"Las
quejas por las malas condiciones laborales de los trabajadores
españoles no cualificados contratados en Holanda por empresas de trabajo
temporal (ETT) serán analizadas el próximo 11 de abril por la
Autoridad Laboral Europea y el Servicio de Inspección, en el Parlamento
Europeo. También han llegado a los medios holandeses, que han dedicado
varios reportajes al asunto.
En estos momentos, los empleos flexibles de
todo tipo rozan el 40% en el país, mientras el 60% se reparte entre los
considerados estables, según la Confederación que reúne al 65% de las
empresas del sector de las ETT
(ABU, en sus siglas en neerlandés). El dato muestra la buena salud de
la economía nacional, y encaja en una sociedad proclive a la
autorregulación, pero las denuncias de la fuerza de trabajo captada en
España, uno de sus principales nichos, junto por Polonia, Rumanía y
Bulgaria, revelan sus grietas.
Según el mayor sindicato holandés (FNV), “gran parte del trabajo que se ofrece a través de las agencias de empleo temporal
no es necesariamente temporal”. “Aun cuando hay suficiente trabajo, se
opta por ello para abaratar lo más posible la mano de obra. El convenio
colectivo para empleados de ETT que hemos negociado con ABU y NBBU
[Asociación Holandesa de Mediación y Compañías de Empleo Temporal] se
puede mejorar. No todos los empleadores son decentes con sus empleados.
No siempre se le garantiza al trabajador suficientes horas como para
ganar un buen sueldo, y aún así deben pagar su alojamiento. Sin olvidar
que el patrón puede mandarlos a casa porque solo se les paga por las
horas que trabajen, aunque tengan que estar disponibles”, dice Karin
Heynsdijk, de FNV Flex.
Junto con las nóminas que no siempre cuadran, la
falta de seguridad laboral es frecuente en este tipo de empleos entre
los españoles. Hasta el extremo de trasladar vigas sin casco, o recibir
un calzado industrial que no protege. El seguro médico, obligatorio y a
unos 100 euros mensuales, debería cubrir cualquier eventualidad, pero no
es así. Además, los trabajadores extraterritoriales no suelen estar
inscritos en la consulta de un médico de cabecera, y no reciben la
tarjeta sanitaria. Como tampoco residen cerca de los núcleos urbanos,
llegar al facultativo es complicado.
Lázarus, el nombre elegido por un joven de Madrid, de
22 años, para contar su caso, trabajó casi tres meses para Giant, la
marca taiwanesa de bicicletas con una fábrica en Holanda. Reclutado por
Tempo Team, una vez en su puesto le dieron unas botas inadecuadas para
su función: conducir una carretilla de entre 2 y 3 toneladas.
“Un
compañero mío llegó a perder tres dedos solo unas semanas antes, y
precavido, compré una botas mejores. La carretilla que manejaba era
antigua y no tenía el botón de seguridad de las modernas. Bajé, rocé un
pedal y me pasó por encima del pie. Mi bota buena quedó destrozada.
Tenía un corte que cubría un dedo entero, sangrando.
Tras el accidente,
pasaron dos días hasta que recibí algo de atención médica, y tuve que
volver un tercero para ver al médico del seguro. Todavía llevaba el pie
sin coser, y todo por no trabajar en condiciones. Después de dos semanas
de baja, me pagaron, pero menos de lo acordado: me deben las vacaciones
y 0,60 céntimos más de euro por hora, por llevar el vehículo durante un
mes”. (...)
La convivencia en los campings, hoteles, parques de vacaciones o casas
para grupos, cuya gestión es dejada por las empresas de trabajo temporal
ETT en manos de firmas subsidiarias, no siempre es fácil. En algunos
casos, la situación ha desembocado en acoso y lesiones. (...)
Entre los afectados figura un matrimonio hispano
rumano que prefiere mantener el anonimato, y fueron reclutados en
Rumanía por Cervo, una ETT que opera en Holanda. En su segunda
residencia, un hotel, la esposa fue acosada por parte de dos
trabajadores de nacionalidad rumana “que no hacían más que beber y
comportarse con descaro”, asegura. “Un día, mi marido les dijo que me
dejaran en paz y uno de ellos le golpeó y le empujó. En la caída, mi
esposo se rompió el brazo e hirió en la oreja.
Pero lo más sorprendente
ocurrió después. Llegó la policía y no hizo nada. Cuando se lo dije, un
agente me contestó a gritos que me fuera a dormir: entonces le grabé con
el teléfono móvil y lo tiró al suelo. Al recogerlo, seguí grabando y él
se dio la vuelta. Para mi sorpresa, me tomó por cabello y me arrastró
hasta derribarme.
A una amiga que intentó defenderme, le hizo lo mismo, y
los colegas del policía tuvieron que apartarle. Hemos intentado poner
varias denuncias contra la policía, sin éxito. El agresor fue despedido
por Cervo, pero nosotros también”.
El caso de Ramón Blanco es distinto. Se puso en
contacto con la ETT Günes estando ya en Holanda. Tuvo un accidente
laboral supuestamente mal atendido por la empresa temporal, que ha
marcado su vida. “Hace cuatro años, trabajaba en la fábrica de galletas
Hellema, limpiando maquinaria pesada con agua a presión.
Yo solo y en
una gran sala, algo prohibido ahora. El suelo estaba lleno de restos
mantequilla y chocolate, y había una escalera de metal que resbaló y
aplastó mi mano izquierda contra una mesa metálica. Me rompió los
tendones del dedo meñique, pero como no parecía roto tuve que acabar mi
turno. Cuando pasa algo así tienen que abonar tu sueldo y buscarte otro
trabajo apropiado, pero firmé un documento engañado.
El médico de Günes
dijo que era para volver al trabajo porque todo iba bien con la mano.
Estuve entonces en otros sitios y agravé la lesión. La operación no
salió como se esperaba y ahora me duele hasta la muñeca, no puedo
trabajar. El accidente nunca se ha compensado debidamente, Recibo 117
euros semanales” (Isabel Ferrer, El País, 02/03/19)
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