La última fase de la globalización, tal como se está desarrollando, tiene dos características recurrentes. La primera es una acumulación de crisis financieras, de distinta naturaleza, que se repiten cada pocos años: en 1987, el citado crash bursátil; en 1992, el debilitamiento y posterior estallido del Sistema Monetario Europeo; en 1994, la quiebra de México, ejemplo de país emergente que cumplía con los dictados de la economía ortodoxa y del Fondo Monetario Internacional, y el efecto tequila (contagio a muchos otros mercados, muy alejados del mexicano); en 1997, la crisis asiática motivada por una serie de devaluaciones en cadena, que comenzó en la lejana Tailandia y a la que se denominó la primera crisis global; en 1998, la suspensión de pagos de Rusia; ese mismo año y el siguiente, nueva crisis de América Latina, a través de Argentina y Brasil; en 2000, el estallido de la burbuja de Internet y la desaparición del 90% de las empresas puntocom; en 2001, el caso Enron y la multiplicación de los escándalos en la América corporativa, con la complicidad de las compañías auditoras y de los bancos de negocios. Y hoy, las hipotecas subprime, cuyo alcance todavía no se adivina en el horizonte.
En la crisis de las hipotecas locas se dan tres singularidades, que la distinguen de la mayoría de las anteriores convulsiones: la primera, que la contaminación emerge del corazón del sistema -EE UU y la aristocracia financiera de Wall Street-, no de los países emergentes como en muchos de los anteriores episodios. La segunda, que los contaminados son los Estados del primer mundo, fundamentalmente los europeos. La tercera singularidad es la más novedosa: los salvadores de los bancos en crisis con necesidades urgentes de capitalización son los países emergentes a través de los fondos soberanos (sovereign-wealth funds); los fondos soberanos son empresas de capital público de aquellos países (China, Arabia Saudí, Abu Dhabi, ...) que tienen gigantescas reservas de divisas por poseer materias primas con los precios al alza... La paradoja es evidente: la periferia acude en salvación del centro del sistema. (...)
La segunda característica de la globalización realmente existente es la financiarización de la economía. Lo financiero ha pasado a primer plano, es lo hegemónico; lo productivo o lo industrial es subsidiario de lo financiero." (JOAQUÍN ESTEFANÍA: La metástasis, ed. Galicia, Economía, 27/01/2008, p. 24/5)
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