2.6.13

¿Qué está pasando? La evidencia del fracaso de la política de austeridad es una masiva indignación social contra su carácter regresivo

"Dos estrategias fundamentales pugnan por la gestión y salida de la crisis sistémica: 
  1. Por un lado, la opción dominante es la es trategia liberal-conservadora, basada en la política de austeridad. 
  2. Por otro lado, de forma subordinada está la apuesta por una opción justa, democrática y solidaria.
 La primera admite dos posibles evoluciones: 

1) la continuista remozada con cierta flexibilidad y una aplicación más lenta, la persistencia de los ajustes estructurales con la prioridad de reducir el déficit (y la deuda) público y nuevos reequilibrios económicos e institucionales, dentro de la UE y la zona euro, bajo hegemonía alemana, 
2) la deriva hacia una austeridad impuesta y autoritaria, especialmente regresiva, segmentada y de subordinación del sur, pero con importante precarización de las capas populares centrales, deslegitimación social de sus clases gobernantes con democracias liberales débiles, así como con riesgos de ruptura de la UE y el euro y fortalecimiento de nuevos movimientos populistas, con componentes derechistas, xenófobos o exclusivistas.
 
La segunda opción es un proyecto y un impulso de cambio, con una gran legitimidad social (en el sur), pero sin fuerzas sociales y políticas suficientes (y menos económicas) para implementarla a corto y medio plazo. 

Consiste en una política económica alternativa, expansiva del empleo y mejora del aparato productivo (del sur), la solidaridad e integración europea, la reafirmación del modelo social europeo y los derechos sociolaborales y la regeneración democrática de los sistemas políticos. 

Ese proyecto es defensivo, pero tiene sentido como orientación que refuerce la resistencia a la involución social y democrática, cohesión de fuerzas progresistas y condicionamiento sociopolítico hacia un sistema económico y político menos regresivo.

Cabe una tercera opción, ‘intermedia’ entre las dos anteriores, como agotamiento, derrota y cambio de la primera, pero sin suficientes fuerzas para garantizar la segunda. Supone cierto acuerdo o equilibrio entre parte del poder económico liberal e institucional y los intereses y la legitimidad de las sociedades europeas junto con la presión de los países sur (incluyendo Francia). Las expectativas iniciales del programa de Hollande (y Obama) podían apuntar al inicio del camino hacia esta opción, pero sus políticas siguen bloqueadas sin romper totalmente con la primera opción. Conlleva un equilibrio inestable con tendencias contrapuestas: 

1) hegemonía política liberal y de las principales fuerzas económicas y empresariales, con garantías (estabilidad sociopolítica, legitimidad social, competitividad respecto a terceros países…) para la reproducción del sistema económico y la legitimidad de su poder y distribución de rentas a medio y largo plazo; 
2) persistencia de la presión popular y las fuerzas de izquierda y movimientos sociales progresistas, con un modelo social y un sistema democrático ‘suficientes e integradores’.

En consecuencia, tenemos tres opciones de gestión de la crisis, con tres resultados distintos. (...)

Dada la persistencia de los valores democráticos e igualitarios en la mayoría de la ciudadanía europea y española, es previsible el mantenimiento de la indignación ciudadana y la deslegitimación social o la crisis de confianza hacia sus élites políticas, por su responsabilidad y su impotencia o pasividad respecto de una salida justa y democrática de la crisis sistémica. 

Está servida la pugna cultural entre el fatalismo pasivo y la indignación activa, entre la disgregación competitiva y la respuesta colectiva progresista. En el fondo está la tensión entre la continuidad o el cambio, entre, por un lado, el discurso tecnocrático de la preponderancia del poder económico y la actual capa gobernante y, por otro lado, la capacidad de la ciudadanía, las personas, con su cultura democrática y de justicia social, con los valores de libertad, igualdad y solidaridad, fundamentos para promover un modelo social avanzado. (...)

La conciencia social mayoritaria de las consecuencias negativas de la crisis y la percepción de que la gestión institucional no garantiza una perspectiva mejorable, constituyen una gran impugnación a las actuales políticas de austeridad y sus gestores. Es una condición para poder conformar una base social de apoyo a la demanda de una opción progresista.   (...)

Por tanto, para promover el camino hacia la segunda (y tercera) opción, la reorientación de la política económica y la democratización del sistema político con un nuevo equilibrio (con conflicto y pacto), ya se ha dado un paso sustancial: 

1) la evidencia del fracaso de la política de austeridad, con una masiva indignación social contra su carácter regresivo; 
2) la amplia crítica a sus gestores, con mayor deslegitimación ciudadana, 
3) la significativa participación democrática de una ciudadanía activa (desde el sindicalismo y distintos grupos sociales hasta el movimiento 15-M y similares), como expresión de la nueva oleada de protestas sociales, cuyo último eslabón han sido las multitudinarias conmemoraciones estos días del segundo aniversario del 15-M. 

Pero es necesario un segundo paso, con el refuerzo de esos tres factores positivos, que presenta dificultades particulares: 

1) un potente movimiento social progresista, con la configuración de un campo sociopolítico transformador capaz de conseguir el apoyo de la mayoría de la sociedad; 
2) un fortalecimiento, reorientación y unidad de las izquierdas políticas y su reflejo institucional, 
3) la renovación de discursos y liderazgos, la reorientación estratégica y la mejora de la calidad democrática y ética de las élites políticas, sindicales y asociativas progresistas, incluidas las intelectuales."    (Antonio Antón, Rebelión, 28/05/2013)

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