"Las elecciones extremeñas han dejado un retrato inequívoco de las tendencias del momento. El PP se mantiene firme como primer partido de la oposición, pero no logra dar un salto que le despegue de Abascal; el PSOE siente el desgaste de manera nítida; Vox es la fuerza en auge; las izquierdas se benefician del deterioro de Sánchez, pero no lo suficiente. Sin embargo, los comicios del pasado domingo también han servido para constatar unas cuantas realidades de la política española.
El PP hizo un buen diagnóstico de la situación, pero solo acertó en la mitad. La convocatoria de Extremadura tenía un propósito principal, sin el cual no se habrían convocado elecciones: golpear al PSOE. La lectura de Génova concluía que los socialistas estaban muy débiles después de una época en la que los escándalos judiciales y las investigaciones abiertas habían minado su credibilidad de manera muy profunda. Y además estaba el hermanísimo.
Era evidente que el desgaste les pasaría factura en las urnas. Dado que Extremadura es una región en la que, tradicionalmente, el trasvase de voto iba a parar sobre todo al principal partido opositor, con el adelanto se podían matar dos pájaros de un tiro: hacer visible que el sanchismo estaba herido de muerte y conseguir la mayoría absoluta. Además, si se lograba el segundo objetivo, el PP quedaría reafirmado como el partido confiable de la derecha. Hay quienes todavía tienen esperanza en que un buen resultado en las generales permita a los de Feijóo no depender de Vox.
El problema del PP es que cuanto más insiste en los ataques a la figura del presidente, más reforzado sale Abascal
Los estrategas del PP acertaron en que el PSOE estaba muy débil y el candidato extremeño distaba mucho de ser el mejor. Pero se equivocaron en la otra parte del razonamiento: el desgaste de Sánchez no beneficia fundamentalmente al PP. Ni en Extremadura ni en el resto de España. El problema para Génova consiste en que, cuanto más se combate al sanchismo, más crece Vox; cuanto más se insisten en el descrédito del presidente, más se alimenta a Abascal. Tiene su lógica. Si se utilizan términos y actitudes que aceleran el pulso, se favorece a las opciones más frontales. Cuando la animadversión personal es el centro del asunto, hay quien la puede canalizar mejor porque eleva más el tono. La excepción, la que mejor resiste a Vox, es Díaz Ayuso, pero eso es también eventual. Depende, en buena medida, del acierto del programa de Vox para Madrid. Carlos H. Quero emerge por el horizonte.
En segundo lugar, el PP tiene la ventaja de ser el partido mayoritario de la oposición, pero también es, de los dos de la derecha, el que representa al establishment. Vox puede recoger el descontento porque no encabeza ningún gobierno y porque su ideología favorece el desafío. Los de Abascal están ensanchando el campo porque trasladan la sensación de que son algo diferente.
Ambos elementos ayudan a que el desgaste de Sánchez no vaya a parar principalmente al PP, sino a Vox. Más confrontación, más Vox, algo que deberá ratificarse en el resto del ciclo electoral autonómico.
2. Los dos cambios en las izquierdasExtremadura tiene consecuencias para las izquierdas. Algo se ha roto en su articulación táctica, y lo ha hecho en dos sentidos, los dos relevantes. Por una parte, ha existido un choque en la campaña, no muy violento, pero choque al fin y al cabo, entre Unidas por Extremadura y el PSOE. Irene de Miguel adoptó una postura bastante crítica con Gallardo. Hasta ahora, los partidos de la izquierda, salvo Podemos, mantenían un equilibrio entre el apoyo a Sánchez y la distancia con él. Dado que el programa común era la lucha contra la extrema derecha, había que dar sensación de bloque, aunque se insistiera en que las deficiencias del programa socialistas debían ser solucionadas con una mayor presencia de las izquierdas.
Esa posición se había acabado antes de las elecciones extremeñas, porque todos intuían que era el instante de confrontar con Sánchez al que perciben sin iniciativa, pero se ha ratificado en los comicios del domingo. Los distintos partidos del espacio entienden que alejarse de los socialistas es una necesidad política y que, además, permitirá captar votantes de un PSOE agotado.
Las izquierdas necesitan alejarse del PSOE. Díaz no parece la figura idónea para ello. Y más cuando flaquean los apoyos internos
El segundo aspecto en el que se producen cambios es en el liderazgo. Yolanda Díaz sufrió un gran desgaste después de las elecciones generales, y en el espacio existía la conciencia de que no podía encabezar unas listas futuras. Díaz es una de las valedoras de ese equilibrio entre defensa del Gobierno y distancia del PSOE que fue habitual en los últimos tiempos. Una vez que esa visión ya no es la dominante, resulta complicado que sea ella quien encabece la rebelión contra el PSOE. La pérdida de apoyos internos y de reconocimiento social harán el resto. Queda por saber cómo se articulará el espacio de la izquierda, todavía en el aire, y quién lo liderará. Josep Martí ofrece hoy alguna visión al respecto.
3. El momento clave para el PSOEEl foco principal tras Extremadura está puesto en el PSOE. No solo por lo que estas elecciones suponen de aumento de la autoestima de los rivales, sino por el mensaje que trasladan al interior del partido socialista.
Sánchez debe afrontar un problema, que es cada vez más serio: la pérdida de la esperanza. Su posición político-electoral se fundamenta en la capacidad de resistencia al bloque de las derechas. Necesita llegar a las generales transmitiendo la idea de que es posible ganar, aunque sea en el último minuto y por un golpe de azar. Si esa creencia se desvanece, todo el mundo comenzará a mirar por sí mismo: los partidos de la izquierda golpearán al PSOE, los dirigentes locales socialistas tratarán de alejarse de Sánchez, su equipo cercano comenzará a pensar en el futuro personal y en Ferraz se moverán piezas de cara a la sucesión.
Incluso él mismo comenzará a pensar en su legado más que en una posible repetición de la victoria del 23-J. Eso está ocurriendo ya, y si el presidente no logra pararlo, el PSOE vivirá en un declive incesante. Sánchez necesita una reacción para recuperar impulso, y más aún cuando lo que viene en los próximos meses no parece muy positivo. Las únicas noticias que le pueden favorecer son el juicio de la Kitchen y el caso Montoro, pero hay que cruzar varios puentes para llegar ahí y, lo más importante, serán más un instrumento para minar al PP que para hacer crecer al PSOE.
La posición electoral de Sánchez es clavada a la de Biden/Kamala. Es una opción que ha demostrado su ineficacia para ganar elecciones
La elección de Elma Saiz como portavoz es un síntoma de que Sánchez quiere persistir en su hoja de ruta. Nombrar a una persona oscurecida por la sombra de la duda en el caso Cerdán señala que el presidente no tiene miedo al enfrentamiento, pero también deja mensajes de otro orden: transmite que habrá continuidad y que se perseverará en la línea fijada hasta ahora. Sin embargo, esta perseverancia no soluciona su problema electoral. Sánchez ha apostado por una posición definida, en la que, además de intentar hacer valer la gestión realizada y confiar en las mujeres y los jóvenes como fuerza electoral, se apoya sobre un mensaje central, la defensa de la democracia frente a la extrema derecha y su desinformación.
Además, Sánchez apuesta por la inmigración y por una visión plurinacional de España. En este último punto, Sánchez coincide con un Trump que quiere menos atribuciones para el gobierno federal y más competencias para cada estado, pero en todo lo demás su programa es clavado al de Biden/Kamala. Y es una opción que ha demostrado ya su ineficacia para ganar elecciones en estos tiempos occidentales. Persistir en él como única baza no es buena señal.
Sánchez intentará cambiar el paso en enero con el anuncio de nuevas medidas, con las que tratará de retomar la iniciativa, pero es probable que necesite algo más. Estos son tiempos en los que la política importa, y las medidas deben tener bastante altura si quiere cambiar el humor social."
(Esteban Hernández , El Confidencial, 23/12/25)
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