"Tuve la sensación de que la campaña Brexit se habría pinchado
explosivamente tras el asesinato de Jo Cox, salpicada por la reacción de
gente decente contra la política de odio e intolerancia del asesino.
De
repente, los dos bandos Leave y Remain se
personificarían en la imaginación colectiva británica, tan excitada por
la prensa tabloide, como Tommy Mair, el perdedor resentido, solitario,
lleno de odio racial, frente a Jo Cox, la diputada “querida por todos”,
la hija de Batley que se licenció por la Universidad de Cambridge, y que
habría creado un mundo mejor si se le hubiera dejado hacerlo.
“Si
quieres que te haga un cálculo cínico”, me confesó el asesor de un
diputado pro UE en el norte, “esto va a suponer un 5% más para Remain”. Las defensas de la democracia en la BBC tras el asesinato se salpicaron de referencias subliminales a que un voto pro Brexit sería el voto del odio.
Jonathan Freedland, el columnista de The Guardian, demostró
con maestría el arte del mensaje en clave: “Quizás sea casualidad que
el asesino golpease justo ahora; quizás sea casualidad que eligiera a un
diputado que defiende con pasión que sigamos en la UE...”, escribió
dejando bastante claro que, para él, no es casualidad ninguna.
Pero hay algo que tener en cuenta con el electorado británico. Es
importante ser sutil, a la hora de rentabilizar políticamente el
asesinato brutal de una diputada pro europea. Si pasas de lo subliminal a
lo explícito puede percibirse públicamente el acto de cinismo
maquiavélico, inadmisible en el Reino Unido, donde Maquiavelo siempre se
ha considerado ingenuo y demasiado obvio... (Recuerden que el asesor
laborista con el que hablé lo dijo todo con claridad pero off the record). (...)
Desde luego, el asesinato no conmocionó a tantos en su distrito de
Batley como podía parecer viendo las imágenes procedentes del circo
mediático acampado en South Yorkshire durante 48 horas.
En el White
Horse de la Huddersfield Road, a las afueras de Batley, un pub adornado
con las banderas de San Jorge, el asesinato de la diputada local Jo Cox
provocaba cierta indiferencia, según mi lectura. Es decir que si la
campaña Remain se empleaba a fondo para transformar a Cox en
una suerte de Princesa Diana pro europea, los bebedores de cerveza poco
artesanal en el White Horse se empeñaban en sus convicciones pro Brexit.
¿Creen que la muerte de Jo Cox puede incidir en el resultado del
referéndum?, pregunto mientras conectan el partido Italia-Suecia
rehuyendo las imágenes de David Cameron y Jeremy Corbyn que rinden
homenaje a Cox a dos kilómetros de distancia en Birstall. “Para nada”,
responde la barman, una mujer gorda de pelo corto y teñido.
“Si el
asesino hubiese sido un extranjero, pongamos paquistaní, quizás sí. Pero
es inglés...”. Uno de cada tres habitantes de Batley es de origen
paquistaní o indio aunque no había ninguno en el White Horse. “Vinieron
en los sesenta a trabajar en el textil; ahora tenemos bastantes europeos
del este”, dice un hombre cincuentón con peinado a lo Little Richard.
Añadió que era fan del northern soul, la música negra que
arrasó en Lancashire y Yorkshire en los setenta, prueba de que, por
mucho que se comente la xenofobia de la working class británica, Batley no es Cracovia y, de hecho, muchos de los paquistaníes son pro Brexit y
se quejan del racismo de los polacos. ¿Qué tal la economía de por aquí?
“Pues tan mal como en cualquier otro lugar”, respondió.
Recorriendo Yorkshire y Lancashire en carreteras atascadas, se repite
en cada pueblo la misma sensación de una clase trabajadora en busca de
una excusa –cualquiera– para reventar el sistema tras años de descensos
salariales y aumento de la inmigración. (...)
“Rochdale ha tenido que afrontar ola tras ola de inmigración; yo
tengo 1.000 refugiados buscadores de asilo en mi distrito; David Cameron
no tiene ninguno; y ahora tenemos una nueva ola de inmigrantes del este
de Europa”, dice Simon Danczuk, diputado laborista por Rochdale que
apoya la permanencia en la UE, aunque es crítico con la política de
inmigración.
“Tenemos una empresa dedicada a enmarcar cuadros que
importaba cuadrillas de trabajadores desde Europa del este y pagaba 125
libras al mes, de lo cual restaba 100 libras por alojamiento y comida”,
clama.
No es novedad para Yorkshire y Lancashire, la cuna de la revolución industrial, del movimiento obrero organizado. (...)
Ahora se busca al culpable sin criterio y dando golpes de ciego. “Aquí
se mezcla todo y la gente cree que si salimos de la UE, todo se
resolverá”, dice Danczuk. “Se sienten abandonados; después del
referéndum, los laboristas se van a dar cuenta de que han perdido el
apoyo de la clase obrera del norte que la creó”, vaticina Paul Ormerod,
economista de Rochdale. (...)
Igual que en Batley, no sólo los trabajadores blancos están hasta las
narices de la UE, aunque puede que, en realidad, estén hasta las narices
de todo. “Casi todos vamos a votar por el Brexit, incluyendo
mis vecinos asiáticos”, dice Tunis McGuigen, de 71 años y origen
norirlandés que vive al lado de Falinge.
Los recelos ante la llegada de
los europeos son de las pocas cosas que unen a los blancos y los
asiáticos que, por lo general, viven en comunidades segregadas. “La
gente de Polonia y Hungría entra libremente y tiene derecho a
prestaciones; los asiáticos no”, dice Iftikhar Ahmen, concejal de
Rochdale. Y añade: “Los polacos no son amables con nosotros”." (Andy Robinson, CTXT, 20/06/16)
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