"La última cumbre de la UE, en los últimos días de junio, vino
precedida, el 19 de junio, por una reunión preparatoria Merkel-Macron.
El Presidente francés, al que se presentó como la “esperanza blanca” de
la UE, no pinta nada.
“Merkel y Macron acuerdan un presupuesto para la zona euro”,
celebraba el titular. La simple realidad es que ya no queda
absolutamente nada de la propuesta de Macron para “refundar Europa” sin
tocar su andamiaje neoliberal.
El “presupuesto de la zona euro” de Macron debía ser (se suponía)
para financiar todo aquello que la austeridad germana asfixió. Tenía que
ser “un presupuesto de varios puntos del PIB de la zona euro”. Merkel
aclaró que nada de eso: sería un “presupuesto de dos dígitos”
(es decir inferior a los 100.000 millones, o sea calderilla) y
encaminado a la “competitividad y la convergencia”, es decir cero
keynesianismo.
Hasta el cándido François Hollande obtuvo más, la última
vez que propuso algo parecido a Merkel. Respecto a los otros puntos del
programa de Macron, “parlamento de la zona euro” (¿para hacer qué?),
“convenciones ciudadanas” para discutir el futuro de la UE, etc., hace
tiempo que nadie se lo toma en serio.
Hubo que esperar diez días, al 30 de junio, para comprender quién había
marcado línea en aquella cumbre: la derecha alemana. Ninguna sorpresa,
la derecha alemana gana siempre en la UE. La “línea europea” es
básicamente el mínimo común denominador del conjunto, orquestado por el
nacionalismo alemán.
La novedad es que ese nacionalismo se derechiza. En
el Bundestag ya tenemos el mayor grupo parlamentario de extrema derecha
del continente: 92diputados. Merkel no quiere que su CDU sea erosionada
por la derecha, así que cede ante la propia extrema derecha de su
familia política, la CSU bávara, que está muy cerca de la Alternative für Deutschland. (...)" (Rafael Poch, blog, 09/07/18)
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