"Algunas noticias de las últimas semanas apuntan a una tendencia
interesante: la desaparición del dinero físico en favor de las
transacciones electrónicas.
Una medida avanzada por gobiernos como el de Dinamarca, que como medida previa dejará de imprimir billetes y acuñar monedas a finales de 2016 porque considera que es un mal uso de los recursos gastar dinero en fabricar dinero, y seguida con interés desde el Reino Unido,
donde se ve como una forma de ofrecer al gobierno mejores herramientas
para lidiar con recesiones o explosiones económicas.
En el fondo, una
sociedad sin dinero en metálico no deja de ser un auténtico sueño húmedo
para las pretensiones de control de cualquier gobierno, un escenario en
el que cuestiones como la evasión fiscal, la economía sumergida o el
lavado de dinero, además de numerosa delincuencia común, se convertirían
en mucho más difíciles o casi imposibles.
Para cualquiera que viaje habitualmente y busque un mínimo de comodidad,
hace ya tiempo que la tarea de cambiar dinero en los aeropuertos o de
sacar dinero en metálico en los cajeros se ha ido convirtiendo en algo
cada vez menos habitual. (...)
La única razón que me ha llevado a sacar algo de dinero de un cajero
ha sido el poder dejar propinas en el hotel a quien te sube las maletas
o te arregla la habitación, un uso ya reducido prácticamente a la
última expresión: todo el resto de transacciones económicas, desde
comidas y cenas en restaurantes hasta la compra del más diminuto
souvenir, tienen lugar mediante medios puramente electrónicos.
Una
sensación que ya tuve hace algún tiempo en un viaje a Londres de dos
días en el que no llegué a tocar dinero en libras para absolutamente
nada. Pero sin necesidad de salir de tu país, la gran verdad es que el
papel del dinero en metálico está disminuyendo a marchas forzadas: hay
semanas que se me pasan enteras con los mismos billetes y monedas en el
bolsillo, a pesar de moverme por mi ciudad o consumir productos de todo
tipo.
¿Estamos realmente dirigiéndonos hacia un ocaso del dinero
en metálico? Los usos y costumbres sociales, fundamentalmente llevados
por la comodidad, indican que sí. Pocas experiencias se comparan con la
de salir de casa con el smartphone en el bolsillo, meterse en
un coche que te lleva a donde quieres ir y que simplemente tengas que
esperar a recibir un correo electrónico para evaluar al conductor,
comprar cosas en una tienda y pagar acercando tu móvil al terminal tras
identificarte con tu huella digital y tomarte un café confirmando la
transacción en una app.
Aunque por supuesto, nuevos escenarios
planteen nuevos problemas, como el recientemente ocurrido cuando una
serie de delincuentes lograron acceso a las aplicaciones de clientes de Starbucks con contraseñas poco robustas y encontraron una manera de rellenarlas con la tarjeta de crédito que tenían establecida por defecto, sin necesidad de conocer su número de cuenta: la respuesta de la compañía ante el incidente fue simplemente la de recomendar mejores prácticas a la hora de establecer contraseñas.
El
problema evidente de una sociedad sin dinero en metálico es, una vez
más, el dilema de la privacidad. Para muchas transacciones y muchas
personas, la privacidad es un elemento que puede estar entre lo secreto y
lo simplemente discreto. No, no es como tal un secreto ni algo
prohibido por la ley el que alguien pueda querer comprarse preservativos
con sabor a chocolate, acudir a un local de ocio de reputación
cuestionable, pero tampoco tiene por qué tener el menor interés en que
esas transacciones figuren en un registro determinado.
De ahí que para
muchos, la jubilación de una tecnología ya tan amortizada y no exenta de
problemas como la del dinero en metálico debería corresponderse con el
desarrollo de otras tecnologías que devolviesen al usuario la
posibilidad de llevar a cabo transacciones realmente privadas si así lo
desea.
La respuesta, para muchos, está en tecnologías relacionadas con
el bitcoin, concretamente la del blockchain, que podría estar llamada a protagonizar una auténtica revolución y que ya está siendo ensayada en mercados como el NASDAQ.
De una manera o de otra, la tendencia está más que clara. (...)" (Enrique Dans, 21/05/2015)
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