"Dejando a un lado los reparos, Europa quiere volver a los campos de
internamiento. Se supone que los campos van a ser la solución. La idea
es que ya se retenga a los emigrantes en África —en Libia, por ejemplo, o
en Níger— antes de que emprendan su peligrosa travesía por mar en
dirección a Europa. Es lo que quiere la UE. Incluso a los refugiados
que, a pesar de todo, consigan llegar a territorio de la UE, lo que les
esperará serán campos en suelo europeo. (...)
El gobierno alemán quiere ampliar la tierra de nadie situada en la frontera entre
Alemania y Austria, de manera que se pueda interceptar a los emigrantes y
refugiados antes de que entren oficialmente en Alemania y tengan
derecho a un procedimiento regular de solicitud de asilo. Se crea una
“ficción de la no entrada”, como se la denomina en el acuerdo. Artimañas
del Estado. (...)
Por supuesto, los centros vallados en los que se concentrará a los emigrantes no
se van a llamar campos. Ese nombre evocaría asociaciones terribles. A la
memoria vendrían los campos de concentración nazis, el sistema de
gulags soviéticos, los campos de refugiados para generaciones de
palestinos o el campo de prisioneros estadounidense de Guantánamo.
No. En Alemania, estas no cárceles se llamarán “centros de tránsito”,
una denominación amable, eficiente, práctica, inspirada en las zonas de
tránsito de los aeropuertos en las que los viajeros cambian de avión.
Una ocurrencia parecida a la de quienes denominan “turismo de asilo” a
la huida de la guerra y la pobreza.
La política de la Unión Europea
todavía está indecisa en lo que se refiere a su terminología para los
campos. (...)
Bajo todo este barniz lingüístico, la realidad es que Europa ya no es lo
bastante noble como para no crear campos cerrados y vigilados para
personas que no han cometido ningún delito. Los campos se van a
convertir en un elemento cotidiano, en algo normal. Si es posible, se
instalarán en sitios horribles y lejanos; si es necesario, en nuestro
propio territorio. Recluir, recontar, registrar.
La alegría con la que se lleva adelante el plan deja boquiabierto. Solo han
pasado dos años desde que la opinión pública europea condenase a
Australia por sus brutales campos de internamiento, gestionados por
empresas privadas de seguridad, en las islas de Nauru y Manus, en el
Pacífico, y ya estamos dispuestos a dejar a un lado los reparos.
¿Por
qué no pagar a los libios para que detengan y encierren a la gente?
Cuando la política procede a internar a la gente en campos sin que
haya ocurrido ninguna catástrofe, lo hace por otros motivos. En este
caso se trata de controlar, ordenar, reeducar, dominar. (...)
“Nunca más campos en Alemania” es un eslogan ridículo en opinión de
los gobernantes alemanes. La razón es que evoca imágenes que,
supuestamente, nada tienen que ver con el presente.
El objetivo de los
diversos campos para emigrantes de Europa y de fuera de sus fronteras no
es exterminar, sino “tan solo” controlar el acceso y disuadir. Esto
tiene que ser explícito. Por el mundo debe correr la noticia de los
campos del horror, y no la del paraíso estadounidense.
La normalización de la reclusión en campos en Europa —al igual que
los campos para niños emigrantes de Estados Unidos que el autor irlandés
Fintan O’Toole califica de “test de mercado para la barbarie”—
constituye un indicio de que el barniz de civilización es cada vez más
fino. Todo lo que hagamos por oponernos a ello será poco." (David Hesse, columnista de Tages-Anzeiger , El País, 09/07/18)
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