22.10.18

Paradoja del turismo español: regiones cada vez más ricas con habitantes más pobres

"Hace 20 años, los habitantes de Baleares eran los terceros más ricos de España, solo por detrás de madrileños y navarros. Las islas recibían casi 10 millones de turistas, una cifra en aumentó desde principios de los noventa. Pero a partir del año 2000, la renta per cápita empezó a descender con respecto de la española: en 2001, Baleares ocupaba la quinta posición; en 2007, la sexta, y ahora es la séptima. La superan Aragón, Cataluña, Madrid, Navarra, el País Vasco y La Rioja.

Al mismo tiempo, la llegada de turistas no ha parado de crecer: 2018 será, debido al descenso en todo el país, el primero en que el turismo se estanque desde 2012.

El caso es similar en las Islas Canarias y las provincias de Almería, Alicante y Castellón, cuya renta per cápita respecto de España ha caído entre el 10% y el 16% en las dos últimas décadas. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué en varias de las regiones más turísticas de España los habitantes pierden riqueza a pasos agigantados?

"Baleares es el caso más claro", explica el economista Miquel Puig. "Es espectacular: no hace mucho era de las regiones más ricas de España. La he comparado con otras zonas turísticas europeas, como el Tirol austríaco, y allí no pierden prosperidad. Mi tesis es que tiene que ver con lo que se paga a los trabajadores

El turismo español puede pagar poco porque la ley lo permite y porque hay mucha gente dispuesta a ir a ganar algo. Eso hace que en las zonas turísticas se concentre mucha población, crezcan demográficamente y, aunque el PIB suba muchísimo, el PIB per cápita vaya para atrás".

Puig no va desencaminado. Baleares y Canarias son, junto a Madrid, las comunidades que más crecen tras la crisis. En los últimos años, su PIB global ha aumentado por encima de la media española: en 2016, Canarias creció un 3,5%, Baleares un 3,8% y España un 3,2%.

 También son las que más turistas reciben (junto a Madrid, Cataluña y Andalucía) y las que más han disparado su población: hoy, en Baleares vive un 30% más de gente que en 1996 y en Canarias, un 24%, mientras que en España ese dato es del 14,8%.

Esta combinación de factores provoca que, aunque el producto interior bruto crezca —en gran parte, gracias al turismo—, su riqueza por habitante sea menor.

"El éxito turístico convivió durante muchos años con tasas de crecimiento económico audaz", apunta Antoni Riera, catedrático de Economía y director técnico de la Fundación Impulsa Balears. "Independientemente del ciclo, siempre había una alta correlación entre llegada de turistas y crecimiento de la economía. 

Pero a partir de 2000 se rompió. Aunque la economía crecía, los incrementos de turistas no se traducían en incrementos de renta per cápita. Es mal síntoma: crecer es bueno cuando supone mejoras de bienestar. Y no está ocurriendo. Una economía así está enferma. Baleares lo está".

 El análisis de ambos coincide en los síntomas y difiere levemente en las soluciones, pero llega a la misma conclusión: una industria que genera tantos ingresos debería ser capaz de traducirlos en prosperidad para su población. "Antes del 'boom', Baleares era pobre", explica Riera. "Sus tierras pasaron del uso agrícola al turístico y fueron muy productivas.

 Pero la productividad es cada vez menor. En sus primeras fases, una economía crece por acumulación: más turistas, trabajadores e infraestructura. Es exitoso. Cuando llega a un estadio de desarrollo alto, el volumen deja de ser óptimo. La estrategia ha caducado".

 Puig es más contundente. Este economista catalán desarrolló su teoría en un libro ('La gran estafa: una propuesta económica para sacar a España de la mediocridad') en que sugiere que el éxito turístico no debe medirse por volumen de turistas, sino por su contribución a la prosperidad: a la renta per cápita, a su distribución y a su aportación al Estado del bienestar. Para él, el culpable está claro: los sueldos. "El turismo debe valorarse por sus salarios", incide.

 "Para mí, hay dos tipos de turismo: el bueno y el malo. El bueno paga bien y el malo paga mal. Los hoteles de muchas estrellas no son necesariamente buen turismo. No me importa lo que paga el turista por la cerveza, lo que nos importa socialmente es cuánto cobra el camarero: si cobra bien, pagará impuestos y gastará; si cobra mal, su puesto estará subvencionado y malvivirá". (...)"                        (Analía Plaza, El Confidencial, 04/10/18)

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