"Cuando se comparan las horas trabajadas en un país con la productividad
de toda su economía parece existir cierta relación inversa: donde se
trabaja menos horas la renta generada por hora (productividad) es mayor,
y donde se trabaja más horas la productividad es menor.
En el gráfico 1
se puede observar esta correlación entre las dos variables para las
economías más importantes de la Unión Europea, si bien es cierto que hay
economías como Portugal e Irlanda que se alejan bastante de la relación
ideal, y otras como Alemania y los Países Bajos que también se alejan
notablemente (aunque menos).
Así, en países como Grecia, Portugal,
Italia y España se trabaja muchas más horas al año y sin embargo la
cantidad de euros generados cada hora es reducida; y lo contrario ocurre
en países como Dinamarca, Países Bajos, Francia y Alemania. (...)
Sin dejar de reconocer que en determinadas empresas o subsectores de
la economía una reducción de la jornada laboral puede ser muy positivo
para la productividad (precisamente y fundamentalmente por el citado
argumento del cansancio), es importante señalar que las enormes
diferencias mostradas en el gráfico no pueden ser solventadas sólo
reduciendo la jornada laboral.
Lo que los griegos podrían mejorar en
productividad reduciendo el tiempo de trabajo quizás se notaría en la
empresa en la que ocurriera, pero sería imperceptible para el conjunto
de toda la economía. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que si los
griegos trabajasen 700 horas menos al año lograrían aumentar su
productividad hasta las cotas alemanas? Es evidente que hay algo más y
de muchísima más importancia detrás de estas dos variables.
Al fin y al cabo estamos hablando de una posible correlación falsa o
espuria. Es decir, una correlación bastante limpia entre dos variables
(con una relación más o menos lineal como la del gráfico 1) pero cuya
causalidad no existe directamente entre las mismas.
Un ejemplo de
correlación espuria es la que existe entre la altura de los ciudadanos
españoles y su nivel de renta. Si uno observa los datos descubre que en
efecto hay relación: los españoles más altos suelen ser los que más
ingresos tienen y los más bajos los que menos.
Pero eso no quiere decir
que el hecho de ser alto tenga como consecuencia que se cobre más, sino
que hay otra variable que explica esa relación pero que permanece al
margen (por eso se llama “variable escondida”).
En este caso la variable
escondida es el sexo: las mujeres suelen ser más bajas que los hombres y
también las que menos ingresos reciben porque hay menos mujeres que
hombres en el mercado laboral y porque ellas suelen acceder a empleos de
menor remuneración. Por lo tanto, lo que explica que los españoles más
bajos cobren menos no es su altura, sino su sexo.
Si la variable de horas trabajadas no es la que explica la
productividad, ¿cuál es entonces la que lo hace (y por lo tanto la
variable escondida)? En realidad hay muchas, y todas ellas tienen
explican en cierto grado el nivel de productividad. Sin embargo, hay una
variable que por su importancia destaca sobre todas las demás: el peso
de los sectores intensivos en tecnología. (...)
Otra cuestión crucial a tener en cuenta es que al medir la productividad
en euros por hora trabajada, el precio de los productos importa.
En el
ejemplo anterior, incluso en el hipotético caso de que un peluquero
atendiese en una hora a más personas que automóviles fuesen producidos,
la productividad de la fábrica sería mayor, porque cada automóvil sería
vendido por un precio muy superior (y por lo tanto ofrecería un valor
añadido también muy superior) al que se ofrecen los servicios de
peluquería. De nuevo, en la productividad no importa tanto la habilidad
del trabajador como la naturaleza del producto[2]. (...)
Precisamente existe una determinada relación entre los productos que
son susceptibles de producirse a mayor velocidad con los productos que
mayor precio tienen[3].
El punto de unión es la tecnología, que al mismo tiempo que permite que
el proceso de producción sea acelerado, suele permitir que el producto
sea valorado por su intensidad tecnológica y no por su bajo precio, de
forma que el vendedor tiene mayor margen para aumentar el precio. Por
todo ello, los bienes y servicios intensivos en tecnología suelen ser
los que mayor productividad tienen.
Vamos a ver si el componente energético puede ser la variable
escondida que explica fundamentalmente la productividad. En el gráfico 2
se presenta la relación que existe entre la productividad y el peso de
los sectores de alta y media-alta tecnología[4] para los mismos países de la Unión Europea que en el gráfico anterior.
Parece que existe una cierta correlación, aunque es incluso más
imprecisa que la del gráfico 1 debido fundamentalmente a los casos
extremos de Irlanda –otra vez– y Finlandia. Los países con mayor peso de
sectores de alta y media alta tecnología suelen ser los que mayor
productividad presentan, y al revés.
Así, países como Grecia, Portugal,
España e Italia tienen un peso reducido en estos sectores y al mismo
tiempo presentan una productividad moderada; lo contrario ocurre en
países como Dinamarca, Países Bajos, Francia y Alemania. (...)
No obstante, el apoyo teórico y la evidencia empírica mostrada parecen
suficientes para al menos reconocer el importante rol que tiene el
componente tecnológico de los productos a la hora de explicar la
productividad de la economía.
Además, ahora sí nos parecería más
plausible que Grecia alcanzara las cotas alemanas de productividad
simplemente aumentando en la misma cuantía el peso de los citados
sectores económicos.
Por otro lado, esta variable “escondida” explica en
parte la correlación falsa del gráfico 1: en los sectores de media y
baja tecnología se suele trabajar más horas precisamente para compensar
los bajos niveles de productividad que suelen registrar. Por eso, la
tecnología es a las horas trabajadas lo que el sexo a la altura en el
ejemplo anterior de correlación falsa." (Eduardo Garzón, 16/01/2015)
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