5.6.13

Sobre las críticas a quienes propugnan la salida de la Eurozona

"Tú has sido uno de los promotores de un reciente manifiesto favorable a la salida del euro que creo que ha conseguido unas 2.500 firmas hasta el momento. Recientemente, en Freitag, a mediados de mayo, Michael R. Krätke [MRK], miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO (...)  publicó un artículo –“Las ilusiones fatales de quienes propugnan ahora una salida de la Eurozona”-, traducido al castellano por Amaranta Süss para sin permiso [1], crítico, muy crítico de esa posición.  (...)

Mientras esté en vigor el Tratado de Lisboa de 2007 seguirá el baile, en opinión de MRK. ¿Los que proponéis la salida del euro pensáis que debe seguir en rigor este tratado? 

MRK llama baile a la política económica y financiera neoliberal. Nadie debería sucumbir a la ilusión fatal de que el regreso a las monedas nacionales la detendría, nos avisa. Pero justamente de eso se trata, de romper con el Tratado de Lisboa, porque mantenerse en él es garantía de que sigue el baile, mientras que desvincularse permitiría crear condiciones para detenerlo. 

El error intelectual cardinal en la gestión de la crisis del euro, prosigue MRK, “consiste en confundir la Unión Monetaria con un recinto habilitado para la actividad económica mundialmente competitiva”. La disolución del euro, según él, no alteraría eso para nada ni pondría fin a los gravosos desequilibrios económicos entre el Norte y el Sur de la Unión. ¿Cuál es su opinión sobre este punto? 

La contraria. La disolución del euro permitiría una corrección significativa de los desequilibrios económicos entre el centro y la periferia de la unión monetaria. Ya lo he señalado: si para Alemania revalorizar su moneda sería indeseable, para los países del Sur devaluar sería necesario. 
 
Prosigue MRK con su crítica: que una competición devaluatoria sacaría de la miseria a los países europeos en crisis, es una conjetura que sólo los ilusos pueden llegar a creer. ¿Tú tienes esta creencia? 

Si, lamentablemente soy un fervoroso creyente. En última instancia todo depende de la intensidad de las revaluaciones y devaluaciones. Si no se corrigieran, a través de ellas, de modo suficiente los desequilibrios exteriores, sólo sería cuestión de forzar las modificaciones del tipo de cambio, naturalmente con sus consecuencias. Tengo un ejemplo sencillo y bien estudiado que contradice a MRK. 

Adelante con él.

Con la crisis del Sistema Monetario Europeo a partir de 1992 se produjeron cambios muy sensibles de las cotizaciones de las monedas europeas y creo haber demostrado fehacientemente en mi libro La historia inacabada del euro (Trotta, 2001) como la devaluación de la peseta en un 20% entre 1991 y 1995 con respecto al resto de las monedas del sistema sirvió para corregir el desequilibrio exterior e impulsar las exportaciones, al punto de que a través de ellas se puso en marcha la economía y se superó la recesión de 1992/3.

Insisto con alguna cifra porque esto es un punto esencial del debate del euro: tan pronto, como en 1993, la devaluación de la peseta – la primera devaluación tuvo lugar en septiembre de 1992- se dejó sentir en las exportaciones de bienes y servicios: crecieron en términos reales en un 8,5%, frente a una caída del 4,2% de la demanda interior. En 1994, las exportaciones aumentaron en un 16,7% cuando la demanda interior lo hizo tan sólo en un 1,3%. 

No caben analogías fáciles, pero tampoco afirmaciones sin fundamento. 

De los shocks monetarios que seguirían a la desintegración del euro, señala también MRK en su artículo, “sólo se alegrarían los especuladores internacionales de divisas”. Los gobiernos que devaluaran su moneda un 20, un 30% o incluso más, “tendrían que atenerse sin demasiadas sorpresas a las reacciones de los mercados financieros”. ¿No es este un peligro evidente? Quien devalúa, señala igualmente MRK, “es castigado con intereses y primas de riesgo más elevados”. 

Realmente no estamos muy de acuerdo. Él sostiene que los desequilibrios de la balanza de pagos no pueden resolverse con euro o sin euro, mientras que yo opino, como he señalado en la respuesta anterior, que sí. Después él piensa que la ruptura del euro produciría unas reacciones financieras incontrolables e inmanejables. 

Por mi parte afirmo que. se rompa o no el euro, habrá convulsiones financieras muy graves porque se ha creado una burbuja financiera entre los países de la Unión Monetaria que no puede mantenerse hinchada. De hecho, ya ha habido que rescatar a Grecia, Portugal, Irlanda y España. Por supuesto que la situación puede agravarse cuando haya novedades sobre la existencia del euro, pero ya se puede decir que la deuda exterior de algunos países es impagable. 
 
Por lo demás, continúo con MRK, los países en crisis de la Eurozona, no se han endeudado en la propia moneda. Dado que “los patrimonios y las deudas exteriores de sus ciudadanos están denominados en euros, la devaluación no puede sino provocarles pérdidas”. Ello significaría, además, “cerrar cualquier vía de escape a su actual situación de servidumbre por deuda”. ¿Es así en tu opinión? ¿Los ciudadanos endeudados de los países afectados saldrían perdiendo? 

Es verdad, obviamente, como MRK indica, que la deuda valorada en euros supondría un esfuerzo adicional para los países deudores que devaluasen su moneda, pero… después de todo, si se incrementa el montante de la deuda, menos pagable será. Conscientes de este problema, los que sostenemos que es necesario abandonar el euro, añadimos inmediatamente que nos parece que, en el caso de nuestro país, los más de 2 billones de pasivos exteriores no se pueden afrontar, algo que tendrán que resolver los agentes privados implicados… 

¿Y en el caso de la deuda pública? 
En el caso de la deuda pública, que nos concierne a todos, respaldamos que debe reestructurarse cuando menos. 

Pero al margen de este problema, lo que hace muy criticables los escritos del tipo del de Mrk es que introducen miedo y confusión en la izquierda, y tienden a paralizarla. Conozco, como es natural, lo que podríamos llamar la línea editorial de Sin Permiso y la insistencia con que publican artículos en defensa en última instancia del euro, resaltando los graves problemas que surgirían de abandonarlo, cosa que nadie niega.

 Pero no acaban de dar solución con tantos remilgos a la desesperada situación de nuestro país. Hay una pregunta que invalida los profundos análisis y argumentos de quienes no ven la salida del euro como alternativa: bien, puede que lleven razón, pero, ¿qué se le dice a la sociedad española? ¿Son conscientes de que asumen el compromiso político de dejar que el país se siga degradando económica y socialmente sin proponer salida alguna? 

Sigo con Michael R. Krätke. El espectáculo más estupefaciente de este debate sobre la salida del euro lo ofrecen, lo ofrecéis, en opinión de MRK, “los críticos de izquierda de la gestión política hecha hasta ahora de la crisis del euro cuando se suben al carro de la ‘competitividad". ¿Por qué? Porque os tragáis también la fábula de que “la fortaleza exportadora de Alemania sería indiscutiblemente (y absurdamente) atribuible a la pérdida de salario real”. ¿Esa es vuestra creencia? ¿Os tragáis esa fábula? 
 
No es mi caso. La competencia exacerbada existe en la Unión Monetaria, y la necesidad de ser competitivos viene impuesta por las reglas de juego, pero de ahí a comulgar con que un factor decisivo de la competitividad son los salarios queda un trecho que nunca he recorrido. De ahí vino la oposición a Maastricht, que el sector mayoritario de Izquierda Unida adoptó: las disparidades y desigualdades económicas entre las economías que iban a participar en el euro eran sustanciales, y por eso no había bases económicas para crear la moneda común. 

Pero además, con un sentido de clase elemental, entendimos que con la desaparición de la peseta y la imposibilidad de manejar el tipo de cambio, los intentos de mantener o mejorar la competitividad descansarían en los ataques a los salarios y, en general, a todos los elementos de los derechos y condiciones de vida de la inmensa mayoría. Fue el mismísimo canciller alemán Helmut Schmidt el que nos lo dijo claro: Maastricht y el estado del bienestar no son compatibles."

 [1] Michael R. Krätke, “Las ilusiones fatales de quienes propugnan ahora una salida de la Eurozona” http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6008

(Entrevista a Pedro Montes, Salvador López Arnal , Rebelión, 31/05/2013)  

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