Es cierto que se encuentran en las reuniones del G-20 y hacen declaraciones tranquilizadoras: Estados Unidos reducirá sus déficits presupuestarios, China dotará de mayores estímulos a su economía doméstica, se tomarán medidas para reducir la especulación monetaria, y cosas así. Pero todo el mundo sabe que ni el Congreso de EE UU ni la Casa Blanca ofrecerán a sus votantes el amargo trago de unos significativos aumentos de impuestos ni de unos significativos recortes presupuestarios.
Y, mientras China tenga que dedicar seguramente mucho más dinero a acuciantes capítulos domésticos, tales como vivienda, centrales eléctricas, puertos y ferrocarriles, por no hablar de sus fuerzas armadas, la consecuencia será que cambiará los cientos de miles de millones de su reserva de dólares, ganados por su superávit exportador, a yuanes, hundiendo un poco más a la moneda norteamericana.
Quizá no estemos lejos de una crisis monetaria global, con los gobiernos de Asia y los fondos soberanos de inversión patrimonial -por no hablar de los especuladores- titubeando sobre el alambre de la decisión de si comprar oro y vender dólares, como hizo India recientemente. Con doctos artículos y editoriales hablando sobre ello en cada periódico del mundo, crecen las oportunidades de volatilidad. La frase de Buchan podría ser modificada: "Sobre la delgada corteza de un sistema de libre mercado autoequilibrado, chillan los milanos y los buitres". (PAUL KENNEDY: El desconcertante mundo del año 2010. El País, ed. Galicia, opinión, 09/01/2010, p. 27)
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