"Dentro de un mes ya no se hablará del caso Cifuentes.
Pondrán como presidente a algún político anónimo del PP, Cristina se
dispondrá a sobrellevar como pueda el resto de su vida y la política
madrileña seguirá en la ciénaga en la que permanece desde que, hace 15
años, alguien compró a dos diputados para robar un gobierno y aquello
quedó impune.
Ya no solo está comprometido el resultado del PP en las próximas elecciones, sino la subsistencia de esa imponente maquinaria política
que Manuel Fraga fundó, José María Aznar construyó y Mariano Rajoy está
a punto de conducir a un naufragio histórico. Cuando se enfila el
camino del infierno, cada destrozo es el penúltimo y cada “nueva etapa”
que se proclama resulta peor que la anterior.
Es probable que, tras el fiasco del 1-O catalán, lo sucedido en
Madrid haya hecho desbordar el vaso del rechazo en esa parte de la
sociedad que durante décadas se ha mantenido rocosamente fiel al Partido
Popular, para lo bueno y para lo malo.
Esta es la enésima comprobación del daño terrible que los partidos
políticos son capaces de hacerse a sí mismos a sabiendas. La dirección
del PP supo desde el primer día que la cornada de Cifuentes era mortal de necesidad y
que el foco infeccioso exigía amputación limpia y rápida.
Conocían
incluso cosas que los demás ignorábamos, como los peligrosos
antecedentes personales de la presidenta madrileña y la existencia de
pruebas documentales de ellos en manos vengativas. Y sabiéndolo, se
embarcaron otra vez (y van…) en esa resistencia cerril que aceleró la
septicemia del organismo entero.
¡Qué absurda se ve ahora esa Convención de Sevilla de hace solo dos
semanas! Allí estaban, aplaudiendo disciplinadamente, muchos candidatos
que pronto se jugarán los cuartos en unas elecciones dificilísimas.
Sometieron a todos a la contaminación radiactiva y esa imagen del
aplauso a la apestada pesará sobre sus campañas. Ciudadanos, por
supuesto, agradece el regalo.
Sin embargo, aún más que el caso Cifuentes y todas sus precuelas desmoraliza la pertinaz parálisis del país en las manos de Rajoy.
Se ve felices a los exégetas del Gobierno tras la superación de la
votación presupuestaria. Dicen que así se garantiza que la legislatura
seguirá hasta el final. Supongamos que tienen razón: lo que no está
claro es que esa sea una buena noticia para España.
¿De verdad es saludable seguir en este marasmo? Nuestros dirigentes
políticos –los del Gobierno y los de la oposición- han demostrado que no
saben hacer operativa una situación de fragmentación parlamentaria con
un gobierno en minoría. La falta de una mayoría electoral produjo un año
sin gobierno; y la falta de una mayoría de gobierno en el Congreso ha
producido dos años más de empantanamiento en todos los frentes. Si se
consuma el propósito de agotar la legislatura, el período 2015-2020
pasará a la historia de España como el lustro perdido. (...)
¿De qué le servirá al país que Mariano Rajoy siga dos años más en La
Moncloa? ¿Acaso dispone para la segunda mitad de la legislatura del
proyecto que le ha faltado en la primera?
Sacará este presupuesto, y ya anuncia que no habrá ninguno más.
Vegetaremos económicamente, rezando para que no se tuerzan las cosas en
Europa. (...)
Agotar la legislatura solo sirve para que Rajoy siga en el poder dos
años más. Está ahí únicamente para que no esté otro. Esa permanencia
petrificada no es estabilidad, sino mera obstrucción; y sus efectos
nocivos ya alcanzan claramente a su propio partido.
Cuando la sociedad desea compulsivamente castigar al partido del gobierno, aprovecha la primera ocasión que se le presenta para hacerlo sin contemplaciones. (...)
Ocurrirá también en 2019. Algunos ya sospechan que el designio de Rajoy es usar a sus candidatos municipales y autonómicos como carne de cañón que absorba el primer impacto
de la indignación social, para después pensarse con calma si a él le
conviene o no repetir como candidato en las generales. Si decide que no
desea que lo revuelquen, se retirará hablando de “la necesaria
renovación” para que otro se lleve la bofetada; y además, pretenderá que
se lo agradezcan.
Ya que ha decidido capitanear el naufragio, al menos que sea el último en abandonar el barco
y se hunda dignamente junto a su tripulación. Y si no, que abra cuanto
antes la puerta del búnker y deje que corra el aire. Pero no hará ni una
cosa ni la otra, ya lo verán." (Ignacio Varela, El Confidencial, 27/04/18)
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