"La primera pregunta es quizá la más urgente: ¿qué significa el Brexit?
El Brexit es un acontecimiento histórico. No es un acto,
digamos, inocente, sino absolutamente fundamental en la historia de la
UE, que pone en jaque el proceso más o menos pensado de una posible
integración europea.
Pero, al mismo tiempo, no es particularmente
sorprendente, porque Gran Bretaña, desde los años 80, había puesto unas
líneas rojas y no podía aceptar que poco a poco su soberanía sobre
algunos puntos fundamentales fuera puesta en cuestión.
Estos últimos
años, con la crisis, pero sobre todo con la aplicación del tratado de
Lisboa en 2008, la libre circulación y la libre instalación de empresas
extranjeras con derechos diferentes en los países europeos, se han
creado unas desigualdades enormes entre los trabajadores de los países
del este y los occidentales –sufriendo los últimos un dumping social–
que ellos no podían aceptar.
De ahí la campaña absolutamente vergonzosa
de la derecha conservadora inglesa. Este acontecimiento pone en crisis
la legitimidad del proceso de construcción.
En este sentido, gran parte de las críticas británicas se centran
en el déficit democrático del proyecto europeo. ¿Ve posible su reforma?
Yo creo que el Brexit es un golpe al proceso de integración,
que va a conocer una ralentización. Y lo digo porque los partidarios de
una Europa, digamos, estrictamente federal, con un concepto de
federalismo bastante anticuado, piensan que esa salida permitirá
construir una Europa federal entre el resto. En mi opinión, eso es muy
aventuroso y poco creíble. Ningún país grande, ni Francia ni Alemania,
quieren hoy ir más adelante y más rápido hacia más integración.
Creo que
va a prevalecer la tesis de [Jean-Claude] Juncker y [Angela] Merkel de
que necesitamos un periodo de pausa para poner todo sobre la mesa, ver
lo que funciona y lo que no funciona, y seguir avanzando poco a poco.
Ahora, Francia y Alemania harán como hicieron cuando la crisis del euro:
entonces dijeron la manera con la que había que salir de la crisis del
euro y no pidieron el consejo de nadie.
Promoverán seguramente reformas
en sectores limitados que permitirán el funcionamiento más transparente
de las instituciones europeas. Ahora, hay muchos problemas, porque el
hecho de que Gran Bretaña haya salido de la UE no significa que haya
dejado sus relaciones con la UE. Es la segunda potencia económica de
Europa y un país sin el cual ni Alemania ni Francia pueden funcionar.
Lo
que hay que hacer ahora es proponer a Gran Bretaña salir rápido de las
instituciones, pero también –mucho más positivo– un acuerdo de
asociación tal y como el que existe entre la UE y Noruega. Si no, se van
a quedar dos años más y van a crear problemas. Es la mejor manera de
evitar el contagio que los jefes de Estado europeos temen frente a este
vendaval del Brexit.
De lo que nos comenta, lo que queda claro es que sigue imperando
en Europa una especie de desconfianza entre las diferentes legitimidades
y soberanías, por decirlo así, desechando cualquier imaginario
colectivo europeo que fundamente una política común…
Un pueblo europeo nunca ha existido. Es una invención de la Comisión y
de los europarlamentarios. En el Parlamento europeo cada grupo ha
representado los intereses de su país, y cada cual tiene su historia,
idioma, señas de identidad e intereses propios.
Si se quiere saber qué
es Europa, hay que participar en una reunión del Consejo europeo. Ahí
cada jefe de Estado lucha por lo suyo, y cuando tienen que rendir
cuentas en sus consejos de ministros, los otros ministros les juzgan por
esos intereses. Hay muchos pueblos europeos y esto es precisamente lo
que hace la riqueza de la UE.
¿Cree que puede cambiar?
La UE no es una nación, es un conjunto de naciones. Ahora hay 27, y
cada una con su historia. Hay que explicar a los que creen que existe un
pueblo europeo que los países del este no quieren ni oír hablar de esa
palabra porque ya lucharon por recuperar su independencia frente a los
rusos. Sino se considerarían rehenes de los franceses o de los alemanes
por estar en la UE. Lo terrible es el sistema de ilusión irrealista que
se ha puesto en marcha para justificar el proceso.
Además, se ha
demostrado que la democracia no puede existir con 27 pueblos. El marco
normal que legitima la democracia es la nación o el país de referencia.
¿Qué tipo de democracia podemos tener hoy entre los españoles, los
franceses, los finlandeses o los italianos? Una totalmente vacía de
contenido. Por eso tenemos una Comisión en Bruselas que nadie controla y
que decide lo que quiere decidir.
La democracia funciona a nivel
nacional, no a otro nivel, y por eso yo considero que una de las
reformas más importantes que hay que hacer es ajustar el Parlamento
europeo a la realidad de la democracia europea, es decir, hacer que los
parlamentarios europeos puedan ser –no todos, por supuesto, pero sí una
porción– elegidos directamente, y otros representantes de los
Parlamentos nacionales especializados en asuntos europeos.
Ya existen Estados plurales y/o plurinacionales y democráticos.
No es una contradicción. Si tomas por ejemplo EE.UU. o Suiza, allí
hay una identidad nacional fuerte, con un Estado federal y una historia
común. La situación en los países de Europa es totalmente diferente.
Mira Bélgica, es una creación de finales del siglo XIX y un país que
ahora tiene problemas enormes porque, precisamente, el modelo de
democracia plurinacional no funciona.
Para que una democracia
plurinacional pueda existir necesita de una extensa historia en común.
Yo espero que dentro de una generación, o dos, tengamos un Estado
federal europeo. Por supuesto, sería lo mejor. Pero actualmente es una
visión idealista y utópica. (...)
Una última y breve pregunta: ¿considera que el proceso europeo
–por decirlo así– aún representa un modelo a seguir por todo aquello que
intentó solucionar?
Construir una idea de Europa entre naciones diferentes me parece muy
bueno y fundamental. Y tenemos que llegar a cumplir ese objetivo. Ello
significa construir algo que sea sui generis; que no sea un
Estado federal, un Estado nacional, una confederación en el sentido
clásico, sino una invención estatal-institucional europea a partir de un
proceso de integración por un lado y de cooperación reforzada por otro.
Ahora, el contenido que se ha puesto en marcha desde 1983 –con Jacques
Delors apoyado por los alemanes– de construir una Europa esencialmente
económica y neoliberal, eso es un proceso negativo y no puede constituir
una buena lección. En Europa hay que construir una economía social de
mercado moderna, pero no neoliberal, porque no tiene la legitimidad
social y política dentro de la conciencia de las poblaciones." (Entrevista a Sami Naïr, La Vanguardia, 19/07/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario