"Las cifras sobre la pobreza infantil son tozudas. Muestran una realidad que, aunque la mayoría nos negamos a creer, está ahí, silente y dura, muy dura. Porque esos niños que viven en un entorno sin recursos son ciudadanos que ni tienen ni tendrán las mismas oportunidades que el resto.
En este país, uno de los grandes de la Unión Europea, hay niños que pasan hambre, que tienen frío
en su casa, que no pueden tener ropa nueva o cambiar de zapatos, ni
celebrar su cumpleaños, uno de los mayores sueños infantiles. (...)
Son pobres con todas las letras. Pobres de solemnidad. Y en absoluto son pocos. (...)
Más de 140.000 hogares en los que viven al menos un menor sobreviven a
día de hoy sin que ninguno de sus miembros ingresen ni un euro, según
las cifras facilitadas por el Alto Comisionado para la Lucha Contra la
Pobreza Infantil, dirigida por Pau-Marí Klose, extraídas de los datos de
la Encuesta de Población Activa (EPA). (...)
De acuerdo con el Instituto Nacional de
Estadística, se consideran hogares sin perceptores de ingresos aquellos
en los que ninguno de sus miembros declara tener trabajo, recibir una
pensión de jubilación o de otro tipo o percibir subsidio de desempleo,
estén inscritos o no como demandantes de empleo.
Como mínimo son 280.000 niños y adolescente
(calculando que haya 2 niños por hogar sin ingresos, teniendo en cuenta
que hay familias con al menos tres menores en esta situación) los que
viven en este momento en una situación de pobreza extrema.
Un hecho que,
aunque no es nuevo, es cierto que la crisis económica y la falta de
protección por la ausencia de una política familiar coherente,
coordinada y valiente han contribuido de forma determinante a
incrementar. (...)" (Celeste López, La Vanguardia, 02/01/19)
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