"(...) En Grecia, tras unas elecciones democráticas sin tacha, salvo por la
presión exterior que casi equivalía a una intervención, vencieron las
izquierdas de Syriza. Exactamente al revés de lo que ocurrió en España,
donde la izquierda, antaño llamada real, había desaparecido sin combate
pero con la bolsa llena,
y ganó la derecha dispuesta a repartir el
sufrimiento en línea inversamente proporcional a las responsabilidades
de la crisis. La culpa de nuestra ruina estaba en los fontaneros que no
hacían facturas con IVA, los albañiles desaprensivos, los funcionarios
corruptos. Sería difícil encontrar en los tremebundos avatares de
nuestra historia un símil semejante al denominado “chocolate del loro”.
Los asalariados y las clases medias vivían ¡ay! por encima de sus
posibilidades.
El Gobierno griego salido de las urnas está planteando todas las
argucias posibles para que no sean las clases populares, las clases
medias y la modesta economía del país, los que paguen con su ruina
durante décadas lo que los gobiernos conservadores y socialdemócratas
estafaron durante muchos años con el beneplácito de sus avalistas y de
esos mismos financieros que ahora les piden seriedad y cumplimiento de
“sus compromisos”.
¿Los de quiénes? Los prestamistas convertidos en
usureros. Y aquí tenemos a toda una cohorte de comentaristas que les
parece de perlas que los humildes paguen sus deudas. ¿Y los ricos? Los
ricos no tienen deudas, sólo fracasan en sus operaciones financieras,
que no es lo mismo. Luego viene “la quita” y “el pon” que asume el
Estado, es decir, nosotros mismos. Lo que hizo Mariano Rajoy y su
draculín Montoro (...)
Lo de Mariano Rajoy y Montoro el Drácula -que el dios de la Hacienda me
coja confesado- hubiera supuesto en cualquier país con nervio un
levantamiento social. (...)
Por más que ocultemos las protestas en “breves de página par”, como
se dice en el gremio, este país nuestro tendría que sentirse griego
hasta las cachas. Los problemas con la Iglesia ortodoxa y su exención de
impuestos sobre sus inmensas propiedades -conozco algo Grecia; incluso
viví en el monte Athos e Itaca, esa isla que con toda seguridad nuestra
farándula autóctona no ha visitado nunca- o la querella con los
navieros, auténticos reyes del Estado desde antiguo, no son diferentes a
los nuestros con la Iglesia católica y las compañías eléctricas o del
gas o de las finanzas, esos oligopolios implacables.
Pero en Grecia ganó Syriza y no el Partido Popular, y están en su
derecho de encontrar cualquier fórmula, por aventurada que parezca, para
romper el techo de hierro que los va a aplastar durante décadas.
Como a nosotros, héroes de una recuperación que es la mentira más
repetida de los últimos meses y que nadie que vaya en autobús, en metro o
camine, se creerá, a menos que le guste engañarse y hacer de sicario
tertuliano. No quiero decir con esto que nuestros medios de comunicación
mientan, sino algo más sutil: son conscientes de no decir la verdad,
alegando que la verdad es tan dura que la gente prefiere no saberla.
¡Quieren noticias positivas! Pues muy bien, que visiten Disneylandia. (...)
Y resulta que ahora que gana la izquierda, buena parte de los gobiernos
europeos, acosados por los mercados -esa expresión que antes de lo
políticamente correcto, se denominaban “los que mandan porque han
mandado siempre y administran tu país por delegación”- resulta que se
les exige sumisión. En otras palabras, esquilmaron el país y
consintieron la corrupción a todos los niveles, con impunidad absoluta.
Pero cuando llegaron los tiempos de crisis y la amenaza de un pozo
económico que puede llevárselos por delante, sacan la vara de medir que
tenían enmohecida por falta de uso, y les dicen “Europa, caballeros, es
como un museo, y para mantenerlo, porque no olviden que de la misma
Grecia nos lo hemos llevado todo lo que podía ser transportable, deben
volver a su condición de agrícolas de subsistencia.(...)
La desigual pelea entre izquierda y derecha en Europa ha reaparecido. (...)
Se acabaron las pantomimas. Esta pelea será a muerte y se juega en
Grecia, o por mejor decir, tiene a los griegos como protagonistas. ¿O es
que ustedes, brillantes administradores y comentaristas de lo ajeno,
acabarán pidiendo una intervención en Grecia para desalojar a los que no
aceptan el chantaje?
Porque lo de Grecia es la mayor provocación que
pueden hacer nuestros gobiernos, haciendo pagar a su ciudadanía el
derroche que supuso la fortuna sobre la que se asientan.
¡Qué artículos, qué editoriales, qué cúmulo de agudeza analítica!
Incluso antiguos radicales han redactado artículos de opinión dando
orientaciones a esos griegos “malas cabezas”. Como aquel diario local
extremeño de 1944, en los últimos tiempos del Japón imperial del general
Tojo, que escribía para aleccionarle: “Si el general Tojo hubiera leído
nuestro editorial de ayer…”. (Todos somos griegos, de Gregorio Morán en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 11/04/2015)
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