"(...) La deuda no constituye un signo de los
tiempos. Por el contrario es el resultado de acciones y de omisiones, de
contratos de préstamos con condiciones leoninas y con tipos de interés
desmesurados, de actos y gestiones financieras, y también de contratos
marcados por la corrupción, que la dispararon y cuyo testimonio se halla
en la enorme cantidad de expedientes que se encuentran en el Parlamento
y en la Justicia. (...)
El control de la deuda no es sólo un derecho democrático de la ciudadanía, es también un derecho soberano de los pueblos.
Al mismo tiempo, es un deber institucional del Estado, incluso según
el Derecho de la Unión Europea. Es decir, constituye una obligación
internacional del país, según la expresión que gusta a los que hacen
mención de las obligaciones internacionales del país solamente cuando se
trata de obligaciones financieras, y olvidan que las obligaciones
internacionales superiores del país son aquellas que conciernen a la
Democracia, la transparencia, los derechos y libertades de las personas,
así como todo lo que hace que la vida sea digna de ser vivida.
La deuda no se puede resumir en pérdidas y beneficios, puesto que
concierne a vidas humanas. Y millones de ellas se han perdido por el
pago de una deuda, millones de vidas humanas que fueron humilladas y
destruidas. Hoy quiero recordar a cinco seres humanos que pertenecían a
diferentes generaciones.
* La pequeña niña, hija de inmigrantes, alumna de la escuela
primaria, que en diciembre de 2013 murió por haber inhalado gases
tóxicos provenientes de un brasero improvisado en una casa sin
electricidad, donde vivía desde hacía unos meses con su madre.
*El chico de 19 años que, en el verano de 2013, perdió la vida al tratar de evitar el control de los billetes en un autobús.
*Los dos jóvenes de 20 y 21 años, estudiantes en Larissa, que en
marzo de 2013 también murieron asfixiados por los gases de un brasero.
*Finalmente, Dimiris Hristoulas, el farmacéutico retirado que hace
justamente tres años decidió suicidarse ante el monumento al Soldado
Desconocido, justo delante del Parlamento, porque rechazaba una
existencia a tal punto envilecida que debía buscar su comida entre los
desperdicios.
La Comisión de la Verdad sobre la Deuda Pública constituye una deuda también hacia estas personas.
La Comisión de la Verdad sobre la Deuda Pública, creada por el
Parlamento griego, es un instrumento valioso, que el Parlamento pone al
servicio de la sociedad y de la Democracia. Un instrumento de la verdad,
de la reparación de la injusticia, de la dignidad, de la defensa social
y democrática, de la protesta y de la resistencia contra unas opciones
que matan a la sociedad.
Un instrumento del despertar de los pueblos, de
las sociedades y de las direcciones europeas. Un instrumento de
solidaridad. (...)" (Discurso de la presidenta del Parlamento griego sobre la Deuda Pública, PACD, 19/04/2015)
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