18.7.14

El Tribunal Constitucional acaba de legalizar la miseria, la desigualdad, la pobreza...

"(...) ¿Cómo es posible que el Tribunal Constitucional avale que ciertos despidos puedan estar no justificados? ¿Cómo es posible que aquel que debería cuidar y velar por la defensa de nuestra Constitución permita semejante vulneración al derecho al trabajo

Cualquier proceso de catarsis y regeneración democrática debe pasar por una reforma profunda donde, de una vez por todas, los partidos y las élites dominantes dejen ya de colonizar y secuestrar la Justicia. Sin justicia, definitivamente no hay democracia. Y el Tribunal Constitucional, en este sentido, acaba de legalizar la miseria, la desigualdad, la pobreza.

 Pero lo peor de todo es que desde un punto de vista económico esta reforma laboral era absolutamente innecesaria. Se basaba en premisas e hipótesis de partida falsas. En realidad, todo proceso de mejora de nuestro sistema productivo requería de otras reformas vitales, y no de un hundimiento del salario y del empeoramiento masivo de las condiciones de vida de la clase trabajadora.

 Pero no se preocupen ustedes, la ciudadanía emplazará a quienes han arruinado y empeorado sus condiciones de vida, a que recojan “los frutos de sus políticas” en los próximos procesos electorales. Y bien saben por sus encuestas, las “de verdad” y no las precocinadas, como está el panorama demoscópico.

 Frente a la reforma laboral aprobada, era necesario, en primer lugar, una profunda reforma educativa. La falta de capacitación de nuestros trabajadores es quizás el mayor problema del sistema productivo español. La falta de capacitación de nuestros trabajadores es quizás el mayor problema del sistema productivo español. (...)

 Cualquier proceso de reducción de las desigualdades y la pobreza pasa por un sistema educativo que capacite a nuestros estudiantes y elimine el fracaso escolar. Existen muy buenos ejemplos a imitar, véase el sistema educativo de Finlandia, la formación profesional en Alemania...

Pero existen además otros problemas más acuciantes para la mejora de la competitividad. 
El problema de la vivienda, auténtico lastre a la movilidad geográfica; la bomba de relojería demográfica; la financiación empresarial; la participación de los trabajadores en el beneficio económico; los retos energéticos y un largo etcétera necesario para sentar las bases de un nuevo modelo productivo.

El diagnóstico que realizó la ortodoxia económica, entre ella sin duda los asesores del actual ejecutivo, sobre los problemas de nuestro país fue erróneo, y, por lo tanto, sus recomendaciones de política económica tremendamente dañinas. 

Los gobernantes actuales achacaban los males de la economía española a la ineficiencia del sector público y a una baja productividad del factor trabajo. Como consecuencia era cuestión irrenunciable e innegociable, según ellos, imponer una devaluación interna, un recorte salarial en toda regla.

Sin embargo, los datos invalidan este análisis. El ejemplo más claro es el "repentino" e intenso empeoramiento de nuestro sector exterior durante los últimos trimestres ha incrementado la deuda externa neta de España hasta alcanzar un nuevo récord histórico, nada más ni nada menos que 1,021 billones de euros, el 99,8% del PIB.

 No hay ninguna mejora de competitividad tras las “reformas” emprendidas por el ejecutivo. Al revés, hay un empeoramiento intenso. Aún no hemos salido de la crisis y una nueva crisis de balanza de pagos se cierne sobre nuestra economía. De nuevo volvemos al punto de partida de esta crisis.

El gobierno en realidad se “olvidó” de tres lecciones sobre el empleo. En primer lugar, los creadores de empleo reales son los consumidores, cuyos salarios crecientes generan empleo y crecimiento. Si la gente común no tiene salarios dignos, no habrá una recuperación real. 

En segundo lugar, los poderosos deberían saber que ganan más representando una proporción menor en una economía en crecimiento, que acumulando riqueza a costa de la desaparición de las clases medias en una economía estancada. Ni les cuento si al final hay un estallido social.

En tercer lugar, los impuestos más altos sobre los que más tienen para financiar cierta inversión pública mejora la productividad futura de la economía. Todos ganamos con estas inversiones, incluyendo los poderosos. 

Pero claro está, llegaron los economistas "de la oferta" que sin rubor afirmaban que las grandes corporaciones y los ricos son los creadores de empleo y si cortamos sus impuestos los beneficios se extienden a los demás. La plebe si quiere mejorar que se endeude. ¡Y de aquellos barros, estos lodos!"               (Juan Laborda, Vox Populi, 16/07/2014)

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