"¿Qué va a ocurrir a partir del otoño en un país como España si la economía no crece o crece por debajo del mínimo exigible para crear empleo durante, pongamos, un lustro más?
¿Cómo puede sobrevivir una sociedad en la que casi la mitad de sus jóvenes están en paro; en la que más de un millón de sus hogares tiene a todos sus componentes sin empleo; en el que el número de parados de larga duración -que se van quedando, por goteo, sin seguro de desempleo, sin la paga escoba y sin las rentas mínimas de inserción que existen en algunas comunidades autónomas- aumenta, se descapitaliza y envejece; en el que crece mes a mes el número de sustentadores principales (el sueldo principal que entra en una familia), lo que es sinónimo directo de incremento de la pobreza?
¿Con qué ánimo puede funcionar una sociedad en la que el paro se instala durante un largo periodo en alrededor del 20% de la población activa, porcentaje más análogo al de una depresión que al de una recesión?
El pentimento de la deuda soberana que padecen muchos países europeos y Estados Unidos -las imágenes que hay debajo de las de ahora mismo- son las de la crisis de la deuda externa que asoló América Latina en los años ochenta.
Con sus analogías (la principal es la de las gigantescas ayudas que recibieron los bancos internacionales para sanear sus balances) y diferencias (el efecto contagio pasa de la periferia al centro), de la crisis de la deuda externa se salió con una década perdida en el bienestar de más de una generación de ciudadanos.
En este caso, sí disponemos de una hoja de ruta para solucionar los problemas del endeudamiento público. Sus eslabones se han repetido con insistencia:
- cerrar de una vez el nuevo rescate a Grecia y aceptar que ese procedimiento y las nuevas condiciones habrán de ser aplicables a Irlanda y Portugal (los tres países intervenidos hasta ahora);
- concretar las nuevas funciones con las que se ha dotado teóricamente al Fondo de Estabilidad (para que pueda comprar deuda de los países en dificultades);
- crear una auténtica deuda europea (los eurobonos);
- dar manos libres al Banco Central Europeo para que actúe, como la Reserva Federal, con un criterio de miras superior al de sostener bajos los precios (hoy el peligro es la deflación, no la inflación);
- extender las medidas para atajar la especulación bursátil contra la banca, etcétera.
Es una hoja de ruta difícil de poner en práctica a causa de su coste financiero y de los nacionalismos enanos, la falta de liderazgo de una buena parte de los políticos en activo, y las piedras que continuamente ponen en el camino aquellos economistas que, ciegos por su rigidez ideológica, pretenden repetir los errores del pasado presentándolos como soluciones del futuro.
El concepto más repetido en los titulares de los medios de comunicación de este verano ha sido el de "miedo".
El miedo no solo a los desastres naturales o al terrorismo indiscriminado sino a los mercados y a los peligros con los que estos pueden azotarnos sin previo aviso y en cualquier momento.
El miedo a los riesgos que amenazan el orden social del que depende la seguridad del medio de vida (el salario, el empleo), la supervivencia (la pobreza, la indigencia) o la posición en la jerarquía social. No hay inmunidad para la degradación y la exclusión social.
Con la actual crisis ha aparecido una nueva zona gris -la economía del miedo- que se prepara para golpear sin avisar." (JOAQUÍN ESTEFANÍA: 'Pentimento'. El País, ed. Galicia, 18/08/2011, p. 25)
Artículo 129 de la Constitución española: Los poderes públicos... establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción - Implantar la democracia económica en España es constitucional
26.8.11
"Con la actual crisis ha aparecido una nueva zona gris -la economía del miedo- que se prepara para golpear sin avisar"
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