"España atraviesa una profunda degradación política, económica, social,
y, en el trasfondo de todo, moral. La última felonía, difundida por
ciertos medios acólitos, la creencia de que España habría superado en
renta per cápita a Italia. ¡No! Y ustedes saben bien el porqué: un PIB
sobreestimado entre un 17% y 18%. El sistema está agotado. (...)
Ya no valen maquillajes encaminados a
asear el Régimen, véase operación Ciudadanos, para que, dando la
impresión de que algo cambia, todo quede igual. El futuro está en
nuestras manos y pasa ineludiblemente por asumir nuestras obligaciones
como ciudadanía, presionando y avanzando hacia un sistema donde la
libertad e igualdad de acceso sean sus rasgos distintivos.
Todos nuestros problemas como país
-salarios míseros, pensiones, baja población ocupada, futuro lúgubre de
nuestros jóvenes, desigualdad creciente, impuestos desorbitados,
desconfianza en la clase política, descentralización fallida del Estado,
corrupción…- responden a una pregunta clave, ¿cómo se gobierna España? (...)
Este análisis podría complementarse con
otra idea fundamental para entender nuestro devenir, y que ha marcado el
futuro de nuestro país. ¿Cuál ha sido el papel asignado a España dentro
de la Unión Europea, y asumido y jadeado por nuestras élites políticas y
económicas?
Como consecuencia del papel que nos asignaron, España no
sólo ha ido perdiendo paulatinamente peso e influencia en la esfera
internacional. La cuestión es que además hoy carecemos de unas élites, políticas y económicas, medianamente preparadas
para defender con uñas y dientes el bienestar y el futuro de sus
conciudadanos.
Nuestro problema, en definitiva, es la mediocridad de
quienes nos dirigen. Jamás habíamos caído tan bajo. El resultado, la
falta de un relato de pasión e ilusión en la defensa de los intereses de
nuestros conciudadanos.
Nuestro declive dentro de Europa
Si echamos la vista atrás, el origen de
los problemas actuales se remonta a mediados de los 80, justo con la
entrada en vigor del Tratado de Adhesión a la Comunidad Europea, cuando
las élites patrias cedieron ante las del norte y centro de Europa.
Asumieron sin más una reconversión industrial y una liberalización y
apertura de nuestros mercados de bienes y servicios, que unidos a la
libre movilidad de capitales, acabó siendo absolutamente nefasto para
nuestro devenir futuro. El papel que nos “asignaron” implicaba una
desindustrialización masiva, una tercerización de la economía y una bancarización excesiva.
El problema se agudizó cuando el Banco
Central Europeo, allá por 2002, implementó una política monetaria
excesivamente expansiva, con el objetivo último estimular la economía
teutona para que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía
política fiscal.
Ello aceleró e infló hasta límites insospechados la
burbuja inmobiliaria patria. Pero no contentos con tanto dislate, nos
dieron doble ración de cicuta, ya que los pasivos bancarios garantizados
se acabaron convirtiendo en deuda pública, impidiendo una
restructuración privada de la deuda a costa de acreedores, básicamente
foráneos.
En definitiva, y derivado de lo que
describen Benegas, Blanco y Villena, nos hemos convertido en un país de
camareros y crupieres, salarios bajos, endeudado hasta las cejas, sin
futuro.
Eso sí, nuestras élites patrias, profundamente rentistas, bajo
una amalgama de normas y regulaciones destinadas a favorecer a las
grandes empresas amigas, están forradas, sin aportarnos absolutamente
nada. Y todo ello bajo la mirada atenta de unos medios de comunicación
aduladores del poder, y desleales con sus conciudadanos.
España tiene futuro
Aunque cada día que pasa es más
complicado, España sí que tiene futuro. Pasa irremediablemente por una
reforma que establezca la separación de poderes, el control sobre el
poder político, y que se garantice la igualdad de acceso al sistema de
todos los ciudadanos españoles, de manera que el ascensor social
funcione. Porque a fecha de hoy no somos iguales ante la ley.
Las élites
obtienen descaradamente un trato de favor desde todos los poderes del Estado.
Es necesario, en definitiva, una profunda regeneración de la vida
pública que devuelva la capacidad de decisión a los ciudadanos y a la
sociedad civil, y orille sin miramientos a todos aquellos que han
secuestrado nuestra democracia.
Cuando ello ocurra, nuestros problemas
económicos y sociales se irán desinflando porque, pese a nuestras
élites, y, paradójicamente, España es emprendedora, con un tejido
exportador empresarial excepcional que, desde 1994, no deja de aumentar
sus ventas por el mundo tanto a nivel intensivo como extensivo.
Y todo
ello a pesar de un sistema impositivo, unas normas y regulaciones que
favorecen al Ibex 35, profundamente rentista, y que apenas genera valor
añadido en nuestra querida España. Pero para ello, hoy y ahora los
españoles tenemos unas obligaciones, luchar por garantizar la libertad y
una igualdad de acceso que unos pocos nos han hurtado. De nosotros
depende." (Juan Laborda, Vox Populi, 24/04/18)
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