16.1.19

¿Por qué las mujeres votan a los partidos de extrema derecha en Polonia, en Hungría, en Estados Unidos?

"«¿Qué les pasa?», se preguntaba un columnista de The Guardian que cuestionaba el apoyo sostenido de las mujeres al Partido Republicano en Estados Unidos. El tema tiene poco de novedoso, pero aun así la pregunta se reitera con frecuencia entre los analistas progresistas, casi siempre acompañada de una noticia sombría sobre algún contragolpe patriarcal en el marco de gobiernos populistas de derecha.  (...)

Por definición, la pregunta misma trata a las mujeres como víctimas o dobles agentes del patriarcado, en lugar de llevarnos a tomar a las mujeres y sus vidas en serio. También pasa por alto la complejidad ideológica de los proyectos de derecha, que no son únicamente anti-mujeres, sino que combinan elementos reaccionarios con la promoción de algunos intereses de las mujeres. 

Al presentar a las mujeres de derecha como un problema que requiere una respuesta inmediata, también desvía la atención de las causas estructurales que nutren el apoyo a las políticas de derecha entre las mujeres.

En lugar de preguntar qué les pasa a las mujeres de derecha, deberíamos preguntarnos qué pasa con el sistema político-económico en el que están inmersas y con las alternativas políticas de las que disponen. Polonia y Hungría pueden darnos alguna pista al respecto. 

 (...) ambos partidos llegaron al poder gracias a un porcentaje ligeramente mayor de votantes mujeres que de varones y cuentan con su apoyo constante. 39,7% de las mujeres polacas apoyaron al PiS en 2015, en comparación con 38,5% de hombres, y esta cifra solo disminuyó ligeramente después de dos años de gobierno, pese a las amenazas en curso contra los derechos reproductivos. 

En 2018, en el contexto de un récord de participación electoral, 52% de las mujeres votaron por Fidesz-KDNP, contra 46% de hombres. ¿Cómo podemos entender este apoyo sostenido?

No votan únicamente como mujeres

Primero y principal: la realidad política que el discurso feminista corriente oscurece es que los problemas de los votantes traspasan las líneas de género y con frecuencia están determinados por divisiones socioeconómicas más amplias. 

Las mujeres votan por estos partidos no solo como mujeres, sino a causa de problemas y deseos que comparten con los hombres de su colectivo nacional o clase social, lo que nos recuerda las limitaciones de los proyectos políticos basados únicamente en una construcción a partir de los intereses de las mujeres. 

Un estudio húngaro reciente señala que los problemas más apremiantes que destacan las mujeres son la explotación en el mercado de trabajo y el deplorable estado de los sistemas de atención sanitaria y de educación.  (...)

Tanto el PiS como Fidesz-KNDP han revertido ciertas consecuencias socioeconómicas de la transformación post-1989 que afectaron en particular a las mujeres, en tanto responsables primarias del presupuesto de los hogares, de los hijos y de otros trabajos de cuidados.  (...)

El ejemplo paradigmático es Familia 500+, un programa emblemático que el PiS lanzó inmediatamente después de llegar al poder, que ofrece a las familias una transferencia no condicionada de efectivo de 500 eslotis (el equivalente a 120 euros) por cada segundo hijo y los subsiguientes hasta que cumplen 18 años, y por cada primer hijo en familias cuyo ingreso mensual está por debajo de 190 euros por integrante de la familia.

Este programa, la mayor política redistributiva desde 1989, disminuyó la pobreza en forma sustancial entre las familias con hijos y recibió apoyo popular. Mientras la oposición señala atinadamente sus limitaciones –en particular, una dependencia del modelo familiar tradicional que desfavorece a familias monoparentales–, la medida le demuestra al electorado que su gobierno realmente gobierna y que tiene la capacidad de presionar en favor de un nuevo contrato social que respete su dignidad.

En Hungría, se otorga una fuerte prioridad a la política familiar al servicio de la política demográfica. Los beneficios ligados al empleo remunerado –que muestran una clara preferencia por familias heterosexuales, no romaníes, con un ingreso decente– se han incrementado. 

En cuanto a las clases más bajas, tres medidas resaltan por su efecto tangible en la vida cotidiana de las mujeres: la expansión del programa de trabajo público, que provee un ingreso mensual inferior a un sueldo mínimo pero mayor que los subsidios; la intervención estatal en el sector energético, que resulta en menores costos de los servicios, y un incremento importante en el salario mínimo, que redujo también la brecha salarial por género –las mujeres representan una amplia porción de los sectores peor remunerados–.

Sin alternativas a la vista

¿A quién deberían votar las mujeres?  (...) en la campaña electoral reciente, la oposición húngara se concentró en las limitaciones del sistema electoral de una sola vuelta y en saber si se necesitan coaliciones técnicas y cuáles serían estas coaliciones. No hicieron ningún esfuerzo por construir apoyo de las bases en los ocho años previos, ni desarrollaron una alternativa que fuera más allá de la oposición «Orbán o Europa». (...) no es sorprendente que la derecha iliberal capte tanto a hombres como a mujeres.  (...)

En lugar de ver el familiarismo y el tradicionalismo promovidos por la política de derecha iliberal como meramente reaccionarios y patriarcales, quizás sea beneficioso verlos como políticas emancipatorias moderadas para algunos, en un momento en que la política progresista enfrenta una crisis de legitimidad más amplia  (...)

Aprovechando los fracasos en la transformación y la capacidad limitada de los movimientos y partidos progresistas para producir una emancipación real, la derecha populista de Europa central logró momentáneamente sumar mujeres a su proyecto. Esto va en contra de la ilusión de que las mujeres son quienes nos pueden salvar de la derecha.

Sin embargo, el hecho de que tanto el paradigma neoliberal dominante como los puntos ciegos del feminismo identitario o cultural que no pueden lidiar con los problemas estructurales sean el problema y no la solución no hace que la respuesta iliberal se vuelva correcta. De hecho, Jarosław Kaczyński y Viktor Orbán no están construyendo una democracia social, sino un capitalismo nacional de amigos con ayuda social familiar.

(...)  para subsanar los males, se necesita algo más que etiquetar de manera condescendiente al electorado femenino como aliado del patriarcado. Se necesita una política que aprenda de sus fracasos y que combine los intereses prácticos de las votantes con objetivos feministas estratégicos: una política que aborde los problemas socioeconómicos de las mujeres de manera tal que transforme, en lugar de petrificar, las relaciones de género."                     (Eszter Kováts / Weronika Grzebalska , Nueva Sociedad, Emero, 2019)

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