"Lejos de La Moncloa, lejos del hemiciclo del Congreso, lejos de la
Puerta del Sol, existe un submundo de 'tuppers' que van de aquí para
allá, un trajín de bolsas de merienda que pasan de mano en mano, una red de favores cotidianos que está sacando adelante a muchas familias españolas.
Niños que piden lonchas de pavo de más en el colegio porque en casa hay poca 'comidita';
abuelas que se van a la cama con una infusión para que puedan cenar sus
nietos; madres que apenas se acuerdan ya del sabor de la carne o el
pescado. Es el mapa de la desnutrición en España cuyos accidentes
geográficos muchos no quieren ver.
(...) el consejero de la Comunidad de Madrid, Salvador Victoria,
descartó la apertura de los comedores escolares en verano al considerar
que en esta región no existe problema alguno de desnutrición entre los
estudiantes.
Si Laura tuviese cara a cara a Salvador Victoria y a muchos otros políticos, les pediría que se diesen un paseo por la España real,
pero no en el coche oficial ni con escolta, sino a pie, despacio y
mirando a la gente: "Que salgan de la nube, que se den una vuelta por
los colegios y las asociaciones de Madrid y vean lo que hay, cómo está
la gente y cómo lo pasan de mal.
Que no piensen tanto en ellos y en
llenarse los bolsillos. Si quisieran arreglar algo, ya lo habrían hecho.
Como lo de abrir los comedores escolares en verano. ¿Qué hacen las
familias que tienen a todos sus miembros en paro o que ya no tienen
prestaciones? ¿Qué comen? (...)
El 'tupper' de hoy de Laura lleva alubias con carne. Esta joven, de 37 años, sobrevive en verano gracias al campamento urbano que organiza la Asociación Solidaridad con Madres Solteras con la financiación de CaixaproInfancia, del Ayuntamiento de Madrid y de las becas de la Fundación Educo,
que ha lanzado un plan este verano para alimentar a los niños españoles
en riesgo de exclusión social.
La ONG Educo ha puesto en marcha un programa de becas comedor de verano en 17 autonomías con el que tiene previsto repartir un total de 105.000 comidas sufragadas con donativos de particulares.
Laura acaba de recoger a su hija en el colegio Blas de Otero, en el distrito de Latina en Madrid, y, de paso, se lleva las sobras en una tartera para la cena.
"Lo que sobra de algún niño que no ha venido me lo dan y me lo llevo
porque en mi casa hace falta. Todo lo que me sirva de comer lo cojo
encantada. Además, aquí siempre hacen comidas muy completas".
Aunque el alegre griterío de los niños apenas deja escuchar su voz,
esta madre transporta una tartera cargada de desolación. Pese a tener 37
años, criar una hija pequeña y contar con toda la vida por delante, ni un atisbo de esperanza se asoma a su rostro. En dos largos años en paro tan sólo ha conseguido realizar dos entrevistas con ningún resultado. (...)
"Si no tuviera la casa de mis padres ya me habría muerto. Mi hija y yo no sé dónde estaríamos. Los bancos de alimentos no dan para tanto
porque hay muchísima gente. Estoy divorciada y mi pareja no me paga ni
un duro. Si no es gracias a ellos y a la asociación de madres solteras,
no sé qué habría sido de la infancia de mi hija", asegura con el
pesimismo impregnado en su piel. (...)
"Los comedores escolares de verano son una ayuda muy grande para las
madres que estamos en estas circunstancias. Acceder a un campamento
particular es un dineral que no tenemos. Poder venir y dejarles aquí y
que puedan comer gratuitamente es algo que uno no se
puede pagar con nada, si no tienes un sueldo digno. Estos comedores
populares son muy buenos para las personas que lo necesitan", relata
Nancy.
En ocasiones, su hija y su nieta se van a la cama con un vaso de
leche. Y sin rechistar. Noches en las que no hace falta decir nada;
basta tan sólo con una mirada. Son conscientes de los apuros económicos
por los que atraviesa la familia: "Cuando no hay comida, les doy un vaso de leche
y las niñas entienden que hoy no hay.
Se les explica y las niñas se lo
toman y a la cama. Lo importante es que ellas tengan algo, aunque una no
coma. Yo me tomo una infusión y ya está, pero ellas tienen que estar
mejor alimentadas". (...)
"Es una impotencia cuando te ves sola con tu hija y quieres algo bueno y
no puedes darle ni lo básico. La verdad es que es muy triste. Que la
gente esté perdiendo sus casas y que los bancos se están inflando los
bolsillos, es muy fuerte". Si no fuera por las redes solidarias, hace
tiempo que habría tirado la toalla." (El Mundo, 15/07/2014)
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