"(...) aquella mayoría de 11 millones de votantes socialistas de 2008 se
partió por la mitad siete años más tarde, de tal manera que una mitad se
quedó en el PSOE y la otra mitad emigró a Podemos.
A la hora de
hacer el reparto, Podemos se quedó con el grueso de las nuevas clases
medias y los jóvenes en tanto que el PSOE se quedó con los jubilados y
las amas de casa.
Por su parte, la clase obrera (los trabajadores
manuales) se quedó a medio camino, sin decantarse en un sentido u otro.
Nos encontramos así en un escenario postclasista, en el que al
tradicional conflicto de clases entre trabajadores manuales y clases
medias profesionalizadas le sucede ahora un conflicto de corte
generacional que enfrenta a las clases pasivas de jubilados y amas de
casa con las clases activas que se mueven en el agitado mercado de
trabajo de la postcrisis y que financian con sus impuestos las
prestaciones sociales de aquellas. (...)
Llegado el fin de ciclo, tal como quedó visualizado en las elecciones de
diciembre, una coalición de clases pasivas cerró filas en torno a los
partidos del establishment en tanto que los sectores jóvenes servían de
plataforma a la nueva política encarnada por Ciudadanos y Podemos.
Era
el momento de la triangulación, es decir de que los nuevos partidos
promovieran con el concurso del PSOE un nuevo pacto intergeneracional
que, sin poner en peligro las legítimas conquistas de los mayores,
concediera a los jóvenes un nuevo horizonte de oportunidades vitales. (...)
El problema es que la coalición a la que se enfrenta no es tanto una
oligarquía perversa como un desequilibrio demográfico que hace que el
día de las elecciones las urnas se conviertan en una gerontocracia.
Basta cualquier señal de que sus intereses están en peligro para que la
tal coalición redoble su apuesta por la seguridad. Esta vez la señal ha
sido el Brexit y la apuesta ha sido a favor de Rajoy." (Juan Jesús González, El País, 29/06/16)
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