"(...) Espoleados por la crisis de la banca, los diversos
gobiernos europeos comenzaron políticas de recortes en los servicios
públicos y liberalizaciones del mercado laboral. La consecuencia más
directa ha sido un aumento de las tasas de desempleo y de la precariedad
en muchos países de Europa, sobre todo en los periféricos.
Esto ha
provocado la intensificación de flujos migratorios económicos en Grecia,
España, Portugal e Italia, por ejemplo, hacia otros países de la UE y,
en muchas ocasiones, a destinos más lejanos.
En España estas políticas han provocado la inversión
de los flujos migratorios, tanto de personas extranjeras como con
nacionalidad española.
Este hecho resulta paradójico, ya que España se
había convertido, a partir de la primera década del siglo XXI, en un
país receptor de inmigrantes, llegando estos a representar hasta un 12%
de la población total.
(...) la pérdida de empleo masiva en sectores como la construcción primero,
arrastrando a muchos otros sectores después, supone la salida de muchos
inmigrantes (se estima que hasta 2,5 millones han abandonado España a
día de hoy).
Posteriormente, la política de recortes de empleo público y
la precarización del mercado laboral provocaron que el fenómeno cobrara
relevancia en la emigración española: a partir de 2009 comienzan a
salir de manera notoria más españoles de los que retornan, hecho que se
intensifica rápidamente en los años posteriores y que persiste a día de
hoy.
Se produce así una nueva ola de emigración española, con la
peculiaridad de ser la primera vez que dicho fenómeno ocurre en
democracia en nuestro país. (...)" (María Almena, Estudios de Política Exterior, Enero/Febrero, 2019)
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