"Un “electroshock” para el primer ministro Manuel Valls, un “inmenso peligro ante los extremistas y los populistas” para el presidente François Hollande.
Entre el coro de plañideras que ayer por la mañana descubrieron que la Unión Europea contiene
ciudadanos en algunos de sus países miembros y que esos ciudadanos
pueden incluso decidir, el lloriqueo francés es uno de los más ambiguos.
Y eso por varias razones.
En el seno de la UE los estados
europeos, excepto Alemania, son muy poco soberanos, pero en la escena
internacional, en el seno del mundo multipolar, la propia Unión Europea
no es soberana. Tanto en economía, el famoso y ahora fallido “consenso
de Washington” como en política exterior, la Unión Europea ha sido y es
un apéndice de la gran política de Estados Unidos.
¿Y quién era el
perrito faldero de Washington en la UE?: el Reino Unido. Luego han
salido otros, por ejemplo Polonia y los países bálticos en el ámbito de
la defensa, pero eso son actores pequeños. Sólo el Reino Unido ha sido
constante en su fidelidad hacia sus parientes de ultramar. Ese vector ha
sido siempre más importante para Londres que el continental.
Las
lágrimas del torpe Gobierno alemán, que ha intentado privatizar la UE
con el disolvente resultado que se está presenciando, son mucho más
creíbles que las francesas. Al fin y al cabo Londres era un aliado de
Berlín en cuestiones de “libre mercado”, próxima parada TTIP. Con
Francia es diferente.
La Francia gaullista fue la única potencia
significativa europea que ejerció soberanía. Es aquí donde el papel de
caniche de Washington, al que Francia se ha sumado en los últimos años,
es más problemático. Francia tenía una política exterior autónoma, tiene
memoria de eso. Francia practicaba sus propias recetas económicas
estatistas, radicalmente diferentes a las del liberalismo británico.
Hay
memoria de ambas cosas. Los actuales problemas para imponer en Francia
lo que ya es norma en Inglaterra, Alemania y otros países, con la
reforma laboral, da fe de ello.
Es evidente que estratégicamente
esa Europa sin soberanía en el mundo se saca de encima un lastre con el
Brexit. El Leap, un curioso think tank europeísta parisino hacía hace
poco la lista.
“Gestión catastrófica de Lady Ashton de la
política y la diplomacia europeas, ciega sumisión a la defensa de los
intereses político-financieros americanos que han conducido a la UE a la
guerra en Ucrania, a la ruptura con Rusia, a la otanización de la
Europa del Este, a sostener a potencias antidemocráticas y a alimentar
fuerzas terroristas en Oriente Medio...”
Con el Brexit la UE mejora sus condiciones, su correlación de fuerzas
interna, para avanzar en una posición más autónoma e independiente.
Otra cosa es que se materialice.
El ámbito de la defensa y la
seguridad continental es crucial en este contexto. El desorden que la
OTAN ha ocasionado en Europa del Este, con la cooperación de esa UE
seguidista y sin voluntad, es extraordinario. Su estado mayor ha estado
trabajando duramente desde el fin de la guerra fría para impedir una
entente con Rusia y lograr una escalada de tensiones euro-rusa
completamente artificial.
La surrealista guerra de Ucrania y los rearmes
y despliegues en Polonia y las repúblicas bálticas, o la kafkiana tesis
de que Putin amenaza el Este de Europa, tienen un claro sentido en
Washington, pero es lo último que desean los políticos y hombres de
negocios franceses y alemanes. Con el Reino Unido out, todo esto pierde
algunos partidario.
Por lo demás, Marine le Pen ya canta victoria
y pregona su Frexit, pero no hay ninguna regla de oro que condene a
cualquier puesta en cuestión de la insostenible Unión Europea actual a
ser un asunto de extremistas de derecha. El mero hecho de que la
ciudadanía decida abre toda una panoplia de escenarios de derribo y
reforma democrática. Porque sin derribo no hay reforma posible en este
caso y sin ciudadanos no hay democracia." (Rafael Poch , La Vanguardia, en Rebelión, 25/06/16)
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