"(...) ¿Cómo es posible que el Tribunal Constitucional avale que ciertos
despidos puedan estar no justificados? ¿Cómo es posible que aquel que
debería cuidar y velar por la defensa de nuestra Constitución permita
semejante vulneración al derecho al trabajo?
Cualquier proceso de catarsis y regeneración democrática debe pasar por una reforma profunda donde, de una vez por todas, los partidos y las élites dominantes dejen ya de colonizar y secuestrar la Justicia. Sin justicia, definitivamente no hay democracia. Y el Tribunal Constitucional, en este sentido, acaba de legalizar la miseria, la desigualdad, la pobreza.
Pero lo peor de todo es que desde un punto de vista económico esta reforma laboral era absolutamente innecesaria. Se basaba en premisas e hipótesis de partida falsas.
En realidad, todo proceso de mejora de nuestro sistema productivo
requería de otras reformas vitales, y no de un hundimiento del salario y
del empeoramiento masivo de las condiciones de vida de la clase
trabajadora.
Pero no se preocupen ustedes, la ciudadanía emplazará a
quienes han arruinado y empeorado sus condiciones de vida, a que recojan
“los frutos de sus políticas” en los próximos procesos electorales. Y
bien saben por sus encuestas, las “de verdad” y no las precocinadas,
como está el panorama demoscópico.
Frente a la reforma laboral aprobada, era necesario, en primer lugar, una profunda reforma educativa. La falta de capacitación de nuestros trabajadores es quizás el mayor problema del sistema productivo español. La falta de capacitación de nuestros trabajadores es quizás el mayor problema del sistema productivo español. (...)
Cualquier proceso de reducción de las desigualdades y la pobreza pasa
por un sistema educativo que capacite a nuestros estudiantes y elimine
el fracaso escolar. Existen muy buenos ejemplos a imitar, véase el
sistema educativo de Finlandia, la formación profesional en Alemania...
Pero existen además otros problemas más acuciantes para la mejora de la competitividad.
El problema de la vivienda, auténtico lastre a la movilidad geográfica; la bomba de relojería demográfica; la financiación empresarial; la participación de los trabajadores en el beneficio económico; los retos energéticos y un largo etcétera necesario para sentar las bases de un nuevo modelo productivo.
El diagnóstico que realizó la ortodoxia económica, entre ella sin
duda los asesores del actual ejecutivo, sobre los problemas de nuestro
país fue erróneo, y, por lo tanto, sus recomendaciones de política
económica tremendamente dañinas.
Los gobernantes actuales achacaban los
males de la economía española a la ineficiencia del sector público y a
una baja productividad del factor trabajo. Como consecuencia era cuestión irrenunciable e innegociable, según ellos, imponer una devaluación interna, un recorte salarial en toda regla.
Sin embargo, los datos invalidan este análisis. El ejemplo más claro es el "repentino" e intenso empeoramiento de nuestro sector exterior
durante los últimos trimestres ha incrementado la deuda externa neta de
España hasta alcanzar un nuevo récord histórico, nada más ni nada menos
que 1,021 billones de euros, el 99,8% del PIB.
No hay ninguna mejora de competitividad tras las “reformas” emprendidas por el ejecutivo.
Al revés, hay un empeoramiento intenso. Aún no hemos salido de la
crisis y una nueva crisis de balanza de pagos se cierne sobre nuestra
economía. De nuevo volvemos al punto de partida de esta crisis.
El gobierno en realidad se “olvidó” de tres lecciones sobre el empleo.
En primer lugar, los creadores de empleo reales son los consumidores,
cuyos salarios crecientes generan empleo y crecimiento. Si la gente
común no tiene salarios dignos, no habrá una recuperación real.
En segundo lugar, los poderosos deberían saber que ganan más
representando una proporción menor en una economía en crecimiento, que
acumulando riqueza a costa de la desaparición de las clases medias en
una economía estancada. Ni les cuento si al final hay un estallido
social.
En tercer lugar, los impuestos más altos sobre los que más tienen
para financiar cierta inversión pública mejora la productividad futura
de la economía. Todos ganamos con estas inversiones, incluyendo los
poderosos.
Pero claro está, llegaron los economistas "de la oferta"
que sin rubor afirmaban que las grandes corporaciones y los ricos son
los creadores de empleo y si cortamos sus impuestos los beneficios se
extienden a los demás. La plebe si quiere mejorar que se endeude. ¡Y de
aquellos barros, estos lodos!" (Juan Laborda, Vox Populi, 16/07/2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario