"(...) Fue el 12 de septiembre del año pasado. Recién derrotada Grecia, que
acababa de tragarse, en julio, algo mucho peor que lo que su gallardo
referéndum había rechazado con el 62% de los votos.
Y lo dijo en París
el ex ministro griego Yanis Varufakis, en la Fiesta de l´Humanite:
“Grecia es un laboratorio de la austeridad donde el memorándum se ha
puesto a prueba antes de ser exportado. Todo lo que se ha experimentado
con Grecia tiene en realidad a Francia en el punto de mira. La
estrategia del gobierno alemán es alcanzar el dominio supremo sobre el
presupuesto francés”, dijo.
El contenido de la reforma laboral
francesa es trabajar más, cobrar menos, precarizar, dar más poder a las
empresas y menos a los sindicatos. La indignación se dirige contra el
gobierno francés, pero en realidad, Hollande y Valls, no hacen más que
aplicar la lógica del europeísmo; la loca lógica de los tratados
europeos, de la llamada “estrategia de Lisboa” y del euro.
Todo lo que la reforma laboral francesa contiene se desprende, literalmente, de directivas europeas, como ha explicado Coralie Delaume en un blog de Le Figaro, Las Grandes Orientaciones de Política Económica
(GOPE) y otros documentos de la Comisión marcan para la Francia del
2016; el “exceso de sus costes salariales” (cuando aquí en la seguridad
social y en la enseñanza se gana menos que en España en términos reales)
y de las cotizaciones patronales; el exceso del salario mínimo, la
necesidad de reducir las “rigideces” del mercado de trabajo, etc., etc.
“La
reforma del derecho laboral deseada e impuesta por el gobierno de Valls
es lo mínimo que hay que hacer”, dice ahora Jean-Claude Juncker. Así lo
impone el derecho ilegítimo de los tratados europeos, cuyo mandato ha
sido tres veces rechazado en las urnas; en Francia y Holanda en 2005, y
en Grecia en julio de 2015.
De todo esto se deduce que a la actual
protesta francesa le falta poner el acento en una cosa a la que los
franceses son, seguramente, los más sensibles de Europa: la
reivindicación de la soberanía nacional robada, que es uno de los
principales ingredientes del latente malestar francés.
Solo recuperando
las diversas soberanías nacionales, podría replantearse el “proyecto
europeo” sobre bases ciudadanas, en caso de que valga la pena, es decir
en caso de que pueda aportar algo a los retos del siglo.
Sea cual
sea el resultado de la actual contestación francesa, las raíces
estatales-nacionales de la libertad y la democracia, particularmente
fuertes en Francia, hacen muy difícil que el robo de soberanía que
practica el europeismo no tenga consecuencias rebeldes." (Rafael Poch , La Vanguardia , en Rebelión, 30/05/16)
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