18.1.19

Vivimos un fin de época caracterizado por la secesión de las élites, particularmente de los ricos

"(...) Pero con esta oleada de soluciones autoritarias de los de arriba contra los de abajo, también se han hecho evidentes los límites de las soluciones populistas en franco declive en América Latina y también han puesto al descubierto la impotencia y la inanidad de las alternativas progresistas de la izquierda socialdemócrata (reconvertida en social liberal) y del populismo de izquierdas crecientemente institucionalizado y asimilado al sistema, opciones que adolecen de falta de mordiente anticapitalista y de orientación ecosocialista, radicalmente democrática e impugnadora del sistema. 

Son fórmulas que confían todo a lograr gobernar sin impulsar a la vez la auto organización popular, por lo que se muestran incapaces de afrontar los nuevos retos y, por tanto, devienen inútiles para defender a las clases subalternas en este primer cuarto del siglo XXI. 

Vivimos un fin de época de la izquierda del sistema que no ha impulsado soluciones a los dos principales problemas de la humanidad: la desigualdad social y el calentamiento global.

 La creciente acumulación de la riqueza mundial en cada vez menos manos mediante el método de intensificación de la explotación y la expropiación de las mayorías está originando lo que Antonio Ariño y Joan Romero (2016) califican, como ya hicieron otros antes, de secesión de las élites, particularmente de los ricos 3/; secesión que atraviesa tanto las fases de expansión como las de recesión y que no es ajena a la persistencia de las emisiones de gases de efecto invernadero y al fracaso de las reuniones internacionales del clima auspiciadas por Naciones Unidas  (...)

En este panorama, una vez más, las soluciones vienen desde abajo, de quienes no esperan a que ni dioses, reyes ni tribunos les solucionen el problema. ¿Cuándo aprenderá la izquierda que no se necesitan hiperliderazgos sino pueblos organizados, movilizados y empoderados?

 Las clases trabajadoras, en las nuevas condiciones de las relaciones capital-trabajo presididas por la precarización, pérdida de derechos y empobrecimiento, están ofreciendo resistencias fragmentadas pero reales que se extienden por los intersticios del sistema y calan en Pekín (en defensa del salario y la salud laboral) y en París (chalecos amarillos), y a la vista está también de forma incipiente en el Estado español (Coca Cola, Amazon, Kellys, etc.), en forma de expresiones renovadas de la indignación y la organización. Y las mujeres, especialmente las mujeres.

 El movimiento feminista ha sido uno de los baluartes en la lucha contra Trump y Bolsonaro y en nuestro caso ha supuesto la activación, rejuvenecimiento y masividad de un movimiento que reacciona en la calle y con las ideas contra la violencia machista, pero que va más allá y se ha marcado como meta acabar con el heteropatriarcado y cuya dinámica anticapitalista tiene grandes posibilidades de desarrollarse frente al limitante feminismo institucional.  (...)"               ( Manuel Gari, Jaime Pastor, Viento Sur, 29/12/18)

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