"El ínclito Mariano Rajoy -ese
presidente que llegó al Gobierno empujado por los votos desesperados de
los ciudadanos en 2011 para salvar a España de la desastrosa situación
en la que nos había dejado José Luis Rodríguez Zapatero-,
con una mayoría aplastante para hacer las reformas que el país
necesitaba, decidió que la industria, motor de la economía en cualquier
país que se precie, desapareciera del mapa de prioridades eliminando el
Ministerio asociado y colocando tan importante materia en una secretaría
general dentro del denostado Ministerio de Economía dirigido por el
incompetente Luis de Guindos, cuya mayor hazaña fue arruinar a miles de inversores tras venderles basura empaquetada como si fuera oro molido.
Rajoy, decidió que era prioritario
esquilmar a la población subiendo los impuestos brutalmente, crear un
modelo de crecimiento ficticio del PIB a costa de un endeudamiento
mayor, promover una reforma laboral para sustituir empleos dignos por
empleos indignos, más propios de un país tercermundista, destruir gran
parte de la clase media y, en definitiva, iniciar la senda para
convertir a España en un país de camareros.
El peso de la industria en España
(excluyendo los monopolios de energía y gas) ha pasado del ser un 35% en
1975 a un 13% en 2017. Su valor es de unos 150.000 millones de euros,
un dato lamentable si lo comparamos con los más de 660.000 millones de
Alemania, los 250.000 millones de Italia, los 230.000 millones de
Francia, los 220.000 millones de Reino Unido, los 350.000 millones de
Corea del Sur o los 960.000 millones de euros que produce Japón.
España, representa hoy la ridícula
cantidad del 1,2% del PIB industrial mundial, y si, por ejemplo, nos
comparamos con un país en claro ascenso, como es Irlanda, en los últimos
diez años su PIB industrial ha crecido un 200% mientras que el de
España ha caído un 20%.
En resumen, Rajoy prefirió
dar prioridad a otro tipo de industria, la industria política, esa que
componen centenares de miles de familiares, amigos y correligionarios,
que es el verdadero cáncer que sufre España, en detrimento de la
inversión en tejido productivo, fundamental para la creación de bienes y
servicios de alto valor añadido que proporcionen competitividad,
salarios elevados, altos tributos, garantizar el sistema de pensiones y,
en definitiva, la prosperidad del país. (...)" (Juan Carlos Bermejo, Vox Populi, 16/06/18)
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