez provoca un aumento excesivo del tipo de interés real.
Con
una economía más frágil de lo que debería, el BCE cruzó un Rubicón tras
otro tratando de estimular la inflación. Pero a pesar de todos los
intentos, el resultado de la batalla aún es incierto.
De
modo que hay que hacer una tercera pregunta: ¿qué podría hacer la
eurozona si hubiera un deterioro grave del entorno global, por ejemplo,
una suba acelerada de las tasas en Estados Unidos o una recesión
declarada en China? (...)
Pero permitir otra
recesión después de una recuperación breve y endeble sería visto por los
ciudadanos como un fracaso importante de las autoridades, y debilitaría
aún más el apoyo al euro.
En este contexto, el BCE está analizando abiertamente cuál sería la respuesta correcta. En una entrevista reciente,
su economista principal, Peter Praet, señaló explícitamente que “todos
los bancos centrales” pueden imprimir dinero y enviar un cheque a cada
uno de los ciudadanos; una opción límite a la que se denominó “arrojar
dinero desde el helicóptero”.
Como las familias se gastarían parte de
los ingresos inesperados, la medida estimularía la demanda interna y el
nivel de precios. (...)
¿Podría emplearse en
cambio una opción explícitamente fiscal? Suponiendo que los gobiernos
por separado no quieran aumentar el gasto, la eurozona como entidad
conjunta podría endeudarse para financiar políticas de estímulo al
crecimiento.
Una versión mejorada del plan Juncker
(el esquema del presidente de la Comisión Europea para invertir 315 000
millones de euros a lo largo de tres años), sobre la base de proyectos
preseleccionados, que se activarían llegado el momento, sería una
importante protección contra el riesgo de recesión.
Algunos
de esos proyectos podrían ser inversiones que ayuden a limitar el
calentamiento global o a preparar a los trabajadores para la economía
digital. El endeudamiento se realizaría en forma conjunta, y debería
tener una fuente de respaldo exclusiva, ya sea mediante un impuesto o un
aporte dependiente del PIB, que permita a la eurozona devolver el
préstamo.
Sin
duda, las dificultades políticas inherentes a este esquema complicarían
llegar a un acuerdo. No es seguro que un plan de endeudamiento conjunto
de la eurozona genere menos rechazo que una transferencia cuasifiscal
orquestada por el BCE.
Lo que está claro es que la eurozona debe evaluar
estas opciones, porque tarde o temprano tal vez deba usar alguna de las
dos." (Jean Pisani-Ferry, a professor at the Hertie School of Governance (Berlin) and Sciences Po (Paris), Project Syndicate, 31/03/16)
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