"Hay un viejo refrán que dice: «Tanto val el cántaro a la fuente…». El 19 de noviembre, Ucrania disparó seis misiles de fabricación estadounidense contra un objetivo situado en suelo ruso. El 20 de noviembre, Ucrania disparó hasta una docena de misiles de crucero Storm Shadow, de fabricación británica, contra un objetivo situado en suelo ruso. El 21 de noviembre, Rusia disparó un nuevo misil de alcance intermedio contra un objetivo en suelo ucraniano.
Ucrania y sus aliados estadounidenses y británicos se engañaron.
Y ahora lo han descubierto: si atacas a la Madre Rusia, pagarás un alto precio.
En la madrugada del 21 de noviembre, Rusia lanzó un misil que impactó en la fábrica Yuzmash de la ciudad ucraniana de Dnipropetrovsk. Horas después de que este misil, disparado desde el campo de pruebas de misiles ruso en Kapustin Yar, impactara contra su objetivo, el presidente ruso, Vladímir Putin, apareció en la televisión rusa, donde anunció que el misil disparado por Rusia, que tanto los medios de comunicación como la inteligencia occidental habían clasificado como una modificación experimental del misil RS-26, que había sido dejado en suspensión de actividad por Rusia en 2017, era, en realidad, un arma completamente nueva conocida como «Oreshnik», que en ruso significa «avellana». Putin señaló que el misil estaba aún en fase de pruebas, y que el lanzamiento de combate contra Ucrania formaba parte del ensayo, que fue, en sus palabras, «exitoso.»
Putin declaró que el misil, que voló hacia su objetivo a más de diez veces la velocidad del sonido, era invencible. «Los modernos sistemas de defensa antiaérea que existen en el mundo, y las defensas antimisiles creadas por los estadounidenses en Europa, no pueden interceptar semejantes misiles», afirmó Putin.
Putin declaró que el Oreshnik se desarrolló en respuesta al despliegue previsto por Estados Unidos del misil hipersónico Dark Eagle, a su vez un misil de alcance intermedio. El Oreshnik fue diseñado para «reflejar» las capacidades de Estados Unidos y la OTAN.
Al día siguiente, 22 de noviembre, Putin se reunió con el Comandante en Jefe de las Fuerzas de Misiles Estratégicos, Sergey Karakayev, donde se anunció que el misil Oreshnik entraría inmediatamente en producción en serie. Según el general Karakayev, el Oreshnik, cuando se despliegue, podrá alcanzar cualquier objetivo en Europa sin temor a ser interceptado. Según Karakayev, el sistema de misiles Oreshnik amplió las capacidades de combate de las Fuerzas Rusas de Misiles Estratégicos para destruir diversos tipos de objetivos de acuerdo con sus tareas asignadas, tanto en ojivas no nucleares como nucleares. La alta disponibilidad operativa del sistema, dijo Karakáyev, permite volver a apuntar y destruir cualquier objetivo designado en el menor tiempo posible.
«Los misiles hablarán por sí solos»
Las circunstancias que llevaron a Rusia a disparar, lo que sólo puede describirse como un sistema de armamento estratégico contra Ucrania, se desarrollaron a lo largo de los últimos tres meses. El 6 de septiembre, el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, viajó a Ramstein (Alemania), donde se reunió con el Presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, quien insistió ante Lloyd en la importancia de que Estados Unidos concediera a Ucrania permiso para utilizar el Sistema de Misiles Tácticos del Ejército (ATACMS), de fabricación estadounidense, contra objetivos situados dentro de las fronteras de Rusia antes de 2014 (estas armas habían sido utilizadas anteriormente por Ucrania contra territorios reclamados por Rusia, pero que se consideran en disputa: Crimea, Kherson, Zaporizhia, Donetsk y Lugansk). Zelensky también abogó por que Estados Unidos concediera permisos similares para el misil de crucero Storm Shadow, de fabricación británica.
Ucrania poseía esas armas y las había utilizado contra los territorios rusos en disputa. Aparte de acaparar algunos titulares, estas armas tuvieron un impacto prácticamente nulo en el campo de batalla, donde las fuerzas rusas se imponían a los tenaces defensores ucranianos.
El secretario Austin escuchó a Zelensky exponer sus argumentos para dar luz verde al uso de ATACMS y Storm Shadow contra objetivos rusos. «Necesitamos disponer de esta capacidad de largo alcance, no solo en el territorio dividido de Ucrania, sino también en territorio ruso, para que Rusia se vea motivada a buscar la paz», argumentó Zelensky, añadiendo que «tenemos que hacer que las ciudades rusas e incluso los soldados rusos piensen en lo que necesitan: paz o Putin.»
Austin rechazó la petición del Presidente ucraniano, señalando que ninguna arma militar sería decisiva en los combates en curso entre Ucrania y Rusia, y haciendo hincapié en que el uso de armas estadounidenses y británicas para atacar objetivos dentro de Rusia sólo aumentaría las posibilidades de una escalada del conflicto, llevando a una Rusia con armas nucleares al combate directo contra las fuerzas de la OTAN.
El 11 de septiembre, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, acompañado por el Ministro de Asuntos Exteriores británico, David Lammy, viajaron a la capital ucraniana, Kiev, donde Zelensky volvió a presionar a ambos en relación con el permiso para utilizar ATACMS y Storm Shadow contra objetivos dentro de Rusia. Ambos hombres se negaron, dejando el asunto para una reunión programada entre el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro británico Kier Starmer, el viernes 13 de septiembre.
Al día siguiente, 12 de septiembre, el Presidente ruso Vladimir Putin habló con la prensa en San Petersburgo, Rusia, donde abordó la cuestión del posible uso por Ucrania de armas de fabricación estadounidense y británica. «Esto significará que los países de la OTAN -Estados Unidos y los países europeos- están en guerra con Rusia», dijo Putin. «Y si este es el caso, entonces, teniendo en cuenta el cambio en la esencia del conflicto, tomaremos las decisiones apropiadas en respuesta a las amenazas que se nos plantearán».
El Presidente Biden hizo caso de las palabras del Presidente ruso y, a pesar de las presiones del Primer Ministro Starmer para que diera luz verde al uso de ATACMS y Storm Shadow por parte de Ucrania, optó por continuar con la política estadounidense de prohibir tales acciones.
Y así estuvieron las cosas hasta el 18 de noviembre, cuando el Presidente Biden, en respuesta a los informes de que Corea del Norte había enviado miles de tropas a Rusia para unirse a la lucha contra las fuerzas ucranianas, dio marcha atrás, permitiendo que la inteligencia proporcionada por EE.UU. se convirtiera en datos utilizados para guiar los misiles ATACMS y Storm Shadow hacia sus objetivos. Estos objetivos habían sido facilitados por Zelensky a Estados Unidos en septiembre, cuando el Presidente ucraniano visitó a Biden en la Casa Blanca. Zelensky había hecho de atacar estos objetivos con misiles ATACMS y Storm Shadow una parte clave de su llamado «plan de victoria».
Tras la aprobación de EE.UU., Zelensky habló con la prensa. «Hoy se habla mucho en los medios de comunicación de que hemos recibido un permiso para las acciones respectivas», dijo. «Los golpes no se dan con palabras. Esas cosas no necesitan anuncios. Los misiles hablarán por sí solos».
Al día siguiente, el 19 de noviembre, Ucrania disparó seis ATACMS contra objetivos cercanos a la ciudad rusa de Bryansk. Un día después, el 20 de noviembre, Ucrania disparó misiles Storm Shadow contra un puesto de mando ruso en la provincia rusa de Kursk.
Los misiles ucranianos habían hablado.
La respuesta rusa
Poco después de que se produjeran los ataques Storm Shadow en Kursk, las cuentas de los medios sociales ucranianos comenzaron a informar de que la inteligencia ucraniana había determinado que los rusos estaban preparando un misil RS-26 Rubezh para lanzarlo contra Ucrania. Estos informes sugerían que la información procedía de advertencias proporcionadas por Estados Unidos, incluidas imágenes, así como de comunicaciones de radio interceptadas desde las instalaciones de pruebas de misiles de Kapustin Yar, situadas al este de la ciudad rusa de Astracán.
El RS-26 era un misil que, dependiendo de la configuración de su carga útil, podía clasificarse como misil balístico intercontinental (ICBM, por sus siglas en inglés, lo que significa que podía alcanzar distancias de más de 5.500 kilómetros) o como misil de alcance intermedio (IRBM, por sus siglas en inglés, lo que significa que podía volar entre 1.000 y 3.000 kilómetros). Dado que el misil fue desarrollado y probado entre 2012 y 2016, esto significaba que el RS-26 sería declarado o bien como un ICBM y contaría como parte del Tratado de Nuevo Comienzo, o bien como un IRBM, y como tal estaría prohibido por el Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias (INF). El Tratado INF estaba en vigor desde julio de 1988 y había ordenado con éxito la eliminación de toda una categoría de armas nucleares consideradas entre las más desestabilizadoras del mundo.
En 2017, el Gobierno ruso decidió detener el desarrollo ulterior del RS-26 dadas las complejidades que acarreaban las restricciones de control de armamento en competencia.
En 2019, el entonces presidente Donald Trump retiró a Estados Unidos del Tratado INF. Estados Unidos comenzó inmediatamente a realizar pruebas con misiles de crucero de alcance intermedio y anunció su intención de desarrollar una nueva familia de misiles hipersónicos de alcance intermedio conocidos como Dark Eagle.
A pesar de esta provocación, el gobierno ruso anunció una moratoria unilateral de la producción y el despliegue de IRBM, declarando que esta moratoria se mantendría hasta que EE.UU. o la OTAN desplegaran un IRBM en suelo europeo.
En septiembre de 2023, Estados Unidos desplegó en Dinamarca un nuevo sistema de lanzamiento de misiles en contenedores capaz de disparar el misil de crucero Tomahawk como parte de un ejercicio de entrenamiento de la OTAN. Estados Unidos retiró el lanzamisiles de Dinamarca una vez concluido el entrenamiento.
A finales de junio de 2024, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que Rusia reanudaría la producción de misiles de alcance intermedio, citando el despliegue estadounidense de misiles de alcance intermedio en Dinamarca. «Tenemos que iniciar la producción de estos sistemas de ataque y luego, en función de la situación real, tomar decisiones sobre dónde -si es necesario para garantizar nuestra seguridad- colocarlos», dijo Putin.
En aquel momento, los medios de comunicación occidentales especularon con la posibilidad de que el RS-26, que se encontraba inactivo, volviera a fabricarse.
Cuando Ucrania anunció que había detectado un RS-26 preparado para su lanzamiento el 20 de noviembre, muchos observadores (yo incluido) aceptaron esta posibilidad, dado el anuncio realizado en junio por el Presidente Putin y las especulaciones asociadas. Por ello, cuando en la noche del 21 de noviembre los ucranianos anunciaron que se había lanzado un misil RS-26 desde Kapustin Yar contra una instalación de producción de misiles en la ciudad de Dnipropetrovsk, estos informes se tomaron al pie de la letra.
Resultó que todos estábamos equivocados.
La inteligencia ucraniana, tras examinar los restos del misil del ataque, parece respaldar esta afirmación. Mientras que el RS-26 era un derivado del SS-27M ICBM, que utilizaba su primera y segunda etapas, el Orezhnik, según los ucranianos, utilizaba la primera y segunda etapas del nuevo ICBM «Kedr» (Cedro), que se encuentra en las primeras fases de desarrollo. Además, el sistema de lanzamiento de armas parece estar tomado del recién desarrollado Yars-M, que utiliza vehículos independientes de reentrada, o IPBV, conocidos en ruso como blok individualnogo razvedeniya (BIR), en lugar de los tradicionales vehículos múltiples de reentrada con objetivos independientes, o MIRV..
En la configuración armamentística clásica de un misil ruso moderno, la etapa final del misil, también conocida como vehículo post-boost (PBV o bus), contiene todas las cabezas MIRV. Una vez que el misil sale de la atmósfera terrestre, el PBV se separa del cuerpo del misil y maniobra de forma independiente, liberando cada ojiva en el punto necesario para que alcance el objetivo previsto. Dado que todas las MIRV están unidas a la misma PBV, las ojivas se lanzan sobre objetivos que siguen una trayectoria relativamente lineal, lo que limita la zona a la que se puede apuntar.
Sin embargo, un misil que utilice una configuración IPBV puede liberar cada vehículo de reentrada al mismo tiempo, permitiendo que cada ojiva siga una trayectoria independiente hasta su objetivo. Esto permite una mayor flexibilidad y precisión.
El Oreshnik fue diseñado para transportar entre cuatro y seis IPBV. El utilizado contra Dnipropetrovsk era un sistema con capacidad para seis IPBV. Cada cabeza de guerra contenía a su vez seis submuniciones distintas, consistentes en babosas metálicas forjadas a partir de aleaciones exóticas que les permitían mantener su forma durante el calor extremo generado por las velocidades de reentrada hipersónicas. Estos proyectiles no son explosivos, sino que utilizan los efectos combinados del impacto cinético a alta velocidad y el calor extremo absorbido por la aleación exótica para destruir el objetivo en el momento del impacto.
Impacto del misil Oreshnik en el complejo industrial militar de Dnipropetrovsk.
El objetivo militar industrial alcanzado por el Oreshnik fue alcanzado por seis ojivas independientes, cada una de las cuales contenía seis submuniciones. En total, las instalaciones de Dnipropetrovsk fueron alcanzadas por 36 municiones distintas, que infligieron daños devastadores, incluidas las instalaciones subterráneas de producción utilizadas por Ucrania y sus aliados de la OTAN para fabricar misiles de corto y medio alcance.
Estas instalaciones fueron destruidas.
Los rusos también habían hablado.
Volver al futuro
Si la historia sirve de juez, el Oreshnik probablemente reflejará en términos de concepto operativo un misil de la era soviética, el Skorost, que se desarrolló a partir de 1982 para contrarrestar el despliegue previsto por Estados Unidos del misil balístico de alcance intermedio Pershing II en Alemania Occidental. El Skorost era, al igual que el Oreshnik, una amalgama de tecnologías de misiles en desarrollo en aquel momento, incluida una versión avanzada del SS-20 IRBM, el SS-25 ICBM aún por desplegar y el SS-27 aún en desarrollo. El resultado fue un misil móvil de dos etapas que podía transportar una carga convencional o nuclear y que utilizaba un transportador-erector-lanzador de seis ejes, o TEL (tanto el RS-26 como el Oreshnik también utilizan un TEL de seis ejes).
En 1984, cuando el Skorost estaba casi terminado, las Fuerzas Soviéticas de Misiles Estratégicos realizaron ejercicios en los que las unidades SS-20 practicaron las tácticas que utilizarían las fuerzas equipadas con el Skorost. Estaba previsto formar un total de tres regimientos de misiles Skorost, con un total de 36 lanzadores y más de 100 misiles. Las bases para estas unidades se construyeron en 1985.
El Skorost nunca se desplegó; la producción se detuvo en marzo de 1987 cuando la Unión Soviética se preparaba para las realidades del Tratado INF, que habría prohibido el sistema Skorost.
La historia del Skorost es importante porque los requisitos operativos del sistema -espejar los misiles Pershing II y atacarlos rápidamente en tiempo de guerra- es la misma misión encomendada al misil Oreshnik, con el Dark Eagle en sustitución del Pershing II.
Pero el Oreshnik también puede atacar otros objetivos, como instalaciones logísticas, instalaciones de mando y control, instalaciones de defensa antiaérea (de hecho, los rusos acaban de incluir en la lista de objetivos del Oreshnik la nueva instalación de defensa contra misiles antibalísticos Aegis Ashore Mk. 41 que se activó en suelo polaco).
En resumen, el Oreshnik cambia las reglas del juego en todos los sentidos. En sus declaraciones del 21 de noviembre, Putin reprendió a Estados Unidos, señalando que la decisión del presidente Trump en 2019 de retirarse del Tratado INF fue una insensatez, aún más por el inminente despliegue del misil Oreshnik, que habría sido prohibido en virtud del tratado.
El 22 de noviembre, Putin anunció que el Oreshnik iba a entrar en producción en serie. También señaló que los rusos ya disponían de un importante arsenal de misiles Oreshnik que permitiría a Rusia responder a cualquier nueva provocación de Ucrania y sus aliados occidentales, desestimando así las valoraciones de los servicios de inteligencia occidentales que sostenían que, al tratarse de un sistema experimental, los rusos no tenían capacidad para repetir ataques como el que tuvo lugar el 21 de noviembre.
Como arma de armamento convencional, el Oreshnik proporciona a Rusia los medios para atacar objetivos estratégicos sin recurrir al uso de armas nucleares. Esto significa que si Rusia decidiera atacar objetivos de la OTAN debido a cualquier futura provocación ucraniana (o a una provocación directa de la OTAN), puede hacerlo sin recurrir a las armas nucleares.
Preparados para un intercambio nuclear
Para complicar una situación ya de por sí complicada, mientras Estados Unidos y la OTAN tratan de hacer frente a la reaparición de una amenaza rusa de misiles de alcance intermedio similar a la del SS-20, cuya aparición en los años setenta sembró el pánico entre los estadounidenses y sus aliados europeos, Rusia, en respuesta a las mismas acciones que provocaron la reaparición de las armas INF en Europa, ha publicado una nueva doctrina nuclear que rebaja el umbral para el uso de armas nucleares por parte de Rusia.
La doctrina de disuasión nuclear original fue publicada por Rusia en 2020. En septiembre de 2024, en respuesta al debate que estaba teniendo lugar en Estados Unidos y la OTAN sobre la autorización a Ucrania para utilizar misiles de fabricación estadounidense y británica para atacar objetivos en suelo ruso, el presidente Putin dio instrucciones a su consejo de seguridad nacional para que propusiera revisiones de la doctrina de 2020 basadas en nuevas realidades.
El documento renovado fue promulgado por Putin el 19 de noviembre, el mismo día en que Ucrania disparó seis misiles ATACMS de fabricación estadounidense contra objetivos en suelo ruso.
Tras anunciar la adopción de la nueva doctrina nuclear, los periodistas preguntaron al portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, si un ataque ucraniano contra Rusia con misiles ATACMS podría desencadenar una respuesta nuclear. Peskov señaló que la disposición de la doctrina permite el uso de armas nucleares en respuesta a un ataque convencional que plantee amenazas críticas para la soberanía y la integridad territorial de Rusia. Peskov también señaló que el nuevo lenguaje de la doctrina sostiene que un ataque por parte de cualquier país apoyado por una potencia nuclear constituiría una agresión conjunta contra Rusia que desencadenaría el uso de armas nucleares por parte de Rusia en respuesta.
Poco después de hacerse pública la nueva doctrina rusa, Ucrania atacó el territorio de Rusia utilizando misiles ATACMS.
Al día siguiente, Ucrania atacó el territorio de Rusia utilizando misiles Storm Shadow.
Según la nueva doctrina nuclear rusa, estos ataques podrían desencadenar una respuesta nuclear rusa.
La nueva doctrina nuclear rusa subraya que las armas nucleares son «un medio de disuasión», y que su uso por parte de Rusia sólo sería como «medida extrema y obligada». Rusia, afirma la doctrina, «realiza todos los esfuerzos necesarios para reducir la amenaza nuclear y prevenir el agravamiento de las relaciones interestatales que podrían desencadenar conflictos militares, incluidos los nucleares.»
La disuasión nuclear, declara la doctrina, tiene por objeto salvaguardar la «soberanía y la integridad territorial del Estado», disuadir a un agresor potencial o, «en caso de conflicto militar, impedir una escalada de las hostilidades y detenerlas en condiciones aceptables para la Federación Rusa».
Rusia ha decidido no invocar su doctrina nuclear en esta coyuntura, optando en su lugar por inyectar el uso operativo del nuevo misil Oreshnik como medida intermedia de disuasión no nuclear.
La cuestión en esta coyuntura es si Estados Unidos y sus aliados son conscientes del peligro que han causado sus precipitadas acciones al autorizar los ataques ucranianos en suelo ruso.
La respuesta, por desgracia, parece ser «probablemente no».
La prueba A a este respecto son los comentarios del contralmirante Thomas Buchanan, director de Planes y Política del J5 (Estrategia, Planes y Política) del Mando Estratégico de EEUU, el mando combatiente unificado responsable de disuadir los ataques estratégicos (es decir, la guerra nuclear) mediante una capacidad de combate global segura, eficaz y creíble y, cuando se le indique, de estar preparado para prevalecer en un conflicto. El 20 de noviembre, el almirante Buchanan fue el orador principal en la conferencia del Proyecto sobre Cuestiones Nucleares del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, DC, donde se basó en su experiencia como responsable de convertir las directrices presidenciales en la preparación y ejecución de los planes de guerra nuclear de Estados Unidos.
El anfitrión del acto se basó en el currículum del almirante Buchanan para presentarlo a los asistentes, un tacto que, a primera vista, proyectaba una sensación de confianza en el sistema de lucha nuclear de Estados Unidos. El presentador también señaló que era fortuito que el almirante Thomas hablara un día después de que Rusia anunciara su nueva doctrina nuclear.
Pero cuando el almirante Buchanan empezó a hablar, esas percepciones fueron rápidamente barridas por la realidad de que los responsables de la planificación y aplicación de la doctrina de guerra nuclear de Estados Unidos no tenían ni idea de lo que se les pedía que hicieran.
Al hablar de los planes de guerra nuclear de Estados Unidos, el almirante Buchanan declaró que «nuestros planes son suficientes en cuanto a las acciones que pretenden imponer al adversario, y estamos en un estudio de suficiencia», señalando que «el programa actual registrado es suficiente hoy, pero puede no serlo para el futuro». Continuó articulando que este estudio «está en marcha ahora y trabajará hasta bien entrada la próxima administración, y esperamos continuar ese trabajo y articular cómo el futuro programa podría ayudar a proporcionar al Presidente opciones adicionales en caso de que las necesite.»
En resumen, los planes de guerra nuclear de Estados Unidos carecen de sentido, lo cual es acertado, dada la disparatada realidad de la guerra nuclear.
Las observaciones del almirante Buchanan están moldeadas por su visión del mundo que, en el caso de Rusia, está influida por una interpretación centrada en la OTAN de las acciones e intenciones rusas que está divorciada de la realidad. El Presidente Putin», declaró el Almirante Buchanan, «ha demostrado una creciente disposición a emplear la retórica nuclear para coaccionar a Estados Unidos y a nuestros aliados de la OTAN para que acepten su intento de cambiar las fronteras y reescribir la historia». Esta semana, a pesar de todo, ha sido otro de esos esfuerzos».
Putin, continuó Buchanan, «ha validado y actualizado su doctrina de tal manera que Rusia la ha revisado para incluir la disposición de que se consideraría la represalia nuclear contra estados no nucleares si el estado que la apoyara estuviera apoyado por un estado nuclear. Esto tiene graves implicaciones para Ucrania y nuestros aliados de la OTAN».
No dijo nada sobre el hecho de que la actual crisis de Ucrania está vinculada a una estrategia de la OTAN que pretendía ampliar los límites de la OTAN hasta la frontera de Rusia, a pesar de que se había asegurado que la OTAN no se expandiría «ni una pulgada hacia el este». Del mismo modo, Buchanan enmudeció sobre el objetivo declarado de la administración del presidente Biden de utilizar el conflicto de Ucrania como una guerra de poder destinada a infligir una «derrota estratégica» a Rusia.
Desde este punto de vista, la doctrina nuclear rusa pasa de ser una herramienta de intimidación, tal y como la articuló el almirante Buchanan, a una herramienta de disuasión, imitando la intención declarada de la postura nuclear norteamericana, pero con mucha más claridad y finalidad.
El almirante Buchanan formuló sus comentarios declarando desde el principio que, cuando se trata de una guerra nuclear, «aquí no se gana. Nadie gana. Los EE.UU. han suscrito ese lenguaje. La guerra nuclear no se puede ganar, nunca se debe luchar, etcétera».
Cuando se le preguntó por el concepto de «ganar» una guerra nuclear, Buchanan respondió que «es ciertamente complejo, porque nos metemos por muchos caminos diferentes para hablar de cuál es la condición de Estados Unidos en un entorno posterior al intercambio nuclear. Y ese es un lugar que nos gustaría evitar, ¿verdad? Y así, cuando hablamos de capacidades nucleares y no nucleares, ciertamente no queremos tener un intercambio, ¿verdad?»
Correcto.
Hubiera sido mejor que se detuviera aquí. Pero el almirante Buchanan continuó.
«Creo que todo el mundo estaría de acuerdoen que si tenemos que tener un intercambio, entonces queremos hacerlo en términos que sean los más aceptables para Estados Unidos. Así que son los términos más aceptables para Estados Unidos los que nos ponen en posición de seguir liderando el mundo, ¿no? Así que estamos en gran medida visto como el líder mundial. ¿Y lideramos el mundo en un área en la que hemos considerado perder? La respuesta es no, ¿verdad? Y así sería hasta un punto en el que mantendríamos suficiente – tendríamos que tener suficiente capacidad. Tendríamos que tener capacidad de reserva. No gastarías todos tus recursos para ganar, ¿verdad? Porque entonces no tienes nada que disuadir en ese momento.»
De esta afirmación se desprenden dos cosas. En primer lugar, la idea de que Estados Unidos cree que puede luchar y ganar un «intercambio» nuclear con Rusia.
La segunda es la idea de que Estados Unidos puede ganar una guerra nuclear con Rusia y, al mismo tiempo, conservar suficiente capacidad nuclear estratégica para disuadir al resto del mundo de participar en una guerra nuclear una vez terminada la guerra nuclear con Rusia.
Ganar» una guerra nuclear con Rusia implica que Estados Unidos tiene un plan para ganar la guerra.
El almirante Buchanan es la persona encargada de preparar estos planes. Ha declarado que estos planes «son suficientes en cuanto a las acciones que pretenden imponer al adversario», pero es evidente que no es así: Estados Unidos no ha conseguido disuadir a Rusia de publicar una nueva doctrina de guerra nuclear y de emplear en combate por primera vez en la historia un misil balístico estratégico con capacidad nuclear.
Sus planes han fracasado.
Y admite que «el actual programa de registro es suficiente hoy pero puede no serlo para el futuro».
Lo que significa que no tenemos un plan adecuado para el futuro.
Pero sí tenemos un plan.
Uno que pretende producir una «victoria» en una guerra nuclear que Buchanan admite que no puede ganarse y que nunca debería librarse.
Una que permita a Estados Unidos conservar suficientes armas nucleares en su arsenal para seguir «siendo un líder mundial» manteniendo su doctrina de disuasión nuclear.
Una doctrina que, si alguna vez Estados Unidos se enzarza en un «intercambio nuclear» con Rusia, habrá fracasado.
Sólo hay un escenario en el que Estados Unidos podría imaginar un «intercambio» nuclear con Rusia que le permitiera conservar un arsenal de armas nucleares significativo capaz de una disuasión continuada.
Y ese escenario implica un ataque nuclear preventivo contra las fuerzas nucleares estratégicas de Rusia diseñado para eliminar la mayoría de las armas nucleares rusas.
Tal ataque sólo puede ser llevado a cabo por los misiles Trident transportados a bordo de los submarinos clase Ohio de la Armada de Estados Unidos.
Un momento.
Rusia ha declarado que el uso de misiles ATACMS y Storm Shadow por parte de Ucrania contra objetivos dentro de Rusia es suficiente para desencadenar el uso de armas nucleares en represalia, según su nueva doctrina nuclear.
En el momento de escribir estas líneas, Estados Unidos y Gran Bretaña mantienen conversaciones con Ucrania sobre la posibilidad de autorizar nuevos ataques contra Rusia utilizando el ATACMS y el Storm Shadow.
Francia acaba de autorizar a Ucrania a utilizar el misil SCALP de fabricación francesa (primo del Storm Shadow) contra objetivos dentro de Rusia.
Y hay informes de que la Marina de los Estados Unidos acaba de anunciar que está aumentando el estado de preparación operativa de sus submarinos desplegados de la clase Ohio.
Ya es hora de que todo el mundo, desde todos los ámbitos de la vida, comprenda el camino en el que nos encontramos actualmente. Si no se controlan, los acontecimientos nos están impulsando por una autopista hacia el infierno que sólo conduce a un destino: un Armagedón nuclear que todo el mundo está de acuerdo en que no se puede ganar, y sin embargo Estados Unidos se está preparando, en este mismo momento, para «ganar».
Un «intercambio» nuclear con Rusia, incluso si Estados Unidos fuera capaz de ejecutar un ataque nuclear preventivo por sorpresa, tendría como resultado la destrucción de docenas de ciudades estadounidenses y la muerte de más de cien millones de estadounidenses.
Y esto si «ganamos».
Y sabemos que no podemos «ganar» una guerra nuclear.
Y, sin embargo, nos estamos preparando activamente para librar una.
Esta locura debe terminar.
Ahora.
Estados Unidos acaba de celebrar unas elecciones en las que el candidato ganador, el presidente electo Donald Trump, hizo campaña con una plataforma que buscaba poner fin a la guerra en Ucrania y evitar una guerra nuclear con Rusia.
Y, sin embargo, la administración del presidente Joe Biden se ha embarcado en una política que pretende ampliar el conflicto en Ucrania y está llevando a Estados Unidos al borde mismo de una guerra nuclear con Rusia.
Se trata de una afrenta directa a la noción de democracia estadounidense.
Ignorar la voluntad declarada del pueblo de Estados Unidos, manifestada a través de sus votos en unas elecciones en las que la cuestión de la guerra y la paz ocupó un lugar central en la campaña, es una afrenta a la democracia.
Nosotros, el pueblo de Estados Unidos, no debemos permitir que continúe esta loca carrera hacia la guerra.
Debemos poner sobre aviso a la administración Biden de que nos oponemos a cualquier expansión del conflicto en Ucrania que conlleve la posibilidad de una escalada que conduzca a una guerra nuclear con Rusia.
Y debemos implorar a la administración entrante de Trump que se pronuncie en oposición a esta loca carrera hacia la aniquilación nuclear reafirmando públicamente su posición sobre la guerra en Ucrania y la guerra nuclear con Rusia: que la guerra debe terminar ahora, y que no puede haber una guerra nuclear con Rusia desencadenada por la guerra en Ucrania.
Tenemos que decir «no» a la guerra nuclear.
Estoy trabajando con otras personas de ideas afines para celebrar una concentración en Washington DC el fin de semana del 7 y 8 de diciembre para decir no a la guerra nuclear.
Animo a los estadounidenses de todas las profesiones, tendencias políticas y clases sociales a que se unan y presten su voz a esta causa.
Estén atentos a este espacio para obtener más información sobre esta manifestación.
Todas nuestras vidas dependen de ello."
( Scott Ritter , ex.oficial marine, especialista en control armas nucleares, blog, 24/11/24, traducción DEEPL)
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