21.6.18

James Petras: Trump no está improvisando, ni tiene una conducta errática. Hace uso del poder; sabe que la debilidad de sus competidores va acompañada de puñaladas traperas entre ellos

"(...) El hecho de que la UE se doblegue abiertamente a las ansias de poder global de Trump ha servido para estimular su deseo de dominar los mercados europeos, dictar las relaciones comerciales de los países de la UE y decidir sobre sus gastos de defensa. Trump exige a los europeos que acepten que sus enemigos son los de la UE.

Trump cree en la doctrina de comercio unilateral y de “acuerdos” basados en el principio de que EE.UU. debe ser quien decida lo que vende Europa, lo que compra y cuánto debe pagar por ello. La gigantesca petrolera francesa Total, que se había comprometido a invertir en Irán, se ha sometido a Trump y ha roto dicho acuerdo, haciendo oídos sordos al presidente francés.

El presidente Macron ha caído de rodillas ante la imposición de aranceles estadounidenses a las exportaciones francesas. París está dispuesto a apoyar “esfuerzos conjuntos para reducir sobrecapacidades, regular subvenciones y proteger la propiedad intelectual”. Trump escuchó el tintineo del cacito de pedir de la UE y ha impuesto aranceles, solo para empezar.

La UE se “comprometió” a tomar represalias ante los aranceles de EE.UU... al tiempo que secundaba sumisamente la guerra comercial de Trump con China. La Comisión Europea (CE) anunció la apertura de una querella... ¡contra China! Haciéndose eco de las alegaciones de Trump, en el sentido de que Pekín había cometido el “delito” de insistir (“forzar”, según la retórica de EE.UU.) en que los inversores extranjeros aportaran tecnología como parte del trato para hacer negocios conjuntos.

Trump, además, se ha vuelto contra México y Canadá, sus aliados lacayos del NAFTA, abofeteándoles con aranceles.

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se mostró consternado tras agasajar a Trump, quien comió, bebió y luego le lanzó a la cara los aranceles que pensaba imponer al acero y al aluminio, además de amenazarle con abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA).

En respuesta, Trudeau mencionó el siglo y medio de respaldo canadiense a las guerras imperiales estadounidenses. Pero fue en vano. Para Trump, el pasado, pasado está, y es el momento de dar un paso adelante y que los canadienses compren productos de EE.UU.

Y cuando Trudeau mencionó la posibilidad de imponer aranceles recíprocos a las exportaciones de EE.UU., Trump contraatacó amenazando con romper todos los tratados comerciales, momento en el cual, Trudeau propuso seguir negociando.
El gravamen impuesto por Trump a las exportaciones de aluminio y acero mexicanas provocó la contundente respuesta de un verdadero lacayo: el presidente mexicano Peña Nieto afirmó que las negociaciones “seguían su curso” ¡con la participación de empresas estadounidenses!

Cuanto más presiona Trump, mas se retiran la UE y los aliados de Norteamérica. Frente a la retórica revanchista de la UE, el presidente Trump tuiteó a la canciller alemana Angela Merkel amenazándola con imponer aranceles por valor de 20.000 millones de dólares a los coches alemanes. Merkel y el presidente de Volkswagen rompieron filas con la UE y descartaron cualquier mención a represalias y a la unidad de la UE. Se mostraron partidarios de abrir negociaciones y propusieron “acuerdos bilaterales trasatlánticos” ¡en los términos dictados por Trump!

Trump no está improvisando, ni tiene una conducta errática. Hace uso del poder; sabe que la debilidad de sus competidores va acompañada de puñaladas traperas entre ellos y se dedica a explotar su apaciguamiento animándoles a que se arrastren a sus pies.

El presidente Trump muestra una gran “voluntad de poder”.
El apaciguamiento en la década de los treinta del siglo pasado permitió a los alemanes derrotar a Europa y ocuparla. En el siglo XXI, el presidente Trump está derrotando a la UE y conquistando sus mercados.
Conclusión

El lenguaje de la política es el de las potencias dominantes. Las “reformas” de Trump han deformado todos los tratados, alianzas y acuerdos pasados y presentes, en su campaña por la dominación mundial.

Mientras Reino Unido y Ucrania le hacen los recados, inventando asesinatos rusos y resucitando a las víctimas, Trump mantiene sus ojos fijos en la recompensa: los mayores mercados del mundo, China y la UE.

Lo cierto es que Trump puede agradecer a los canadienses que mueran en sus guerras de Asia, Oriente Medio y América Latina, pero eso no quita que declare al primer ministro Trudeau: “El negocio es el negocio, Justin, así que inclínate y canta, `Dios bendiga América´”.

Lo mismo puede decirse para Theresa May y Boris Johnson: “Cerrad los ojos y disfrutad viendo cómo nuestros aranceles cierran vuestras acerías ahora y vuestras fábricas de automóviles mañana”.
Trump conoce bien a sus postrados aliados y predica: “¡Cuanto más les jodes más les gusta!”.

Así es la doctrina Trump. Y no se trata solo de su opinión personal; al mercado de valores le encanta; los multimillonarios de Silicon Valley y los fabricantes sacan tajada de las medidas proteccionistas internas y los mercados libres en el exterior.

A Trump le divierte que el cuarteto formado por Trudeau, Macron, Merkel y May entone una original composición: “Hagamos fuerte a Estados Unidos en un mundo de peleles”.                    

(James Petras , Rebelión, 16/06/18, Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo)

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