"Una chispa suele encender la pradera, es un tópico. Sobre todo cuando la
chispa la origina el aumento del precio de los carburantes. Ciudadanos
hastiados de verse exprimir como limones mientras el riquerío que escapa
a todo –impuestos, restricciones, inseguridad, contaminación,
limitaciones de todo tipo– decidieron movilizarse. Solos. Sin la
intervención de ningún sindicato, ningún partido político, ninguna
asociación, ninguna estructura social.
(...) los politólogos se precipitan a los canales de TV a explicar el
porqué del cómo, y el cómo del porqué, sin comprender ellos mismos lo
que ocurre.
Sin embargo es simple: los miserables se cansaron de pagar con sus dificultades financieras los excesos de los poderosos.
El tema viene de lejos. Llegado al poder, una de las primeras medidas
de Sarkozy consistió en reducir los impuestos de las grandes fortunas
en más de 15.000 millones de euros, al tiempo que aumentaba los
impuestos que paga la inmensa mayoría.
Su Gobierno, de derecha, de esos
arrogantes que dicen saber cómo manejar la economía, se saldó por un
incremento de la deuda pública de más de 600.000 millones de euros. (...)
Le sucedió Hollande, un socialista, en fin un socialdemócrata, un picha floja, (...)
llegado al palacio de Gobierno, reducir los impuestos de los
privilegiados en un monto superior a los 10.000 millones de euros. Para
compensar, congeló las pensiones de los jubilados durante cinco años. No
satisfecho, inventó un programa de «ayuda a las empresas para facilitar
la creación de empleo». Costo del programa: 50.000 millones de euros al
año. Inútil precisar que del millón de empleos prometidos las grandes
empresas no crearon ni uno. Pero se quedaron con los 50.000 millones de
euros anuales.
¿Quién era el consejero económico de Hollande? Un banquero de
negocios venido directamente del Banco Rothschild, un cierto Emmanuel
Macron. Que traicionó a Hollande y, financiado por las grandes fortunas,
se lanzó en una carrera presidencial como candidato ni de izquierda, ni
de derecha sino de todo un poco. (...)
Al asumir el cargo, Macron tomó una medida urgente: eliminar el
impuesto a la fortuna, con el objetivo declarado de darle plata a los
ricos para que estos inviertan, y así creen empleo. Reducción total del
impuesto: más de 5.000 millones de euros.
Puede parecer inimaginable, pero este discurso para imbéciles aún da
el pego, cala en algunos sectores aburridos de no salir de perdedores, y
que buscan alguna salida a las dificultades de la vida cotidiana. El
desempleo aumenta, a pesar de que los ricos son más ricos.
Para compensar, – hay que equilibrar los presupuestos del Estado como
exige Bruselas– Macron le aumentó los impuestos a los jubilados,
re-congeló las pensiones, y cometió el error excesivo: aumentó las tasas
e impuestos de los carburantes. La gota que desbordó el vaso…
Pasa a que a los pobres ( al que se le exige movilidad para encontrar
empleo o deben utilizar un automóvil, o una moto para ir a trabajar )
la subida de los carburantes equivale a darle de comer a la familia
durante dos o tres días. Peor aún: muchos hogares modestos tienen
calefacción a fioul, un carburante cuyo precio no cesa de aumentar. El
costo de la calefacción para una familia de cuatro personas gira en
torno a los 2.000 euros anuales.
Emmanuel Macron, apodado justamente “el presidente de los ricos”, no conoce esa realidad. En su distinguida arrogancia de banquero, cuando un joven diplomado
de horticultura le explica que no encuentra empleo, Macron le responde:
«Yo, atravieso la calle y le encuentro empleo inmediatamente». Se
refería a un empleo de lavador de vajilla en un restorán, o a un empleo
de servidor de copas en el bar de la esquina.
El desprecio por los esfuerzos de quien estudia para dotarse de un
oficio calificado, fue demasiado. Vino del señorito Macron que, en un
discurso en una estación de ferrocarriles dijo, literalmente: «En las
estaciones de ferrocarril uno encuentra todo tipo de personas. Unos
cuantos que han tenido éxito, y muchos que no son nada» (sic).
Esa es la genealogía del movimiento espontáneo de estos ciudadanos
que para identificarse se ponen el chaleco amarillo que exige la
seguridad rutera." (Luis Casado,Ingeniero del Centro de Estudios Superiores , Paris. Krítica, 24/11/18)
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