"(...) El hecho de que la UE se doblegue abiertamente a las
ansias de poder global de Trump ha servido para estimular su deseo de
dominar los mercados europeos, dictar las relaciones comerciales de los
países de la UE y decidir sobre sus gastos de defensa. Trump exige a los
europeos que acepten que sus enemigos son los de la UE.
Trump cree en la doctrina de comercio unilateral y de
“acuerdos” basados en el principio de que EE.UU. debe ser quien decida
lo que vende Europa, lo que compra y cuánto debe pagar por ello. La
gigantesca petrolera francesa Total, que se había comprometido a
invertir en Irán, se ha sometido a Trump y ha roto dicho acuerdo,
haciendo oídos sordos al presidente francés.
El presidente Macron ha caído de rodillas ante la
imposición de aranceles estadounidenses a las exportaciones francesas.
París está dispuesto a apoyar “esfuerzos conjuntos para reducir
sobrecapacidades, regular subvenciones y proteger la propiedad
intelectual”. Trump escuchó el tintineo del cacito de pedir de la UE y
ha impuesto aranceles, solo para empezar.
La UE se “comprometió” a tomar represalias ante los
aranceles de EE.UU... al tiempo que secundaba sumisamente la guerra
comercial de Trump con China. La Comisión Europea (CE) anunció la
apertura de una querella... ¡contra China! Haciéndose eco de las
alegaciones de Trump, en el sentido de que Pekín había cometido el
“delito” de insistir (“forzar”, según la retórica de EE.UU.) en que los
inversores extranjeros aportaran tecnología como parte del trato para
hacer negocios conjuntos.
Trump, además, se ha vuelto contra México y Canadá, sus aliados lacayos del NAFTA, abofeteándoles con aranceles.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se
mostró consternado tras agasajar a Trump, quien comió, bebió y luego le
lanzó a la cara los aranceles que pensaba imponer al acero y al
aluminio, además de amenazarle con abandonar el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (NAFTA).
En respuesta, Trudeau mencionó el siglo y medio de
respaldo canadiense a las guerras imperiales estadounidenses. Pero fue
en vano. Para Trump, el pasado, pasado está, y es el momento de dar un
paso adelante y que los canadienses compren productos de EE.UU.
Y cuando Trudeau mencionó la posibilidad de imponer
aranceles recíprocos a las exportaciones de EE.UU., Trump contraatacó
amenazando con romper todos los tratados comerciales, momento en el cual, Trudeau propuso seguir negociando.
El gravamen impuesto por Trump a las exportaciones de
aluminio y acero mexicanas provocó la contundente respuesta de un
verdadero lacayo: el presidente mexicano Peña Nieto afirmó que las
negociaciones “seguían su curso” ¡con la participación de empresas
estadounidenses!
Cuanto más presiona Trump, mas se retiran la UE y los
aliados de Norteamérica. Frente a la retórica revanchista de la UE, el
presidente Trump tuiteó a la canciller alemana Angela Merkel
amenazándola con imponer aranceles por valor de 20.000 millones de
dólares a los coches alemanes. Merkel y el presidente de Volkswagen
rompieron filas con la UE y descartaron cualquier mención a represalias y
a la unidad de la UE. Se mostraron partidarios de abrir negociaciones y
propusieron “acuerdos bilaterales trasatlánticos” ¡en los términos
dictados por Trump!
Trump no está improvisando, ni tiene una conducta
errática. Hace uso del poder; sabe que la debilidad de sus competidores
va acompañada de puñaladas traperas entre ellos y se dedica a explotar
su apaciguamiento animándoles a que se arrastren a sus pies.
El presidente Trump muestra una gran “voluntad de poder”.
El apaciguamiento en la década de los treinta del
siglo pasado permitió a los alemanes derrotar a Europa y ocuparla. En el
siglo XXI, el presidente Trump está derrotando a la UE y conquistando
sus mercados.
Conclusión
El lenguaje de la política es el de las potencias
dominantes. Las “reformas” de Trump han deformado todos los tratados,
alianzas y acuerdos pasados y presentes, en su campaña por la dominación
mundial.
Mientras Reino Unido y Ucrania le hacen los recados,
inventando asesinatos rusos y resucitando a las víctimas, Trump mantiene
sus ojos fijos en la recompensa: los mayores mercados del mundo, China y
la UE.
Lo cierto es que Trump puede agradecer a los
canadienses que mueran en sus guerras de Asia, Oriente Medio y América
Latina, pero eso no quita que declare al primer ministro Trudeau: “El
negocio es el negocio, Justin, así que inclínate y canta, `Dios bendiga
América´”.
Lo mismo puede decirse para Theresa May y Boris
Johnson: “Cerrad los ojos y disfrutad viendo cómo nuestros aranceles
cierran vuestras acerías ahora y vuestras fábricas de automóviles
mañana”.
Trump conoce bien a sus postrados aliados y predica: “¡Cuanto más les jodes más les gusta!”.
Así es la doctrina Trump. Y no se trata solo de su
opinión personal; al mercado de valores le encanta; los multimillonarios
de Silicon Valley y los fabricantes sacan tajada de las medidas
proteccionistas internas y los mercados libres en el exterior.
A Trump le divierte que el cuarteto formado por
Trudeau, Macron, Merkel y May entone una original composición: “Hagamos
fuerte a Estados Unidos en un mundo de peleles”.
(James Petras , Rebelión, 16/06/18, Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo)
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