5.2.18

Trump hizo que Estados Unidos se acostase entre lágrimas tras su discurso a la nación... nos queda Trump para rato. Varias parejas marcadas por la tragedia fueron utilizadas por el presidente durante su discurso para cortocircuitar los corazones de los estadounidenses... a dos parejas de padres (negros) cuyas hijas fueron asesinadas por pandilleros (latinos) las invitó a llorar mientras subrayaba lo malos que son los inmigrantes

"Estados Unidos se acostó ayer entre lágrimas. Más de medio país debió de arrastrar hasta la cama el llanto generado por las bombas lacrimógenas lanzadas por su presidente durante el discurso sobre el Estado de la Unión.

 La otra mitad, si no lloró, debería hacerlo porque está históricamente probado que alimentar el corazón de las masas con sensiblería barata, chovinismo y conservadurismo extremo funciona. 

Donald Trump lo hizo ayer como un profesional, mezclando con pinceladas de pura telebasura un discurso más sobrio y mejor escrito que los que suele ofrecer y obtuvo el aplauso entusiasta de los republicanos, los únicos que en realidad tendrían poder para sacarle de la Casa Blanca, y que ayer ejercieron de cheerleaders, recordándonos que nos queda Trump para rato.

 En él han encontrado un patoso aunque utilísimo paladín, –desde Reagan no conseguían una bajada de impuestos para las empresas tan salvaje– lo cual augura un futuro oscuro para Estados Unidos y como efecto en cadena, para el resto del planeta.   

Ni siquiera George W. Bush, en aquellos infames días post 11-S, se atrevió a ofrecer un despliegue de sensiblería tan baboso como el que ayer Donald Trump llevó hasta el Congreso. Pero si Nieves Herrero consiguió sus récords de audiencia hurgando sin pudor en la llaga de las niñas de Alcasser,

 Trump, buen conocedor del poder de un reality, no iba a ser menos. Varias parejas marcadas por la tragedia fueron utilizadas por el presidente durante su discurso para cortocircuitar los corazones de los estadounidenses y así ayudarles a procesar mejor mensajes clave de su ‘ideario’ político (si es que tiene uno propio): los inmigrantes matan americanos y son criminales, hay que construir un muro para garantizar nuestra seguridad; los drogadictos son malos, se inyectan heroína delante de sus hijos; los norcoreanos son diabólicos porque matan estadounidenses y no son cristianos... 

Sí, también habló de otras cosas, como sus éxitos bélicos en Siria o su plan (indefinido) para modernizar las infraestructuras o bajar el precio de los medicamentos (tras nombrar a un exejecutivo de una farmacéutica para negociarlos) pero los temas que sin duda marcarán su agenda son los que subrayó con gente de carne y hueso.  

Es tradición que un presidente lleva a gente ‘corriente’ al congreso estadounidense para que le ayude a apuntalar sus ideas, pero lo de ayer tuvo momentos auténticamente Estrenos TV.  Trump colocó entre el público a dos parejas de padres (negros) cuyas hijas fueron asesinadas por pandilleros (latinos) y las invitó a llorar mientras subrayaba lo malos que son los inmigrantes; también llevó a los padres de Otto Warmbier, el estudiante norteamericano que tras visitar Corea del Norte fue arrestado por intentar robar un póster. 

Lo torturaron durante casi un año y fue devuelto a Estados Unidos prácticamente muerto. Los rostros de los padres, desencajados por la pérdida y el horror, funcionaron mejor que cualquier diatriba pro-bélica.

 Prepárense porque aunque los norcoreanos vayan pacíficamente a las olimpiadas de Seúl, la presencia en el Congreso de la familia de Otto y de un disidente norcoreano sin piernas que agitando un par de muletas de madera le puso el rostro heroico a los que luchan contra Kim Jong-un es un mal augurio. 

Puede tener un efecto similar (e infinitamente más peligroso) a lo que Bush hizo en 2002 tras apuntalar en las mentes estadounidenses y del planeta las palabras “Eje del Mal”, ese triunvirato formado por Irak, Irán y Corea del Norte.  

En la América de hoy unos padres (americanos) rotos y un mutilado son infinitamente más efectivos para vender una guerra, aunque sea nuclear, que salvar de un dictador a los habitantes de un país lejano (los fracasos de Afganistán e Irak están demasiado cerca). 

Además, ya lo dicen los libros de historia, nada mejor que una guerra para enterrar problemas domésticos (¿la trama rusa? ¿obstrucción de Trump a la justicia), de los que por una vez evitó hablar (los discursos del Estado de la Unión pasan a los libros de historia). Total, en su mundo paralelo no existen. 

la pornografía emocional barata con la que Trump consiguió llegar a presidente se va perfeccionando y el discurso de ayer, cargado de extras lacrimógenos (¿involuntarios?) va un paso más allá de lo que habíamos visto hasta ahora.

 La América post 11-S en la que yo viví se tragaba absolutamente todo lo que le vendía su gobierno y aunque había un grupo de población crítico, el segundo mandato de Bush dejó claro que ante el miedo, la entrega ciega de la población hacia un gobierno es total. 

Hoy vemos como las mentiras informativas se han multiplicado amparadas por la proliferación de páginas webs de origen dudoso, periodismo perezoso, lectores poco críticos, redes sociales insaciables de followers y un presidente que miente más que habla y al que medio país (y gran parte del Congreso) aún jalea.

 El propio Trump arremete constantemente contra las llamadas fake news, un concepto que él mismo ha popularizado al ser uno de sus más prolíficos productores. Contra esas mentiras algunos de los medios que hace una década tuvieron que disculparse por su inacción ante las mentiras de Bush –por ejemplo The New York Times– hoy se han quitado de encima las telarañas y vuelven a hacer periodismo con mayúsculas, rebuscando entre la porquería que esconde la administración Trump y peleando por desenmascararla. 

Sin embargo, las armas de toda la vida, las que prescinden del raciocinio o la verdad para vender simplemente emociones, siguen ahí, y funcionan. Y si las condimentas con Dios, cuando gran parte de tu país es evangelista cristiano, el triunfo está asegurado. Entre los invitados al discurso de ayer había una pareja con bebé. Según contó Trump, él, policía, vio en las calles de Albuquerque a una yonqui a punto de inyectarse heroína con un bebé en brazos. Intentó frenarla y ellá lloró. 

En ese momento Dios le habló así que volvió a su casa y le propuso a su mujer adoptar al niño. Ayer policía, esposa y bebé eran aplaudidos y celebrados por Trump. Por supuesto de la madre real y adicta no había rastro. Tampoco en su discurso. Total, ¿qué más da si era yonqui? Y ése es el problema. En un país en el que el año pasado murieron 64.000 personas por sobredosis se podrían haber contado muchas historias, pero Trump escogió ésta, un relato que refleja perfectamente cómo funciona y se aplica la pornografía emocional a la política. 

La construcción de una imagen de país en base a buenos y malos, el repudio del otro, del diferente, el abandono a su suerte del más débil y la caridad y la religión como maquillaje de la ignominia son parte de un guión del que ayer Trump escribió uno de sus capítulos más brillantes... y aterradores. "                  (Barbara Celis, CTXT, 31/01/18)

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