"El PSOE debe afrontar varios problemas para conservar el Gobierno, algunos que se adivinan urgentes, y otros importantes.
El más evidente tiene que ver con las dificultades a las que aboca una relación de fuerzas parlamentarias tan precaria y ambigua. La factura de esa falta de equilibrio le llega de manera cotidiana a la hora de aprobar normas, pero también por la permanente posibilidad de que alguno de los socios decida que ya ha habido bastante Gobierno de Sánchez y provoque su caída. En el PSOE creen que el primer escollo venía dado, es parte de las tareas que asumieron cuando decidieron gobernar, y que el segundo es improbable que ocurra, y menos todavía en momentos como este. Las amenazas veladas de Junts les resultan poco creíbles, al menos por ahora. Hay más incentivos, en Cataluña y en el conjunto de España, para mantener el ejecutivo que para derribarlo.
La presión judicial provoca un desgaste continuo. Desde el PSOE entienden que esa erosión lleva al desvío de esfuerzos, lo que supone una dificultad a la hora de dedicar todas las energías a gobernar, pero apenas temen que les pase factura electoral. En parte porque entienden que todo esto quedará en nada, pero también porque creen que, en el momento de las elecciones, los asuntos judiciales pueden haberse resuelto en términos favorables. Además, tanto énfasis en los juzgados puede causar un hartazgo en la población que provoca que se deje de prestar atención a estos temas, e incluso que, si no ofrece resultados tangibles al PP en un plazo relativamente corto, se le vuelva en contra a Feijóo. Entienden que el dirigente popular está presionado por sus votantes, que no le perciben como un líder sólido, y eso puede provocar tensiones internas.
La tendencia dominante
Los socialistas sí perciben un problema en el terreno electoral. Las encuestas no son favorables, y aunque el PSOE se mantiene en un nivel razonable de voto, el desplome de su izquierda haría imposible repetir en el Gobierno si las elecciones se celebrasen pronto. Un Ejecutivo PP-Vox es el resultado que las empresas demoscópicas anuncian, que además iría en línea con lo que está ocurriendo en Europa.
Los socialistas están trabajando con un mapa claro: primero lo local, después lo nacional
Sin embargo, se trata de una dificultad aplazada. Cualquier encuesta realizada en una época distante de las elecciones no es real. Marca una tendencia, de la que son conscientes en Ferraz y en Moncloa, pero confían en avanzar durante el tiempo que les quede gobernando hacia un contexto más favorable. Tanto por la esperada recomposición de las distintas fuerzas de izquierda como por un mayor asentamiento de los socialistas.
Ahora es la época de colocar piezas y de tratar de encajarlas para que esa recuperación se produzca. El primer paso es el afianzamiento de nuevos liderazgos, especialmente en Madrid, Valencia, Andalucía y Aragón, para recuperar poder territorial. Las anteriores elecciones municipales y autonómicas fueron muy negativas por diferentes factores y es hora de recuperar terreno. Aunque quede mucho para ese momento, los socialistas piensan que habrá primero municipales y autonómicas, y acto seguido las generales. Cualquier plan es irreal porque las circunstancias pueden cambiar rápidamente en un contexto general inestable en Europa, y porque el presidente suele sorprender con golpes de mano. Pero, dentro de esa incertidumbre, los socialistas están trabajando con ese mapa: primero lo local, después lo nacional.
Las dos lecturas
Los problemas en este ámbito son mucho mayores de lo que el PSOE percibe. En primera instancia, porque poseen una visión limitada del momento social español. El artículo publicado por The Economist, que afirma que España es la mejor economía de la OCDE, es un motivo para el optimismo. Señalaría no solo que las cosas se están haciendo bien en el plano económico, sino que se han enfocado por el camino correcto para que los dos próximos años continúen siendo buenos en ese plano. Muchos expertos públicos y privados piensan lo mismo. No obstante, el orgullo tecnocrático que generan las alabanzas del intelectual orgánico de las derechas y las cifras en las que se apoya su diagnóstico generan una neblina política que puede despistar en exceso a los progresistas.
El coste de los bienes esencial para la subsistencia es lo suficientemente elevado como para que los socialistas estén preocupados
La diferencia entre las cifras macro y las micro fue una de las causas por las que Harris perdió contra Trump. El peso de la inflación era un lastre de partida para los demócratas, y lo es para los socialistas en España. Los precios elevados están presionando a la población y la responsabilidad se la atribuyen los ciudadanos, acertadamente o no, al Gobierno. El coste de bienes necesarios para la vida diaria es lo suficientemente elevado como para que los socialistas estén preocupados, porque eso sí que te saca de la Moncloa. No es el caso: entienden que la inflación es moderada y que es mejor que la de otros países occidentales. Y, siendo así, está generando muchas más perturbaciones de las que las grandes cifras señalan.
Otro elemento significativo es el desgaste que el paso del tiempo genera sobre las figuras públicas. Si llega al final de la legislatura, como promete, habrán sido nueve años de Pedro Sánchez como presidente, y es inusual que un dirigente dure tanto tiempo en una política tan rápida y agitada como la actual. En tiempos estables, la permanencia es una baza favorable; en los que no, es un problema añadido. En el caso de Sánchez, el desgaste proviene de varios frentes, y no únicamente por el transcurso del tiempo.
No es un programa de mayorías
El peor de los problemas que deben afrontar las izquierdas para continuar gobernando, pero especialmente los socialistas, no proviene, sin embargo, de estos dos factores, sino de la falta de conciencia del cambio de los tiempos. Básicamente, su estrategia se basa en intentar ofrecer un saldo positivo al final de la legislatura, en insistir en la importancia de la igualdad, la diversidad y la convivencia democrática, y en facilitar la adaptación española a la transición verde y ecológica.
La izquierda jugó la carta de la extrema derecha. Le funcionó, pero gastó la bala. Ya no puede volver a utilizarla con éxito
Este ya no es un programa de mayorías en Europa, y tampoco en España. De hecho, cuando el PSOE intentó hacer valer esa mezcla de gestión más ideario en las elecciones municipales y autonómicas, le salió mal. Y ese era el camino emprendido en la campaña de las generales hasta el debate con Feijóo. Desde ese instante, cambió de posición y utilizó masivamente la carta de la extrema derecha. Le funcionó, pero gastó la bala. Ya no puede volver a utilizarla con éxito. En España las encuestas aseguran que no basta con eso, y en el resto de Occidente tampoco.
Moncloa cree que una gestión tecnocrática positiva, el optimismo, la alianza entre diversidad territorial, la base femenina, la lucha cultural enfocada a los jóvenes y las minorías, el freno a la desinformación, el anclaje en los expertos científicos y el temor a la extrema derecha le será suficiente. La época, sin embargo, es muy diferente de lo que perciben las izquierdas; estas quieren encarnar el cambio y el progreso, pero el cambio lleva tiempo produciéndose y circula en otra dirección.
El progresismo debe realizar una tarea complicada. Lo que los tiempos occidentales señalan es que necesita reinventarse, que debe ofrecer algo más que los últimos años para contar con la aceptación electoral suficiente para gobernar. En España, además, debe reorganizarse desde el Gobierno, lo que resulta más complejo aún. Sin embargo, para tener alguna opción, primero debe constatar el momento en el que viven. Las transformaciones en la mentalidad, en las aspiraciones y en las necesidades de la sociedad española son significativas. Y para conocerlas y comprenderlas, hay que hacer menos caso a The Economist y palpar el ambiente que se vive fuera de las grandes ciudades, en sus periferias y en las ciudades pequeñas e intermedias, así como en los barrios trabajadores y de clase media baja de las grandes urbes. Justo esos que participan menos, en los que Vox va ganando espacio poco a poco, y en los que, en muchos de ellos, una vez las izquierdas fueron hegemónicas. Salvo Cataluña y País Vasco, hay una disociación en las izquierdas entre esos territorios y su programa. En ese cambio cultural está el mayor problema para repetir el Gobierno."
(Esteban Hernández , El Confidencial, 15/12/24)
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