7.3.18

Italia. Un verdadero terremoto político. Los débiles cimientos de la Segunda República se han venido abajo. Por lo que concierne a la izquierda, el drama es absoluto

"Un verdadero terremoto político. Este es el escenario italiano tras las elecciones legislativas del 4 de marzo. El seísmo se veía venir, pero nadie esperaba que la sacudida fuera tan fuerte. 

Los débiles cimientos de la Segunda República –nacida tras el escándalo de Tangentopoli a principios de los años noventa– se han venido abajo, los dos partidos que han sido el pivote del sistema político de los últimos veinte años –el Partido Democrático (PD) y Forza Italia– han sufrido un desgaste brutal y el Movimiento Cinco Estrellas (M5E) y la Liga de Matteo Salvini son los verdaderos ganadores de estos comicios, en los que una vez más la abstención ha batido récords (27,1%). 

Nadie tiene una mayoría clara en las dos Cámaras del Parlamento. Se abre así una etapa extremadamente compleja en la que Italia se adentra, una vez más, pero más que en el pasado, en territorio desconocido. Naufragan los viejos actores políticos, se imponen otros, cambia por completo la geografía política de la península. Podemos afirmar que ha nacido una incierta Tercera República. Cómo acabará, nadie lo sabe. 

El M5S conquista el Sur de la península con porcentajes de voto que superan el 40% y hasta el 50% en muchas regiones (Campania, Sicilia, Cerdeña, Apulia, Calabria, Basilicata), mejorando los resultados que la Democracia Cristiana obtuvo en sus años dorados. 

Ha sido el voto del rencor otorgado por el territorio más olvidado del Belpaese; unas regiones que se encuentran en la cola de Europa en cuanto a tasas de empleo (-35% respecto a la media UE) y con una renta per cápita inferior a la de Eslovaquia y a algunas regiones de Bulgaria.

 El Mezzogiorno olvidado ha votado en masa al partido del Vaffanculo –literalmente: que se vayan a tomar por culo–, fundado por el cómico Beppe Grillo hace una década. Los Cinco Estrellas se han convertido así, tras la explosión de 2013, cuando consiguieron el 25% de los votos, en el actor central de la nueva fase política. 

En el centro y el norte obtienen entre el 20% y el 35%, con un discurso que pesca votos de la derecha y de la izquierda. Son el catch-all party por antonomasia. El partido anti-establishment. (...)

El otro ganador es la Liga –que ha hecho desaparecer la palabra Norte de su símbolo–, tras la conversión lepenista llevada a cabo por su mediático secretario general Matteo Salvini. En un lustro ha llevado el partido del 4% a más del 17%, doblando casi los mejores resultados jamás conseguido por el partido fundado por Umberto Bossi (10,2% en 1996).

 La Liga ya no es el partido del norte, aunque es en esas regiones (Piamonte, Veneto, Friuli y Lombardía, donde se votaba también en las regionales y ha ganado el candidato de la Liga, Attilio Fontana) donde obtiene sus mejores resultados. 

Ha roto la barrera de los Apeninos, ha conquistado muchos votos también en el centro y se ha asentado en el sur, rivalizando con los posfascistas de Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, que se quedan en un exiguo 4,3%. Salvini ya no habla de la secesión de la Padania.

 Habla de la invasión de los inmigrantes, se abraza con Marine Le Pen, alaba a Viktor Orbán, se deja fotografiar con Trump. Y recupera el viejo caballo de batalla de Berlusconi: hay que bajar los impuestos que ahogan a las empresas.

Salvini ha sabido hablar a las entrañas de un norte rico, que no encuentra una salida al estancamiento económico, y que teme el empobrecimiento. Salvini ha utilizado el miedo para ganar consensos. El miedo que se convierte en rabia, cuyos blancos son los inmigrantes, la globalización, la tecnocracia de Bruselas, los impuestos.

 Para muchos, Berlusconi ya no es creíble: el exCavaliere, inhabilitado y plastificado, cumplirá 82 años en septiembre. Salvini esta semana cumplirá 45. Es él el futuro de la derecha italiana. Ojo.

Berlusconi y Renzi, en la estacada

Los grandes derrotados de estos comicios han sido Berlusconi y Renzi. El primero ha mostrado todos sus límites. Físicos y políticos. Su etapa se acabó. Su partido, Forza Italia, no existe: mantiene algunas redes clientelares, pero no es nada más que una formación personalista que sin Berlusconi no tiene carisma ni arraigo territorial. 

La Liga lo mantiene: es el último partido clásico del siglo XX. Además, la apuesta moderada del exCavaliere para reconquistar el gobierno con el nihil obstat de las élites europeas –propuso a Antonio Tajani, actual presidente del Europarlamento, como futuro candidato a presidente del Gobierno– no le ha valido para seguir siendo la clave de bóveda de la coalición de centro-derecha italiana.

 El centro-derecha, tal y como lo hemos conocido en las últimas dos décadas, se ha acabado. La hegemonía la tiene la Liga, la declinación italiana de la nueva extrema derecha europea. Es muy probable que los de Salvini acaben fagocitando a Forza Italia, una vez que Berlusconi haya salido definitivamente de escena.

Matteo Renzi está kaputt. Su empecinamiento en querer ser el Macron italiano ha fracasado estrepitosamente. Su desconexión de la realidad ha sido notable, tras haber perdido el referéndum constitucional de diciembre de 2016. 

El PD no ha llegado ni al 20% y la coalición de centro-izquierda se ha quedado con un mísero 23%, perdiendo también la mayoría de sus feudos históricos del centro de la península. Respecto a la pasada legislatura pierde unos doscientos escaños. Una derrota total y absoluta, que se enmarca en la crisis de la socialdemocracia en el Viejo Continente.  (...)

Por lo que concierne a la izquierda, el drama es absoluto. Está desaparecida en combate desde hace una década, cuando acabó la experiencia gubernamental de la Rifondazione Comunista de Bertinotti, hoy miembro de Comunión y Liberación. Liberi e Uguali, la alianza liderada por el presidente del Senado, Pietro Grasso, y formada por Sinistra Italiana, los escindidos de izquierdas del PD y Possibile, se ha quedado con un mísero 3,4%, lo que le permite enviar al Parlamento a una decena de diputados. Nada más.

 Un dato muy explicativo: a Massimo D’Alema en su colegio electoral (Apulia) lo ha votado tan sólo el 3,9% de los electores, mientras que la candidata del M5S se ha llevado el 40%. Es el fin de una época. 

La lista movimentista de Potere al Popolo obtiene sólo el 1,1% y no tendrá representación al no haber superado la barrera del 3%. Los Cinco Estrellas han atraído al votante de izquierdas decepcionado, tanto por el PD neoblairista de Renzi como por una izquierda fragmentada e incapaz de hablar al 99% de la población. Hace falta cuanto antes un reset

¿Y ahora qué?

Con un país partido por la mitad –el Norte ha votado Liga, el Sur ha votado M5E– y con las fuerzas euroescépticas que suman más del 50% de los votos, la opción de un gobierno de gran coalición a la alemana parece inviable.

 La hipótesis defendida por las élites políticas, económicas y mediáticas ha fracasado por completo, una prueba más de la distancia que las separa del país “real”, como hemos visto ya en otros ámbitos con el Brexit y la victoria de Trump en Estados Unidos.   (...)

Tendrá un papel crucial el presidente de la República, el democristiano Sergio Mattarella, que deberá decidir a quién encargará formar gobierno. ¿Al partido más votado, los Cinco Estrellas, o a la coalición más votada, el centro-derecha? Hay muchas especulaciones al respecto.  (...)"            

 (Steven Forti es profesor asociado en Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona, CTXT, 05/03/18)

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