17.7.18

Paul Krugman: la alianza tácita entre las empresas y los ricos, por una parte, y los racistas, por otra, es la esencia del movimiento conservador moderno... de ahí viene Trump, un candidato que habla en serio de racismo, con el apoyo de las bases republicanas, pero al que ya no se puede controlar...

"(...) El caso es que las grandes empresas están recogiendo lo que han sembrado. No hay una única causa que nos haya llevado a este terrible momento, pero la cínica política de la América empresarial durante décadas ha desempeñado un papel clave.

 ¿A qué me refiero cuando digo política cínica? En cierta medida, aludo a la alianza tácita entre las empresas y los ricos, por una parte, y los racistas, por otra, que es la esencia del movimiento conservador moderno. 

Durante tiempo dio la impresión de que las empresas tenían el juego bajo control: ganar elecciones con mensajes racistas velados y luego pasar a un programa de rebajas fiscales y liberalización. Pero tarde o temprano iba a pasar algo como Trump: un candidato que habla en serio de racismo, con el apoyo entusiasta de las bases republicanas y al que no se puede controlar.

Hace poco, Tom Donohue, el presidente de la Cámara, publicaba un artículo en el que condenaba el maltrato de Trump a los niños en la frontera, y declaraba que “no somos así”. 

Lo siento, señor Donohue, sí son así: ustedes y sus aliados se han pasado décadas empoderando a los racistas, y ahora toca pagar la factura. Pero la política migratoria racista no es el único ámbito en el que la gente como Donohue se enfrenta a un monstruo que ha ayudado a crear.

Cuando organizaciones como la Cámara de Comercio o la Fundación Heritage declaran que los aranceles son una mala idea, se basan en razones intelectuales: todos los expertos económicos coinciden. Pero no tienen ninguna credibilidad, porque esas mismas instituciones conservadoras se han pasado décadas haciendo la guerra contra los expertos. 

El caso más evidente es el del cambio climático, en el que las organizaciones conservadoras, incluida la Cámara por supuesto, se han comportado durante mucho tiempo como “mercaderes de dudas”, generando escepticismo y bloqueando la adopción de medidas frente a un consenso científico abrumador. 

Hablando en plata, es difícil pasar del “no prestar atención a esos supuestos expertos que dicen que el planeta se está calentando” a “el proteccionismo es malo, y todos los expertos están de acuerdo”.

Del mismo modo, las organizaciones como Heritage han promovido la economía de la oferta, es decir, la economía vudú —la afirmación de que los recortes fiscales generarán un enorme crecimiento y compensarán a la larga— aunque ningún experto económico esté de acuerdo.

 Por tanto, ya han aceptado el principio de que está bien decir tonterías en lo que a economía se refiere si resulta conveniente desde el punto de vista político. Y ahora viene Trump con tonterías diferentes, afirmando que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. ¿Cómo pueden convencer a alguien de que las tonterías que dice son malas, y que las que dicen ellos son buenas?

Pero puede que una guerra comercial solo sea el principio del castigo que las grandes empresas se han infligido a sí mismas. Es posible que el futuro nos depare más espeluznantes, porque Trump no solo es un proteccionista, es un autoritario.

 Las guerras comerciales son terribles, pero el poder desenfrenado es mucho peor, y no solo para los que son pobres y están indefensos.

Piensen en el hecho de que Trump ya ha tomado por costumbre amenazar a las empresas que le llevan la contraria.  (...)

Con una victoria del Partido Republicano en las elecciones de mitad de mandato, mucha gente y muchas instituciones quedarían a merced de los instintos autoritarios de Trump, las grandes empresas incluidas. (...)

El caso es que no solo está en peligro el comercio mundial, sino el Estado de derecho. Y hasta cierto punto está en peligro porque las grandes empresas renunciaron a todos sus principios en su afán de obtener recortes fiscales."                ( , El País, 06/07/18

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