4.7.18

Sobre el alcance histórico de la elección de López Obrador: es una transición formal a la democracia y la experiencia de un gobierno progresista tardío en México... es el resultado de la intervención de los jóvenes en el terremoto de 1985, de la victoria de Cárdenas en 1988, del levantamiento zapatista en Chiapas en 1994, del repudio al fraude que impuso a Calderón y a Peña Nieto...

"Hay que festejar un acontecimiento histórico: la primera derrota electoral de las derechas mexicanas reconocida como tal. (...)

En primer lugar, con la elección de López Obrador culmina un largo y tortuoso proceso de transición formal a la democracia en tanto se realiza la plena alternancia en el poder al reconocerse la derrota electoral de las derechas y la correspondiente victoria de la oposición de centro-izquierda, aquella que había aparecido en 1988 para disputar al PAN el lugar de oposición consecuente. (...9

La alternativa planteada por el neocardenismo y el PRD simplemente propugnaba el retorno al desarrollismo, pero con un acento más pronunciado hacia la justicia social y con otro diagnóstico sobre las causas de la desigualdad respecto del programa actual de AMLO y Morena que coloca a la corrupción como el factor sistémico, como causa y no como consecuencia de las relaciones y los (des)equilibrios de poder. (...)

El círculo de la alternancia -y también del beneficio de la duda- que se cierra con esta elección, marca sin duda un pasaje histórico significativo pero que no garantiza el alcance histórico del proceso que sigue.

Más aún si las expectativas son tan elevadas como las que suscita AMLO al sostener que encabezará la cuarta transformación de la historia nacional, autoproclamándose el heredero de Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas. Lejos de todo izquierdismo, privilegia el rasgo moralizador y el perfil de estadistas y demócratas de estas figuras.

 No hay truco ni engaño, a la letra de su programa y de su discurso de campaña, esta transformación atañe fundamentalmente a la refundación del Estado en términos éticos y, solo en segunda instancia, ésta tendrá las reverberaciones económicas y sociales necesarias para la estabilización de una sociedad en crisis.

 Del éxito de la cruzada anticorrupción se deriva no solo la realización de la hazaña histórica de moralizar la vida pública, sino la posibilidad de lograr tres propósitos fundamentales: pacificar el país, relanzar el crecimiento vía mercado interno, redistribuir el excedente para asegurar condiciones mínimas de vida a todos los ciudadanos. Se trata de una ecuación que, para convencer propios y extraños, ha sido repetida hasta el cansancio durante la campaña.

 Respecto de los gobiernos progresistas latinoamericanos de las últimas décadas, el horizonte programático de AMLO está dos pasos atrás en términos de ambiciones antineoliberales, mientras destaca por la insistencia en la cuestión moral, justo en la que muchos de esos gobiernos naufragaron, y, por otra parte, por tener ante sí el desafío de la pacificación, con todas las dificultades del caso, pero también con la oportunidad de tener un impacto profundo y marcar un cambio substancial respecto del rumbo actual.

 Por la urgencia y la sensibilidad que lo rodea, será en este terreno -más que en cualquier otro- donde se medirá el alcance del nuevo gobierno, su popularidad y estabilidad en los próximos meses.  (...)

La fórmula obradorista, desde 2006, tiene un tinte plebeyo y anti oligárquico: se construye sobre la relación líder-pueblo y la fórmula “solo el pueblo puede salvar al pueblo”. Al mismo tiempo, tanto Morena como la campaña fueron construidos alrededor de la centralidad y la dirección incuestionable de AMLO, una personalización que llegó al extremo de llamar el acto de cierre de campaña AMLOfest y de usar el acrónimo AMLO como una marca o un hashtag (#AMLOmanía).

 Pero, junto al pueblo obradorista y a su guía, están otros grupos con creencias y prácticas muy diversas entre sí: los dirigentes de Morena y de los partidos aliados (PT y PES) y toda la pléyade de grupos de priistas, perredistas y panistas que, oportunistamente, cambiaron de bando al último momento. También están vastas franjas de clases medias conservadoras, así como sectores empresariales a los cuales AMLO dedicó especial atención en la campaña en el afán de desactivar su animadversión y para poder contar con su colaboración a la hora de tomar posesión del cargo. 

Cada uno de ellos exigirá lo propio, pero sobre todo serán valorados en relación con su especifico peso social, político y económico en aras de mantener el equilibrio interclasista y la gobernabilidad. 

Entonces “juntos” y revueltos, siguiendo el esquema populista, una abigarrada articulación de un vacío que solo pudo llenar la ambigüedad discursiva y ahora la capacidad de arbitraje y el margen de decisión del líder que la elaboró y la difundió.

 Entre equilibrios precarios y alianzas variables, se vuelve imprescindible el recurso a la tradición y la cultura del estatalismo y del presidencialismo mexicano -con sus aristas carismáticas y autoritarias- que, no casualmente, no fue cuestionado a lo largo de la campaña obradorista.

Al margen de los contenidos que, como anuncia el programa, oscilarán entre una substancial continuidad del modelo neoliberal, condimentada con dosis limitadas de regulación estatal y de redistribución hacia los sectores más vulnerables, la cuestión democrática es la que podría paradójicamente frustrar las expectativas de cambio histórico para reducirse a un esquema plebiscitario bonapartista, ligado a la figura del líder máximo que convoca a opinar sobre la continuidad de su mandato u otros temas emergentes.  (...)

Esperemos que la transición formal a la democracia que hemos presenciado el 1 de julio y la experiencia de un gobierno progresista tardío en México no cierren las puertas a la participación desde abajo y, por el contrario, propicien el florecimiento de instancias de autodeterminación. Esto sí que podría abrir la puerta a una transformación de portada histórica."               (Massimo Modonesi , Rebelión, 03/07/18) 


"(...) El 52,87 de AMLO es el resultado de la intervención de los jóvenes en el terremoto de 1985, de la victoria de Cárdenas en 1988, del levantamiento zapatista en Chiapas en 1994, del repudio al fraude que impuso a Calderón y a Peña Nieto, de la resistencia heroica contra un régimen de asesinatos, atentados contra los derechos y las conquistas y sumisión al imperialismo. El triunfo es de los oprimidos, no de AMLO o MORENA, que fueron el canal transitorio de una voluntad general.

El 71 por ciento de votos por MORENA en Chiapas indica que el zapatismo y todos los pobres votaron allí en masa por AMLO. El 66,27 en Guerrero y el 65,52 en Morelos revelan la misma ola social de fondo, expresan un ¡Basta ya! generalizado, un nuevo escalón ascendiente en la construcción de una conciencia anticapitalista.

AMLO, como se preveía, está siendo aceptado por los capitalistas como un mal menor, pero su elección será considerada por sus votantes como un triunfo propio, como un acceso no sólo al gobierno sino también al poder. Por eso quienes votaron por López Obrador pasarán dentro de poco a pedirle, exigirle, medidas concretas contra sus explotadores. 

AMLO llamó de inmediato a la reconciliación, pero sus votantes piden medidas drásticas e inmediatas contra los asesinos, los corruptos y ladrones, los dueños de minas, los hambreadores, los que venden el país. López Obrador, como nuevo Madero, quiere hacerse cargo del Estado así como está, pero quienes lo han hecho presidente luchan en cambio contra ese Estado culpable del crimen de Ayotzinapa y lleno de Huertas potenciales.  (...)

Hoy es el momento de los brindis y de los festejos y de la suma de todos los oportunistas al carro del vencedor pero ya se acercan los días de los reclamos populares y de las divisiones en MORENA y el gobierno de centroderecha que formará López Obrador para tranquilizar a sus garantes en las fuerzas armadas, en la burguesía y en Washington.  (...)

Es la hora de apoyar todo lo que sea positivo y de criticar las medidas procapitalistas o insuficientes ayudando a los votantes de AMLO, codo con codo con ellos, a organizarse y sacar sus propias conclusiones."         (Guillermo Almeyra , Rebelión, 03/07/18)

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