"Todas las alarmas saltaron el pasado noviembre cuando un
abogado y una secretaria llamaron a varias de las puertas de las 33
viviendas que hay en el número 11 de la calle Argumosa, uno de los
epicentros de bares y terrazas del madrileño barrio de Lavapiés.
La
pareja se presentó a los inquilinos como representantes de la nueva
propiedad del edificio, les informaron de que sus contratos no serían
renovados y les dieron dos opciones: coger los 2.000 euros que les
ofrecían si abandonaban las casas al mes siguiente o desalojar las
viviendas y entregar las llaves al día siguiente de que vencieran sus
contratos.
Ante las preguntas de por qué ahora cuando algunos llevaban
más de 20 años viviendo ahí, la única respuesta que obtuvieron fue: “El
año que viene [por 2018] queremos el edificio vacío”.
Solo uno de los vecinos que recibió la visita se marchó al mes
siguiente. Las siguientes fueron una familia y una chica joven, que
llevaba tres años residiendo en el inmueble, con un alquiler de 800
euros.
El pasado febrero, tuvieron que sacar sus cosas con agentes del
Cuerpo Nacional de Policía en la puerta de sus casas y en cuanto
quedaron vacías unos albañiles las tapiaron. “Ni tiempo les dio a
llevarse los muebles y vienen a buscarlos poco a poco”, explica Teresa
Sarmiento, de 68 años, señalando en un descansillo los enseres que aún
quedan por recoger junto a uno de los pisos tapiados con ladrillo.
La
mujer rechazó los 2.000 euros. No tenía ninguna intención de marcharse
de la que había sido su casa durante los últimos 19 años. En enero
recibió un burofax de la nueva propiedad, Inversión en Proindivisos S.
L. anunciándole que no le prorrogarían el contrato -como sí venía
ocurriendo desde 1999- y que el 1 de junio, fecha de su vencimiento,
debía “desocupar el inmueble” y entregar las llaves.
Como Teresa, al menos otra decena de inquilinos han ido
recibiendo cartas de no renovación de contrato, según calculan los
propios vecinos. Sospechan que lo que busca la nueva propiedad es
convertir las casas en pisos turísticos. eldiario.es se puso en contacto
con los representantes de la empresa arrendataria para recabar
información por su parte pero la única respuesta obtenida es que el
responsable “estaba de vacaciones”, que le transmitirían la petición
pero tras dos días de espera y una nueva llamada nadie quiso responder.
Sin notificación a los vecinos de renta antigua
Los únicos inquilinos que no han recibido ninguna notificación son los
que tienen contratos de renta antigua -con alquileres que rondan los 100
euros- cuyas edades van de los 85 a los 92 años y algunos de los cuales
llevan más de siete décadas viviendo en el inmueble.
“Están preocupados
porque saben lo que está pasando y nosotros estamos preocupados por
ellos porque si les desalojan a dónde van a ir, hay algunos muy mayores,
y hay uno que además tienen Alzheimer”, relata Teresa.
Esta vecina, que ya ha empezado a hacer cajas y prepararse para el
desalojo, también está muy preocupada por ella misma porque con una
pensión no contributiva de apenas 400 euros sabe que va a ser
prácticamente imposible encontrar un alquiler en el barrio que pueda
costearse. “Ahora pago 320 euros y llego mal pero llego”, dice y explica
que hasta su jubilación hace tres años trabajó atendiendo a enfermos
terminales.
Lleva viviendo en Lavapiés casi 30 años,
19 en el piso de Argumosa. Cuenta que las 33 viviendas del inmueble, de
cuatro pisos, siempre han sido de un único dueño. Las únicas subidas de
alquiler que ha tenido son las establecidas por contrato para la
actualización anual del IPC.
“Hasta hace dos años la hija del
propietario pasaba cada mes a cobrarnos en mano a todos los inquilinos
el alquiler”, explica. En 2016 les informaron que la renta debían
abonarla a través de una cuenta bancaria y ahora han sabido que fue
entonces cuando todo el edificio cambió de manos.
Obras realizadas por los inquilinos
“La propiedad no ha querido negociar con ninguno de nosotros, solo se
ha comunicado por burofax y la primera visita que hicieron”, relata
Josefa, viuda con dos hijas, y vecina del inmueble también desde hace
dos décadas. En su caso, además, cuando entraron a vivir reformaron toda
la vivienda.
“Era la antigua oficina de la propietaria, no tenía ni
cocina ni baño, nosotros la arreglamos entera y ahora pretenden
indemnizarnos con 2.000 euros”, exclama indignada la mujer, cuya
prórroga del contrato vence en mayo. Teresa fue también quien al cabo de
unos años instaló una ducha en su casa, puesto que no existía, ya que
afirma que desde la propiedad nunca se ocuparon de la rehabilitación de
las casas más allá del mantenimiento de los espacios comunes.
Esta vecina ha tratado de que los afectados se unan para hacer un
frente común pero cada uno ha preferido tirar por su lado y al final
ella también ha optado por moverse por su cuenta. “En la Asociación de
Vecinos de La Corrala me asesoraron mucho, me dieron todos los contactos
del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid y me dijeron que con mi renta
es muy probable que consiga algún tipo de ayuda”, explica optimista
pero también muy consciente de la realidad en la que vive.
“Cuando llamé
a la EMVS [Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de Madrid y encargada
de gestionar las viviendas sociales] para informarme me dijeron que
estaba muy complicado, que no había casas”, explica. En otra asociación
que fue a asesorarse se encontró a muchas otras tantas personas en su
misma situación: familias con rentas muy bajas, a las que no les
renuevan el contrato de alquiler y no encuentran otros que puedan
costearse.
El pasado martes Teresa tuvo la primera reunión en la EMVS. “Está muy
difícil, tienen tres lugares [para pisos sociales], en Usera, Vallecas y
Villaverde, hay que entrar en un sorteo y depende de los puntos que
tengas”, indica pero advierte que ya le han avisado de que el proceso
lleva como mínimo un año. Toda su red social, amigos, médicos,
comercios, está en el barrio.
“Ya he empezado a buscar con una amiga un
piso que podamos compartir las dos y no tenernos que ir de Lavapiés”,
afirma. Y añade: “Hay que ser optimista porque ya he pasado por un
cuadro depresivo y no quiero volver a ello”. (Patricia Rafael, eldiario.es, 29/03/18)
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