"En cuestión de semanas han aparecido tres informes de tres instituciones
internacionales –el Banco Mundial, la OCDE y la Organización
Internacional del Trabajo (OIT)- que expresan su gran alarma por el
enorme deterioro del mercado de trabajo en la mayoría de países de
economía avanzada, término que se utiliza para definir los países
capitalistas más desarrollados. Todos estos informes documentan el gran
descenso de los salarios y la escasa producción de puestos de trabajo
bien remunerados.
El trabajo que es involuntariamente a tiempo parcial,
el desempleo, la escasa tasa de ocupación (que mide el porcentaje de la
población que trabaja en el mercado laboral), el trabajo sumergido, y el
desempleo crónico, son todos indicadores negativos que caracterizan la
situación laboral en aquellos países.
Esta situación adversa es
particularmente acentuada en los dos polos demográficos del mercado
laboral, es decir, entre los jóvenes, por un lado, y entre la gente
mayor de cincuenta años, donde la cronicidad del desempleo es masiva,
por el otro. Todos estos informes señalan que España es uno de los
países donde tales indicadores son peores. (...)
De ahí que una característica del tiempo en el que vivimos sea, además
del crecimiento de la banca (resultado de la necesidad de endeudarse de
la población), su comportamiento especulativo, favorecido, además, por
la desregulación de dicha banca, política promovida por los gobiernos
neoliberales.
Hoy, la economía especulativa, centrada en el sistema
bancario en la sombra (shadow banking system), es de 70 trillones de
dólares (utilizo el término trillones en el sentido anglosajón de la
palabra), una cantidad mucho mayor que la que tiene la banca
tradicional. Esta situación determina que se haga mucho, muchísimo
dinero en la cúspide, en el 1% de renta superior, sin que con ello se
afecte positivamente al resto de la población.
En realidad, el efecto es
sumamente negativo, pues, a través de la gran influencia política de
este 1%, se destruye la democracia. Las enormes desigualdades que se
crean como consecuencia son dañinas para la propia supervivencia del
sistema económico y democrático.
A primera vista, parecería que el
establishment europeo se está dando cuenta de que algo no funciona bien.
El elevado desempleo se percibe como un problema político –al aparecer
partidos y movimientos que cuestionan la legitimidad de los Estados- y
económico, pues contribuye a la falta de demanda. Hemos visto nada menos
que al Sr. Draghi, el Presidente del Banco Central Europeo (BCE),
indicando que no son suficientes las políticas de austeridad.
En
realidad, ha ido incluso más allá y, por fin, ha admitido que hasta
puede que sean desaconsejables en este momento de recesión, proponiendo
que deben complementarse con políticas expansivas, que se centran en dos
dimensiones. Una es el préstamos de millones y millones de euros a la
banca privada para que facilite el crédito y así estimular la economía.
Esta medida, sin embargo, ha sido y continúa siendo poco eficaz. Y
tenemos evidencia más que suficiente para mostrar que los millones y
millones que el BCE ha prestado a la banca privada han servido de muy
poco para facilitar el crédito. Y la razón de ello es fácil de ver.
La
banca recibe prestado este dinero y, en lugar de ofrecer crédito,
invierte en actividades especulativas, comprando, entre otras cosas,
bonos públicos de los Estados, que se ven forzados a pagar unos
intereses elevadísimos para pedir dinero prestado. Los bancos reciben
préstamos del BCE a unos intereses irrisorios y con ello compran deuda
pública a unos intereses del 4%, del 6% o del 13% en el caso de Grecia
(cifra, esta última, que se alcanzó en 2011).
Como consecuencia, los
ingresos de los banqueros y de los accionistas (componentes del 1%)
crecen exponencialmente. Lo lógico sería que el BCE prestara
directamente a los Estados, cosa que no hace. Y ahí está el problema
(ver mi artículo “El gran escándalo de la banca privada” en Público
02.10.14).
Pero la otra medida, también aplaudida
por muchos, que Draghi está proponiendo, es estimular la economía a
través de medidas como garantizar intereses bajos. Pero añade también
como medida estimuladora la bajada de impuestos (la típica medida
liberal para estimular la economía), que tiene un impacto estimulador
reducido.
Y continúa insistiendo en que se hagan las reformas, como las
laborales, que continuarán bajando los salarios, con lo cual el objetivo
central de estimular la demanda continuará estancado.
Y, sobre todo,
continúa aferrado a no prestar dinero a los Estados, lo cual les
permitiría seguir políticas expansivas, en inversiones públicas, tanto
sociales como físicas, que los países necesitan. Tales políticas
propuestas por los establishments neoliberales serán insuficientes para
salir de la crisis. (...)" (Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 9 de octubre de 2014., en vnavarro.org, 09/10/2014)
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