"Un verdadero terremoto político. Este es el escenario italiano tras las
elecciones legislativas del 4 de marzo. El seísmo se veía venir, pero
nadie esperaba que la sacudida fuera tan fuerte.
Los débiles cimientos
de la Segunda República –nacida tras el escándalo de Tangentopoli a
principios de los años noventa– se han venido abajo, los dos partidos
que han sido el pivote del sistema político de los últimos veinte años
–el Partido Democrático (PD) y Forza Italia– han sufrido un desgaste
brutal y el Movimiento Cinco Estrellas (M5E) y la Liga de Matteo Salvini
son los verdaderos ganadores de estos comicios, en los que una vez más
la abstención ha batido récords (27,1%).
Nadie tiene una mayoría clara
en las dos Cámaras del Parlamento. Se abre así una etapa extremadamente
compleja en la que Italia se adentra, una vez más, pero más que en el
pasado, en territorio desconocido. Naufragan los viejos actores
políticos, se imponen otros, cambia por completo la geografía política
de la península. Podemos afirmar que ha nacido una incierta Tercera
República. Cómo acabará, nadie lo sabe.
El M5S conquista el Sur de la península con porcentajes de voto que
superan el 40% y hasta el 50% en muchas regiones (Campania, Sicilia,
Cerdeña, Apulia, Calabria, Basilicata), mejorando los resultados que la
Democracia Cristiana obtuvo en sus años dorados.
Ha sido el voto del
rencor otorgado por el territorio más olvidado del Belpaese;
unas regiones que se encuentran en la cola de Europa en cuanto a tasas
de empleo (-35% respecto a la media UE) y con una renta per cápita
inferior a la de Eslovaquia y a algunas regiones de Bulgaria.
El Mezzogiorno olvidado ha votado en masa al partido del Vaffanculo –literalmente:
que se vayan a tomar por culo–, fundado por el cómico Beppe Grillo hace
una década. Los Cinco Estrellas se han convertido así, tras la
explosión de 2013, cuando consiguieron el 25% de los votos, en el actor
central de la nueva fase política.
En el centro y el norte obtienen
entre el 20% y el 35%, con un discurso que pesca votos de la derecha y
de la izquierda. Son el catch-all party por antonomasia. El partido anti-establishment. (...)
El otro ganador es la Liga –que ha hecho desaparecer la
palabra Norte de su símbolo–, tras la conversión lepenista llevada a
cabo por su mediático secretario general Matteo Salvini. En un lustro ha
llevado el partido del 4% a más del 17%, doblando casi los mejores
resultados jamás conseguido por el partido fundado por Umberto Bossi
(10,2% en 1996).
La Liga ya no es el partido del norte, aunque es en
esas regiones (Piamonte, Veneto, Friuli y Lombardía, donde se votaba
también en las regionales y ha ganado el candidato de la Liga, Attilio
Fontana) donde obtiene sus mejores resultados.
Ha roto la barrera de los
Apeninos, ha conquistado muchos votos también en el centro y se ha
asentado en el sur, rivalizando con los posfascistas de Hermanos de
Italia de Giorgia Meloni, que se quedan en un exiguo 4,3%. Salvini ya no
habla de la secesión de la Padania.
Habla de la invasión de los
inmigrantes, se abraza con Marine Le Pen, alaba a Viktor Orbán, se deja
fotografiar con Trump. Y recupera el viejo caballo de batalla de
Berlusconi: hay que bajar los impuestos que ahogan a las empresas.
Salvini ha sabido hablar a las entrañas de un norte rico,
que no encuentra una salida al estancamiento económico, y que teme el
empobrecimiento. Salvini ha utilizado el miedo para ganar consensos. El
miedo que se convierte en rabia, cuyos blancos son los inmigrantes, la
globalización, la tecnocracia de Bruselas, los impuestos.
Para muchos,
Berlusconi ya no es creíble: el exCavaliere, inhabilitado y plastificado, cumplirá 82 años en septiembre. Salvini esta semana cumplirá 45. Es él el futuro de la derecha italiana. Ojo.
Berlusconi y Renzi, en la estacada
Los grandes derrotados de estos comicios han sido
Berlusconi y Renzi. El primero ha mostrado todos sus límites. Físicos y
políticos. Su etapa se acabó. Su partido, Forza Italia, no existe:
mantiene algunas redes clientelares, pero no es nada más que una
formación personalista que sin Berlusconi no tiene carisma ni arraigo
territorial.
La Liga lo mantiene: es el último partido clásico del siglo
XX. Además, la apuesta moderada del exCavaliere para reconquistar el gobierno con el nihil obstat de
las élites europeas –propuso a Antonio Tajani, actual presidente del
Europarlamento, como futuro candidato a presidente del Gobierno– no le
ha valido para seguir siendo la clave de bóveda de la coalición de
centro-derecha italiana.
El centro-derecha, tal y como lo hemos conocido
en las últimas dos décadas, se ha acabado. La hegemonía la tiene la
Liga, la declinación italiana de la nueva extrema derecha europea. Es
muy probable que los de Salvini acaben fagocitando a Forza Italia, una
vez que Berlusconi haya salido definitivamente de escena.
Matteo Renzi está kaputt. Su empecinamiento en
querer ser el Macron italiano ha fracasado estrepitosamente. Su
desconexión de la realidad ha sido notable, tras haber perdido el
referéndum constitucional de diciembre de 2016.
El PD no ha llegado ni
al 20% y la coalición de centro-izquierda se ha quedado con un mísero
23%, perdiendo también la mayoría de sus feudos históricos del centro de
la península. Respecto a la pasada legislatura pierde unos doscientos
escaños. Una derrota total y absoluta, que se enmarca en la crisis de la
socialdemocracia en el Viejo Continente. (...)
Por lo que concierne a la izquierda, el drama es absoluto. Está
desaparecida en combate desde hace una década, cuando acabó la
experiencia gubernamental de la Rifondazione Comunista de Bertinotti,
hoy miembro de Comunión y Liberación. Liberi e Uguali, la alianza
liderada por el presidente del Senado, Pietro Grasso, y formada por
Sinistra Italiana, los escindidos de izquierdas del PD y Possibile, se
ha quedado con un mísero 3,4%, lo que le permite enviar al Parlamento a
una decena de diputados. Nada más.
Un dato muy explicativo: a Massimo
D’Alema en su colegio electoral (Apulia) lo ha votado tan sólo el 3,9%
de los electores, mientras que la candidata del M5S se ha llevado el
40%. Es el fin de una época.
La lista movimentista de Potere al Popolo
obtiene sólo el 1,1% y no tendrá representación al no haber superado la
barrera del 3%. Los Cinco Estrellas han atraído al votante de izquierdas
decepcionado, tanto por el PD neoblairista de Renzi como por una
izquierda fragmentada e incapaz de hablar al 99% de la población. Hace
falta cuanto antes un reset.
¿Y ahora qué?
Con un país partido por la mitad –el Norte ha votado Liga,
el Sur ha votado M5E– y con las fuerzas euroescépticas que suman más
del 50% de los votos, la opción de un gobierno de gran coalición a la
alemana parece inviable.
La hipótesis defendida por las élites
políticas, económicas y mediáticas ha fracasado por completo, una prueba
más de la distancia que las separa del país “real”, como hemos visto ya
en otros ámbitos con el Brexit y la victoria de Trump en Estados
Unidos. (...)
Tendrá un papel crucial el presidente de la República, el democristiano
Sergio Mattarella, que deberá decidir a quién encargará formar
gobierno. ¿Al partido más votado, los Cinco Estrellas, o a la coalición
más votada, el centro-derecha? Hay muchas especulaciones al respecto. (...)"
(Steven Forti es profesor asociado en Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona, CTXT, 05/03/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario