23.2.16

El aumento de la tasa de explotación del trabajo causa el crecimiento de la desigualdad que ha creado la crisis de demanda que nos mantiene estancados

"El crecimiento desmesurado de las desigualdades que ha estado ocurriendo en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte ha generado una larga bibliografía académica sobre las causas de este crecimiento. (...)

 Según el último informe de Oxfam, el 1% más acaudalado de la población española concentra tanta riqueza como el 80% más pobre y, por si no fuera poco, veinte personas tienen la misma riqueza que el 30% más pobre de la población. 

Su patrimonio ha ido aumentando (lo hizo en un 15% el año 2015), mientras que el de la mayoría de la población española, el 99% restante, vio el valor de su patrimonio reducido (en un 14%) durante el mismo periodo. Los presidentes de las empresas del IBEX-35 cobran 158 veces más que el salario medio del país. 

Una situación semejante ocurre a nivel mundial, donde, según el mismo informe de Oxfam (y también según el Credit Suisse Global Wealth Data), el 1% de la población, la que tiene más riqueza en el mundo, poseía en el año 2009 el 44% de toda la riqueza mundial, porcentaje que subió al 48% en 2014 y que, siguiendo tal tendencia, llegará a poseer el 50% de la riqueza mundial este año 2016. (...)

Hay que redescubrir categorías analíticas olvidadas u ocultadas –como explotación- para entender el crecimiento de las desigualdades

La inmensa mayoría de estudios sobre las desigualdades han evitado, sin embargo, analizar esta relación existente entre la evolución de las rentas del capital y la evolución de las rentas del trabajo, pues este tipo de estudios abre toda una serie de interpretaciones de la realidad, interpretaciones que han sido marginadas, vetadas y excluidas en los círculos y fórums donde la sabiduría convencional en el conocimiento económico se reproduce, fórums donde la minoría de la población beneficiaria de tal redistribución (tales como los propietarios y gestores de las empresas del IBEX-35) es muy influyente. (...)

Lo que ha ido ocurriendo durante estas pasadas décadas ha sido la imposición de políticas públicas encaminadas a aumentar la tasa de explotación del mundo del trabajo por parte del mundo del capital bajo el argumento de que la eficiencia económica necesitaba el aumento de la competitividad, realizada sobre todo a costa del sacrificio del trabajador mediante la bajada de salarios y disminución de su protección social.

 Y estas medidas han sido altamente exitosas. Como consecuencia, las rentas del trabajo, como porcentaje de las rentas totales han ido disminuyendo en la mayoría de países capitalistas desarrollados. (...)

Las rentas del capital, por el contrario, se han ido disparando, creando un problema bien conocido en los textos de economía política que se define como overaccumulation, que no es otra cosa que la enorme acumulación y concentración de las rentas del capital obtenidas a costa de la súper explotación de las rentas del trabajo. 

Ahora bien, esta enorme concentración de las rentas (y de la propiedad, es decir, del capital) y consiguiente crecimiento de las desigualdades, ha creado otro grave problema, pues la mayoría de la demanda que estimula la economía productiva -que es la economía que produce bienes y servicios- procede de las rentas del trabajo (es decir, de la mayoría de la población, que es la que deriva sus ingresos a partir del trabajo). 

Al disminuir estas rentas del trabajo, disminuye también la demanda doméstica y con ello el crecimiento económico. Y es ahí donde se encuentra la génesis de la Gran Recesión, y también del enlentecimiento de la economía mundial, explicación que raramente aparece en los grandes medios de información y persuasión. 

Es, pues, el aumento de la tasa de explotación del mundo del trabajo el causante del gran crecimiento de las desigualdades que, a su vez, ha creado la crisis de demanda tan notable que mantienen las economías estancadas, y cuya máxima expresión se ve en la Eurozona, la parte del mundo capitalista desarrollado occidental que ha estado estancada durante más tiempo. 

(...) las soluciones que se están proponiendo por aquellos autores más sensibles a la necesidad de reducir las desigualdades, tales como Thomas Piketty, Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Jeffrey Sachs y Anthony Atkinson, entre otros.

 Estos autores han propuesto el incremento de la gravación impositiva a las rentas del capital, la expansión de la fiscalidad progresiva, el crecimiento de la protección social y del gasto público social, así como un aumento de las rentas del trabajo y la prohibición de los paraísos fiscales. 

Tales medidas son muy necesarias y deben realizarse urgentemente, pero, sin embargo, son también insuficientes, pues dejan tal como están las causas reales de las desigualdades, que, como he subrayado, son las relaciones de propiedad del capital en cada sociedad, origen de tales desigualdades. 

No se puede intentar corregir las desigualdades sin alterar y cambiar las relaciones de propiedad del gran capital, dejándolo en manos privadas, es decir, en manos de la minoría –los súper ricos- que continuará ejerciendo un enorme poder, no solo económico, sino también político y mediático en cada una de estas sociedades. 

Dicha minoría continuará acumulando su riqueza a través del proceso de sobreacumulación (que está basado en explotación), que podrá modificarse y reducirse a través de las medidas redistributivas citadas anteriormente, pero sin eliminarlo.

 De ahí que, además de aquellas necesarias intervenciones, se deberían también considerar intervenciones públicas encaminadas a cambiar los sistemas de propiedad de los medios de producción, distribución y especulación, tema muy olvidado y abandonado en los programas de los partidos de izquierda, hoy en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte, que parecen haber olvidado que sin alterar tales relaciones de propiedad difícilmente se cambiarán las bases de la explotación, causa primordial del crecimiento de la desigualdad. 

De esta lectura se deduce que aquellas medidas redistributivas deberían expandirse para incluir también medidas de apropiación, no solo de las rentas del capital, sino del propio capital, a través de su trasvase y transformación en propiedad pública, empezando por sectores claves del capital financiero y del sector energético. 

Las reservas mentales y políticas que amplios sectores de las izquierdas tienen hacia la estatificación de la propiedad, no deberían excluir la posibilidad de integrar elementos importantes del sector financiero y energético –entre otros- en el sector público, que permitiera romper el enorme dominio que el mundo del capital ejerce sobre los Estados, facilitando así su democratización, condición indispensable para la reducción de las desigualdades." 

      (Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 21 de enero de 2016, en www.vnavarro.org, 21/01/16)             

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