"Aún no se conocen todas las consecuencias del escándalo Volskwagen (VW)
—millones de automóviles trucados para disimular sus emisiones
contaminantes— y su capacidad de contagio.
Pero en estos momentos
intermedios de la investigación emerge lo escrito por Adam Smith, uno de
los economistas más queridos por el empresariado universal: "Los
comerciales del mismo sector rara vez se reúnen, incluso para
entretenimiento y diversión, sin que la conversación termine en una
conspiración contra el público, o en alguna estratagema para aumentar
los precios" (La riqueza de las naciones). (...)
Y quizá de dos sistemas de valores opuestos sobre el lugar del hombre
en la empresa, el lugar del mercado en la sociedad y el papel del orden
legal en la economía internacional". El capitalismo anglosajón sería el
más despiadado; el renano, instalado sobre todo en Europa, una especie
de capitalismo de rostro humano en comparación con el primero.
Desde hace tiempo el primero es netamente hegemónico: el capitalismo
renano lleva tiempo perdiendo esencias en beneficio del primero. Cada
reforma es una concesión, un retroceso. La decadencia europea también se
ha plasmado en esto.
Hace 14 años, poco después de los atentados
terroristas del 11 de septiembre de 2001, la América corporativa (el
corazón del capitalismo anglosajón) sufrió la mayor crisis de su
historia con la quiebra de multitud de compañías estadounidenses; las
principales, Enron y WorldCom, a las que se denominó "las Torres Gemelas
del capitalismo americano".
Muchas fueron quiebras fraudulentas que
arruinaron a inversores, accionistas, empleados y jubilados, y que
pusieron en cuestión diversos papeles al mismo tiempo: el de los bancos
de inversión que recomendaron comprar acciones de esas empresas hasta el
día antes de su estallido; el de las agencias de calificación que
valoraron sus acciones al nivel más alto (triple A); el de las auditoras
que daban sus cuentas por limpias y sin salvedades; el de la prensa
especializada que alababa, sin espíritu crítico, la labor de los líderes
de la nueva economía; y el de los organismos reguladores que, por
miopía o por complicidad, las dejaron seguir operando dentro de la
economía del engaño.
Ahora, esta última —la economía del engaño— ha llegado al corazón de
la vieja Europa. Se recuerda que no sólo VW ha dañado la credibilidad de
sus accionistas y clientes, sino que antes otras empresas patrón oro de
Alemania (Deutsche Bank, Siemens,...) se han visto sacudidas por las
manipulaciones, las irregularidades y las mordidas.
La cuestión es si son tan diferentes ambos tipos de capitalismo, y si
sus excesos son la excepción y no la regla de actuación. Cuando se
repasa la lista de bancos y empresas que han cometido fraudes, en ella
está buena parte de la aristocracia empresarial del mundo civilizado." (
Joaquín Estefanía
, El País, Madrid
28 SEP 2015)
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