"La mayoría supera los setenta años. Pero están dispuestos a luchar para que sus nietos no vivan peor que sus hijos.
Y creen que su experiencia, unida a "la fuerza de los jóvenes", puede
cambiar muchas cosas. Son los 'yayoflautas', los veteranos de un
movimiento que no se resigna a ser patrimonio exclusivo de la juventud.
Reunidos
en "la okupa de Escorial", como ellos llaman a un Centro Social Okupado
(CSO) en el barrio madrileño de Malasaña, hablan del "despertar del
15-M", de las luchas del pasado, de la represión del franquismo y del
esfuerzo que, a su generación, costó conquistar los derechos que ahora,
dicen, "nos roban a golpe de decreto".
Aunque no todos, la mayoría son viejos luchadores antifranquistas, sindicalistas de toda la vida
o supervivientes de los barrios obreros de las grandes ciudades, donde
los colegios públicos o los centros de salud se conseguían a base de
"tocar mucho las narices" al político de turno.(...)
En la acampada de la Puerta de Sol el pasado mayo, Angustias era conocida como "la abuela".
Se pasaba el día rondando por allí, ayudando en lo que podía. Varias
noches se quedó a dormir en un sillón en medio de la plaza. "A mí el
15-M me ha dado la vida", dice emocionada. (...)
Lázaro Sola, de 70 años, militó
en el PSOE y estuvo afiliado a la UGT hasta 1986. "Empecé en la
clandestinidad, entonces éramos marxistas, pero me desencanté pronto",
asevera. En el movimiento de los indignados ha encontrado un revulsivo,
un estímulo contra la apatía.
"Antes me dolía todo, estaba todo el día
atontado viendo la televisión. Ahora estoy hecho un chaval", presume. Ildefonso Gómez,
el más joven de la reunión, con 63 años, llegó incluso a ocupar cargos
orgánicos en el Partido Socialista.
En su memoria guarda la represión
que, junto a otros muchos, sufrió en las cárceles franquistas, donde
recalaban tras manifestaciones o reuniones clandestinas. Entonces,
recuerdan, sentían que la llegada de la democracia "merecía la pena",
aunque significara aguantar "las palizas de los grises".(...)
Aprovechando las movilizaciones contra la inclusión del techo de déficit
en la Constitución, a finales del pasado verano, los veteranos del 15-M
decidieron constituir una comisión propia dentro del Movimiento 15-M de
Madrid. La noche de antes, para protestar contra esta medida, habían
acampado en los parterres del Paseo del Prado.
"Éramos cuatro hombres y
dos mujeres mayores junto a 200 jóvenes que nos acompañaban. La policía
nos desalojó a las cinco y media de la mañana. La verdad es que no nos
tocaron. Después nos fuimos a la puerta del Congreso a seguir dando
guerra hasta que nos echaron", recuerda Lázaro. (...)
Los veteranos indignados catalanes se presentan como "la generación que luchó y consiguió una vida mejor para sus hijos"
y que ahora ve, con miedo pero sin resignación, cómo se pone "en
peligro" el futuro de sus nietos.
Desde entonces se les ha visto
ocupando autobuses urbanos de Barcelona para criticar la subida de las
tarifas o encerrándose en sucursales bancarias o sedes de agencias de
rating para protestar contra un sistema económico que, denuncian, "deja
de lado a las personas".
Ángel Córdoba, de 71
años, dice haber encontrado la conciencia crítica "con la edad". En su
juventud y madurez vivía centrado en su familia y en su trabajo como
técnico de electrónica en una gran empresa. Si en la fábrica había una
huelga, la secundaba, pero no era de los que se ponía detrás de la
pancarta. Para él, el 15-M fue "una revelación". "En la
acampada se decían muchas verdades que el pueblo no conocía. Caminando
por allí me di cuenta de algo: ¿quién no tiene algo que reivindicar?". (...)
A sus 76 años, Román Oter, el jubilado que alentó a los indignados frente al Congreso,
se considera un "español reciclado". Criado en una familia
conservadora, comenzó a indignarse a sus treinta años, cuando empezó a
llevar a sus hijos al colegio de su barrio, San Blas, en Madrid, y a
valorar la "importancia" de la educación pública. (...)
Cuando se les pregunta si el futuro de sus nietos es más incierto de lo
que era el suyo, no hay unanimidad en las respuestas. "No es lo mismo.
Nosotros tuvimos miseria, represión... a esta juventud no le ha faltado
de nada, pero el futuro se les escapa. Que tengan a la gente joven sin
una salida es criminal", comenta Ángel.
"Tuvimos que sacar adelante a nuestros hijos, pero también a nuestros
padres, que habían perdido la guerra. Les quisimos dar lo que nunca
tuvimos nosotros, pero ¿qué pasa ahora con nuestros nietos?",
se pregunta Lázaro. A continuación habla Angustias: "Se abrió una
puerta y nos echamos a correr sin saber andar.
Muchos han vivido en una
burbuja".
Están indignados, cabreados... por eso dicen que no
van a quedarse quietos. Tienen tiempo y ganas y, aseguran, no van a
permitir que desaparezca la escuela pública a la que muchos no pudieron
asistir o un sistema sanitario de calidad que les igualó "con los ricos"
en la puerta de la consulta del médico.
"Seguiré luchando mientras tenga fuerzas para suspirar",
sentencia Angustias mientras baja, ayudada por su bastón y por un joven
con cresta, las escaleras de la casa okupa en la que estos activos
veteranos han celebrado su última asamblea." (Público, 01/05/2012)
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