"(...) Poco antes de la madrugada, Podemos, IU Madrid y
Anticapitalistas anunciaban que concurrirán en la misma candidatura a
las elecciones autonómicas del próximo 26 de mayo.
Un alivio para
algunas decenas de miles de madrileños, agobiados ante una circunstancia
que, aunque en lo esencial se remonta años atrás, estalló este mes de
enero, cuando Íñigo Errejón anunció su proyecto.
Isa Serra será cabeza de lista de la fusión fría
alcanzada ayer que, tras la negociación, tendrá el kilométrico nombre de
Unidas Podemos Izquierda Unida Madrid en Pie. Todo estaba bajo
discusión.
A priori, todo impedía el pacto: no solo el nombre —de ahí lo
kilométrico— sino también la presencia de Serra, hasta hace algo más de
un año integrada en Anticapitalistas y ahora confrontada con su
anterior organización.
La disputa interna de IU Madrid, que se ha
transformado en el tiempo, ha marcado las últimas horas previas al
anuncio. La ruptura de la federación en 2015 sigue siendo un factor
determinante para entender las suspicacias al planteamiento de pactos
generales, tanto en el nivel regional como en el local. El acuerdo de la
noche del 12 de abril, no obstante, no tiene solo un alcance electoral
sino que puede ser el comienzo de una recomposición en todos los niveles
de la izquierda madrileña.(...)
Si el acuerdo de cara a las autonómicas ha sido
complicado, hasta el punto de que ha podido no ser, es por toda una
historia reciente y no tanto de desencuentros políticos de última hora.
El ejemplo claro es Izquierda Unida, una organización
capaz de agregar a personas de toda la región, cuadros, currantes y
activistas, que tiene, sin embargo, parte de su historia ligada al
desarrollismo de la burbuja inmobiliaria.
El “marxismo-ladrillismo”
encarnado, en líneas generales (pero no solo) por Ángel Pérez y Moral
Santín fue uno de los motivos de la salida de Espacio Alternativo, hoy
Anticapitalistas (...)
Crisis económica, 15M y Podemos fueron un revulsivo
para esa Izquierda Unida que languideció durante un par de décadas. Sin
embargo, la ambigüedad del último de los actores, Podemos, en su
desembarco en la Comunidad de Madrid, dificultó un encuentro
programático y real. Podemos se había hinchado de balón y no podía
abarcar la construcción de una organización que desplazase a IU.
El
hecho es que, ante esa realidad, optó por ni siquiera intentarlo. La
organización del siglo XXI se pensó como una estructura ágil, sin tantos
cuadros y con muchos menos currantes y currantas, más como un partido
marca que como una organización. La marca atrajo a un espacio dentro de
IU llamada Convocatoria por Madrid —a última hora proclamaron que
“siempre habían estado” contra las inercias de la coalición— y algo
dentro de Izquierda Unida Madrid se volvió a romper.
Por su parte, Podemos obtuvo una representación
amplia en la Asamblea de Madrid. Era un partido —y su nombre en las
papeletas así lo atestiguaba— con un mínimo de cuatro sectores. A saber,
el oficial, representado por Ramón Espinar; el “errejonista”, encarnado
en el primer portavoz en la asamblea, José Manuel López; el de
Anticapitalistas y afines, encabezado por Lorena Ruiz Huerta hasta la
designación de Errejón como candidato en 2019, y el de Convocatoria por
Madrid. Cuatro fracciones en la asamblea que daban una imagen fiel de lo
que ocurre en muchos municipios: desconfianza, suspicacia, división. (...)
El castillo de naipes se deshizo el 17 de enero de
este año. Una de las fracciones, dirigida por el que iba a ser candidato
de Podemos en la Comunidad de Madrid —elegido en un proceso interno en
el que Anticapitalistas no participó— se transformaba en escisión.
Convocatoria por Madrid se sumaría porque a última hora proclamaron que
“siempre habían estado” contra las inercias dentro de Podemos.
Errejón
se amarraba al mástil del “carmenismo” —la capacidad de arrastre de la
alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena— y dejaba a Podemos dos opciones: o
bien expulsarle o reconocer su subalternidad, plegar velas y aceptar
que la organización en Madrid iba a funcionar en las coordenadas
impuestas por Errejón. La solución ya se conoce.
La ruptura, no obstante, no tuvo una función
curativa, no, al menos, hasta el acuerdo alcanzado este viernes. La
carrera por el nombramiento de la sustituta de Errejón, finalmente Isa
Serra, fue también la evidencia pública de que el caos organizativo era
obvio para la opinión pública, y no solo un secreto a voces para
entendidos e izquierdistas.
Los puentes, que ya estaban rotos, entre
aquellas fracciones, partidos y coaliciones que integraban la cosa
llamada izquierda política madrileña —excluidos Más Madrid y PSOE—, no
se podían recomponer solo bajo una demanda de “aparcar los egos”. Han
sido necesarios varios encuentros, y que el proyecto municipal Madrid en
Pie haya hecho su propio camino (y el aviso a navegantes que ha
supuesto la poca participación de las bases de IU Madrid y
Anticapitalistas en esas primarias), para que el desastre no se plasmara
en las famosas “cuatro” papeletas en mayo de 2019.
Así las cosas, con la conciencia de que será el
resultado de las elecciones generales del 28 de abril lo que determine
el futuro inmediato del acuerdo alcanzado ayer, el trabajo por recorrer
en la Comunidad de Madrid por ese espacio político acaba de comenzar. La
desconfianza, la suspicacia y la división no se terminan con un nombre
kilométrico, y la desconexión que aquéllas generan en los tejidos vivos
de los barrios y municipios, tampoco. (...)
Para eso, quizá sea necesario hacer un borrón y cuenta nueva de los
periodos pasados, mirando sin demasiada ira hacia lo que hicieron los
distintos espacios y afrontando la necesidad de que, independientemente
de los resultados, el camino hacia una nueva fase de encuentro político
será largo y fatigoso. Es una proposición tan inocente que no tiene
pinta de que vaya a poder ser posible, y sin embargo, es lo que debe
transpirar en las próximas semanas. (...)" (Pablo Elorduy, El Salto, 13/04/19)
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