"Para pocas personas es un secreto que Venezuela sufre la crisis más
profunda de su historia. Por cuarto año consecutivo, el país presentará
la inflación más alta del mundo (estimada en cerca de 2.616% para
20171). (...)
Venezuela posee además un déficit fiscal de dos dígitos (al menos por
sexto año consecutivo), el riesgo país más alto del mundo, las reservas
internacionales más bajas de los últimos 20 años (menos de 9.300
millones de dólares) y una tremebunda escasez de bienes y servicios
esenciales (alimentos y medicinas).
El valor del dólar paralelo (que
sirve para fijar casi todos los precios de la economía) se ha
incrementado en más de 2.500% en 2017, lo cual ha desintegrado por
completo el poder adquisitivo de la población3. En ese infausto
panorama, Venezuela constituye el mejor «argumento» para las derechas
más retrógradas. (...)
Lo que a las claras se observa es un proceso de desindustrialización
severo en favor de una casta importadora-financiera que, con un discurso
enardecido y un clientelismo popular vigoroso, ha acelerado de manera
drástica la fase depresiva del ciclo económico capitalista de un proceso
nacional de acumulación de capital basado en la apropiación de la renta
hidrocarburífera. (...)
El «oro negro» constituye alrededor de 95% de las
exportaciones en los años de auge de los precios (2012) y cerca de 65%
en los años en que el precio del petróleo es «bajo» (1998)4, es decir,
cuando la renta es exigua y los hidrocarburos ofrecen una ganancia
similar a la de una producción industrial «normal».
En el gráfico 1 también puede verse que los ciclos
recesivos en la economía empiezan a sucederse a partir de la década de
1980. Los primeros años de ese periodo mostraron la vigorosa influencia
de la llamada «crisis de la deuda», que ahogó a muchos países y se
manifestó con una intensa caída en los índices de precios de los
commodities.
En el primer año del periodo bolivariano, el pib exhibió
una fuerte caída atribuida al bajo precio del petróleo (alrededor de 9
dólares por barril) y, quizás, la incertidumbre explicada por el
advenimiento de un gobierno nuevo que prometía grandes cambios.
Posteriormente, los moderados precios del petróleo se entretejen con un
golpe de Estado que derroca por casi dos días al entonces presidente
Hugo Chávez el 11 de abril de 2002. El coup d’État fue acompañado por un
macizo paro patronal al que adhirió casi todo el empresariado local.
Lo
excepcionalmente bajo del pib del año 2003 obedece más a factores
extraeconómicos (diríase políticos) que a razones de índole económica.
Lo anterior condujo a un enorme salto en el crecimiento del año 2004
(18%), que pareció más bien un rebote de la economía.
El gráfico 1 revela también que la economía en 2005-2008 creció a tasas
elevadísimas (alrededor de 8% interanual), impulsada por un fabuloso
auge de la renta petrolera que multiplicó el ingreso por exportaciones
más de tres veces.
La «edad de oro» económica coincide con los momentos
en que el movimiento político bolivariano se muestra más agresivo,
empieza a hablar del «socialismo del siglo xxi» (2005), lanza planes de
integración comercial (la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América, alba) y emprende un proceso de estatizaciones de
algunas grandes empresas industriales y de servicios, en rubros como
cemento, acero, telecomunicaciones, banca y minería.
Pero la abrupta
caída de los precios del petróleo a finales de 2008 y a lo largo de
2009, que reflejó los embates de la crisis mundial de 2007-2008, frenó
en seco ambiciones políticas más elevadas. En 2011 se observa una
recuperación de la senda de crecimiento económico derivada de un nuevo
incremento en los precios del petróleo, que pasan de 35 dólares por
barril (2009) a 120 dólares entre 2011-2013. Pero en 2014-2015 el precio
del petróleo empieza a caer.
Solo el ritmo anualmente incrementado de
gastos del gobierno y la hipertrofia en las importaciones hace que
precios del petróleo cinco o seis veces más altos que los observados a
inicios de la década de 2000 luzcan ahora como «bajos».
En esos últimos
años empieza la contracción de las importaciones y la caída en la oferta
de bienes y servicios, y se hacen visibles los resultados de un proceso
de desindustrialización que, en favor de un fervor importador, llegó a
subsidiar (con la sobrevaluación del tipo de cambio) 99,9% de las
importaciones de productos como leche líquida, cemento o gasolina,
además de obreros (chinos) para construir viviendas.
La expansión rentística duró un tiempo excepcionalmente largo y en ella
se profundizaron los males que traen aparejados los estallidos
repentinos en el ingreso petrolero. La industria y el agro se redujeron
con la hoz de un tipo de cambio groseramente sobrevaluado5. Lo importado
resultó extremadamente barato y se desincentivó cualquier esfuerzo
productivo industrial o agrícola.
Esta política nada tiene que ver con
el «socialismo real» ni tampoco con el desarrollo de fuerzas productivas
pregonado por Karl Marx. Estado y empresarios se volcaron a la faena de
exportar la renta petrolera sobre la base de importaciones recrecidas y
fuertemente subsidiadas, la fuga de capitales se disparó y se expandió
un endeudamiento externo a onerosas tasas de interés (para exportar la
renta futura).
Cómo se licuó la renta petrolera en importaciones
La carestía de bienes básicos también fue consecuencia
de una vigorosa exportación de capitales que restó capacidad de
inversión productiva, gracias a una enorme sobrevaluación de la moneda.
Esta política monetaria no es más que una inconcebible transferencia de
renta petrolera desde el Estado «socialista» hacia los importadores,
quienes reciben muchos más dólares de los que deberían absorber por los
bolívares que desembolsan.
Eso significa que cada vez que el gobierno
vendía 10 dólares les estaba regalando (al menos) 9,5 dólares. Esta
lucrativa transferencia de renta al sector privado es el negocio más
oneroso y lesivo a la nación que se pueda imaginar. Pero peor aún ha
sido que las supuestas mercancías compradas con ese dólar de «regalo»
han sido en gran parte fraudes masivos, ya que la mayoría de ellas nunca
entró en el país.
En el gráfico 2, se ve con más detalle que el enorme
auge exportador de Venezuela, facilitado por la multiplicación del
precio del petróleo por más de diez, se ha visto acompañado por un voraz
auge importador.(...)
Son famosas las denuncias de importaciones de «fabulosas» máquinas de
cortar césped de 12.000 dólares y de armatostes para procesar pollos de 2
millones de dólares: cuando la gendarmería aduanal revisó el
contenedor, solo encontró herramientas oxidadas12. La reconocida empresa
de consultoría Ecoanalítica calculó que de 2003 a 2012 se robaron
69.500 millones de dólares mediante importaciones fraudulentas.
Exportadores de la zona de libre comercio de Panamá «facturaron» 1.400
millones de dólares en envíos a Venezuela; sin embargo, funcionarios
panameños aseguran que, de esa cantidad, 937 millones fueron
fraudulentos: las compañías facturaban productos inexistentes. En otro
de los casos documentados, una compañía que importaba equipos agrícolas
declaró el costo de una máquina para desgranar mazorcas en 477.750
dólares, cuando su verdadero precio es 2.900 dólares13. (...)
El proceso bolivariano ha sido más bien una variante de las políticas
económicas que derivan del llamado «rentismo petrolero», que ya se
habían experimentado en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez
(1974-1979). El componente ideológico y algunos discursos de talante
antiimperialista y antiempresarial confunden a la mayoría de los
analistas que estudian las alocuciones de los presidentes y no sus
políticas concretas.
Aunque el gobierno bolivariano expandió el gasto social, estatizó
empresas, desarrolló políticas de transferencias directas a los más
pobres y otorgó subsidios enormes en los servicios públicos, la
centralidad de su política económica no fue más que la continuación de
la apropiación radicícola de la renta petrolera y de su derroche, con el
agravamiento de la consolidación de políticas de «control» que solo
aceleraron los procesos de destrucción del agro, la industria y el
comercio en favor del enriquecimiento del capital importador-financiero y
el engorde de una casta militar-burocrática hipercorrupta que saquea a
manos llenas a la nación, hasta empobrecerla a niveles nunca antes
vistos en estas latitudes. (...)" (Manuel Sutherland
, Sin Permiso, 27/04/2018)


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