"«¿Qué les pasa?», se preguntaba un columnista de The Guardian
que cuestionaba el apoyo sostenido de las mujeres al Partido
Republicano en Estados Unidos. El tema tiene poco de novedoso, pero aun
así la pregunta se reitera con frecuencia entre los analistas
progresistas, casi siempre acompañada de una noticia sombría sobre algún
contragolpe patriarcal en el marco de gobiernos populistas de derecha. (...)
Por definición, la pregunta misma trata a las mujeres
como víctimas o dobles agentes del patriarcado, en lugar de llevarnos a
tomar a las mujeres y sus vidas en serio. También pasa por alto la
complejidad ideológica de los proyectos de derecha, que no son
únicamente anti-mujeres, sino que combinan elementos reaccionarios con
la promoción de algunos intereses de las mujeres.
Al presentar a las
mujeres de derecha como un problema que requiere una respuesta
inmediata, también desvía la atención de las causas estructurales que
nutren el apoyo a las políticas de derecha entre las mujeres.
En lugar de preguntar qué les pasa a las mujeres de
derecha, deberíamos preguntarnos qué pasa con el sistema
político-económico en el que están inmersas y con las alternativas
políticas de las que disponen. Polonia y Hungría pueden darnos alguna
pista al respecto.
(...) ambos partidos llegaron al poder gracias a un
porcentaje ligeramente mayor de votantes mujeres que de varones y
cuentan con su apoyo constante. 39,7% de las mujeres polacas apoyaron al
PiS en 2015, en comparación con 38,5% de hombres, y esta cifra solo
disminuyó ligeramente después de dos años de gobierno, pese a las
amenazas en curso contra los derechos reproductivos.
En 2018, en el
contexto de un récord de participación electoral, 52% de las mujeres
votaron por Fidesz-KDNP, contra 46% de hombres. ¿Cómo podemos entender
este apoyo sostenido?
No votan únicamente como mujeres
Primero y principal: la realidad política que el
discurso feminista corriente oscurece es que los problemas de los
votantes traspasan las líneas de género y con frecuencia están
determinados por divisiones socioeconómicas más amplias.
Las mujeres
votan por estos partidos no solo como mujeres, sino a causa de problemas
y deseos que comparten con los hombres de su colectivo nacional o clase
social, lo que nos recuerda las limitaciones de los proyectos políticos
basados únicamente en una construcción a partir de los intereses de las
mujeres.
Un estudio húngaro
reciente señala que los problemas más apremiantes que destacan las
mujeres son la explotación en el mercado de trabajo y el deplorable
estado de los sistemas de atención sanitaria y de educación. (...)
Tanto el PiS como Fidesz-KNDP han revertido ciertas consecuencias
socioeconómicas de la transformación post-1989 que afectaron en
particular a las mujeres, en tanto responsables primarias del
presupuesto de los hogares, de los hijos y de otros trabajos de
cuidados. (...)
El ejemplo paradigmático es Familia 500+, un programa
emblemático que el PiS lanzó inmediatamente después de llegar al poder,
que ofrece a las familias una transferencia no condicionada de efectivo
de 500 eslotis (el equivalente a 120 euros) por cada segundo hijo y los
subsiguientes hasta que cumplen 18 años, y por cada primer hijo en
familias cuyo ingreso mensual está por debajo de 190 euros por
integrante de la familia.
Este programa, la mayor política redistributiva desde
1989, disminuyó la pobreza en forma sustancial entre las familias con
hijos y recibió apoyo popular. Mientras la oposición señala atinadamente
sus limitaciones –en particular, una dependencia del modelo familiar
tradicional que desfavorece a familias monoparentales–, la medida le
demuestra al electorado que su gobierno realmente gobierna y que tiene
la capacidad de presionar en favor de un nuevo contrato social que
respete su dignidad.
En Hungría, se otorga una fuerte prioridad a la
política familiar al servicio de la política demográfica. Los beneficios
ligados al empleo remunerado –que muestran una clara preferencia por
familias heterosexuales, no romaníes, con un ingreso decente– se han
incrementado.
En cuanto a las clases más bajas, tres medidas resaltan
por su efecto tangible en la vida cotidiana de las mujeres: la expansión
del programa de trabajo público, que provee un ingreso mensual inferior
a un sueldo mínimo pero mayor que los subsidios; la intervención
estatal en el sector energético, que resulta en menores costos de los
servicios, y un incremento importante en el salario mínimo, que redujo
también la brecha salarial por género –las mujeres representan una
amplia porción de los sectores peor remunerados–.
Sin alternativas a la vista
¿A quién deberían votar las mujeres? (...) en la campaña electoral reciente, la oposición húngara se concentró en
las limitaciones del sistema electoral de una sola vuelta y en saber si
se necesitan coaliciones técnicas y cuáles serían estas coaliciones. No
hicieron ningún esfuerzo por construir apoyo de las bases en los ocho
años previos, ni desarrollaron una alternativa que fuera más allá de la
oposición «Orbán o Europa». (...) no es sorprendente que la derecha iliberal capte tanto a hombres como a mujeres. (...)
En lugar de ver
el familiarismo y el tradicionalismo promovidos por la política de
derecha iliberal como meramente reaccionarios y patriarcales, quizás sea
beneficioso verlos como políticas emancipatorias moderadas para algunos, en un momento en que la política progresista enfrenta una crisis de legitimidad más amplia (...)
Aprovechando los fracasos en la transformación y la
capacidad limitada de los movimientos y partidos progresistas para
producir una emancipación real, la derecha populista de Europa central
logró momentáneamente sumar mujeres a su proyecto. Esto va en contra de
la ilusión de que las mujeres son quienes nos pueden salvar de la derecha.
Sin embargo, el hecho de que tanto el paradigma
neoliberal dominante como los puntos ciegos del feminismo identitario o
cultural que no pueden lidiar con los problemas estructurales sean el
problema y no la solución no hace que la respuesta iliberal se vuelva
correcta. De hecho, Jarosław Kaczyński y Viktor Orbán no están
construyendo una democracia social, sino un capitalismo nacional de
amigos con ayuda social familiar.
(...) para
subsanar los males, se necesita algo más que etiquetar de manera
condescendiente al electorado femenino como aliado del patriarcado. Se
necesita una política que aprenda de sus fracasos y que combine los
intereses prácticos de las votantes con objetivos feministas
estratégicos: una política que aborde los problemas socioeconómicos de
las mujeres de manera tal que transforme, en lugar de petrificar, las
relaciones de género." (Eszter Kováts
/
Weronika Grzebalska , Nueva Sociedad, Emero, 2019)
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