"En un comedor escolar se aúna mercado, salud, educación, cultura y
futuro. Por eso, los agricultores, ganaderos y las asociaciones
ecologistas se proponen recuperar el terreno perdido en la compraventa
de alimentos por esta vía. Las administraciones públicas gastan unos
2.500 millones —igual a un tercio de las subvenciones comunitarias a la
agricultura— en el servicio de restauración de colegios, hospitales,
bancos de alimentos o cárceles.
Un cliente más que goloso, que celebra
concursos de licitaciones para los contratos públicos y que debería
poder imponer sus condiciones. La pretensión de estos colectivos es que
el Estado compre los alimentos en los mercados cercanos, lo que en su
opinión fomenta el empleo local y es menos contaminante y sano. Es
decir, saltarse intermediarios con los productores, una cadena que,
según sus cálculos, encarece el precio de media un 450%.
Por eso, VSF Justicia Alimentaria Global
lanza ahora un informe y la campaña Corto circuito. Por una
alimentación sana, cercana y justa. “El comercio internacional de
alimentos ha aumentado un 184% y la producción, el 84%. Es decir,
estamos mareando los alimentos”, se indigna Javier Guzmán, el director
de la ONG.
“En Italia, desde que empezó la crisis, la venta de productos
próximos no ha parado de subir. Tenemos en los ciudadanos a los mejores
aliados”, cuenta emocionado Natale Marcomini, que trabaja en una red
europea que difunde esta estrategia. El Ejército noruego se ha sumado a
la iniciativa y, en Copenhague (Dinamarca) los niños, que comían
bocadillos, se sientan ante un plato.
La tarea de concienciación es ingente, pero también parten de unos
porcentajes bajísimos de venta directa (10%), a diferencia de lo que
ocurre con las granjas de Italia, Francia o Polonia, donde se llega casi
al 20%. Según Justicia Alimentaria Global, existen al menos 10.000
compradores potenciales públicos.
“Cuando hablamos de productos
kilométricos tendemos a pensar en que se importa el azúcar, los
plátanos... Pero no, importamos productos que han sido siempre la base
de nuestra alimentación. ¡Hasta las lentejas de Latinoamérica!”, se
desespera Ferrán García, responsable del documento. (...)
En España existen ya proyectos aislados. Como el comedor del colegio
de Larrabetzu (Bizkaia) gestionado por los padres desde 2008. En la
cuenca del Tajo se intenta un menú 100% local, en Mallorca se planta en
los patios de las escuelas. La Fundació Futur, que trabaja con
exreclusos, sirve 4.500 menús saludables en Cataluña.
El agricultor José Manuel Benítez se lamenta: “Falta voluntad
política. En Andalucía, el programa de consumo social pretendía cambiar
el modelo y que los agricultores llevasen sus productos a los centros
sin coste adicional, pero al final se ha dejado en manos de los
catering”. (El País, 29/04/2013)
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