"Hace 20 años el Círculo de Empresarios, junto a la CEOE, invitaron a José Piñera,
el otrora ministro neoliberal durante la dictadura de Pinochet, para
que diseñara un plan de pensiones privadas para nuestra querida España
como el que realizó en Chile durante los 80.
José Piñera prometió a todos los trabajadores chilenos, vía planes de pensiones privados, que se jubilarían con la mayoría de su sueldo intacto.
¿Y saben ustedes como ha acabado todo? Mal, rematadamente mal, tan mal
que el pasado 25 de julio se produjeron grandes manifestaciones en todo
Chile clamando contra las pensiones privadas existentes en el país.
Y
aquí algunos siguen empeñados por razones de índole espuria en tratar de
imitar un sistema totalmente fallido. Pero no solo es Chile, también
pasa, por ejemplo, en los Estados Unidos. Analizaremos algunas cifras y,
sobretodo, desmontaremos las falacias económicas que los justificaban.
Es cierto, también, que nuestro actual sistema de reparto presenta problemas graves y sobrelos cuales nuestros políticos han mirado para otro lado.
Más aún, la aplicación de las recetas neoclásicas ha generado y
agravado estos problemas. Sin embargo, éstos se pueden tratar de manera
adecuada, mientras que los relativos al caso de los sistemas privados
no.
Veamos muy brevemente el caso de Chile, donde un
trabajador tiene que optar por continuar en el sistema público o irse a
uno privado. La cuantía media de la pensión privada en Chile actualmente
es de 270 euros al mes cuando el salario mínimo es de 346 euros al mes.
El 79% de las pensiones privadas de las pensiones está por debajo del
salario mínimo y el 44% ni siquiera supera el umbral de la pobreza. Pero
además dichas pensiones no se perciben durante toda la vida después de
la jubilación, solo en los próximos 20 años.
Por el contrario la pensión
media pública ronda los 600 euros mensuales y es para toda la vida.
¿Quiénes han sido los grandes beneficiados de los planes de pensiones
privados? Ustedes lo saben igual que yo.
Pero no sólo es Chile. En realidad, se está gestando la tormenta perfectaen el mundo de los fondos de pensiones privados.
Ya han empezado las primeras señales de alarma. Algunos fondos de
pensiones que se ocupan de las prestaciones de jubilación para
colectivos de trabajadores específicos empiezan a presentar solicitudes
para recortar los beneficios de sus partícipes.
Entre la crisis
financiera mundial y el entorno de tipos de interés actual es sólo
cuestión de tiempo esperar que se tomen medidas encaminadas a permitir
que estos planes de pensiones reduzcan las prestaciones ante su
insolvencia. Es en este escenario en el que hay que entender una dinámica preocupante que se está observando en los mercados laborales
de distintos países.
Muchos trabajadores deberían estar disfrutando de
la jubilación, pero la situación les obliga y, sobretodo, les obligará, a
continuar en el mercado laboral para complementar sus menguantes
pensiones futuras, por debajo de lo inicialmente esperado.
El problema de las pensiones
El esquema de pensiones públicas basado en el sistema de reparto se encuentra sometido a un ataque constantepor parte de la ortodoxia neoclásica.
Estos sistemas han funcionado bien en el pasado, sin embargo en la
actualidad presentan una serie de problemas de financiación como
consecuencia del envejecimiento de la población, la ralentización del
crecimiento salarial, la caída de la productividad y los cambios en la
distribución de la renta.
A partir de estos problemas reales, los responsables de las políticas públicas proponen soluciones que
implican generalmente una reducción de los beneficios logrados,
mediante el aumento de la edad de jubilación, y un movimiento claro en
favor de sistemas pre-financiados, total o parcialmente, que incluso lleve a una privatización de parte o de la totalidad del sistema.
El problema es que las bases teóricas que están detrás de las opiniones neoclásicas dominantes que justifican la adopción obligatoria de esquemas de pensiones completamente financiados, públicos o privados, como sustitutos totales o parciales del actual sistema de reparto, no financiado, son falsas.
La
hipótesis de partida de la ortodoxia neoclásica es que la transición
desde un sistema público de reparto a otro completamente financiado,
público o privado, tendrá un efecto positivo real de dotar a las
generaciones futuras de un mayor capital y un producto per cápita más
alto, ya que debería producir un aumento del ahorro agregado y del stock
de capital, lo que permitirá preparar a la economía para afrontar
desarrollos demográficos futuros.
En el corazón de este razonamiento se
encuentra la causalidad neoclásica de que “el ahorro genera inversión”, frente al punto de vista postkeynesiano donde “es la inversión la que genera ahorro”.
La evidencia empírica –basta analizar la actual crisis sistémica-
valida la hipótesis postkeynesiana, rechazando la causalidad neoclásica.
Los modelos de vectores autorregresivos muestran como los impulsos a la
inversión afectan positivamente al ahorro, pero impulsos al ahorro no
impactan en la inversión (véanse los estudios de Thomas Palley).
En el informe de primavera de este año del Fondo
Monetario Internacional, concretamente en el capítulo 4, que ya
comentamos en su momento, bajo el título Private Investment: What is Holdup? se analiza por qué la inversión fija privada en las economías avanzadas apenas se ha recuperado respecto
a los niveles de inversión existentes en 2007, tras la fortísima
contracción en plena crisis sistémica.
La conclusión no puede ser más
keynesiana y sraffiana. La razón de la ausencia de inversión productiva es la debilidad generalizada de la actividad económica.
Por mucho que mejoren los beneficios empresariales, vía menores costes
financieros o laborales, la inversión productiva no despega por falta de
demanda.
Las críticas y trabajos empíricos que rechazan la visión neoclásica de la relación ahorro-inversión, invalidan, en definitiva, la opinión dominante sobre la reforma de las pensiones.
Pero además, las implicaciones económicas de este tipo de políticas no
sólo no resolverán el problema planteado por tener una gran cohorte de
jubilados, sino que podrían agravarlo, al ser deflacionistas y retardar
en realidad la acumulación de capital.
En realidad, los problemas asociados al actual sistema de pensiones público de reparto, y que se deberían atacar, son otros: el estancamiento del crecimiento de los salarios, la desigual distribución de la renta y la caída de la productividad.
Remediar el estancamiento de los salarios y la desigualdad salarial, unido a un crecimiento de la productividad son, por lo tanto, partes intrínsecas que permitirían solucionar los problemas de las pensiones públicasbajo el sistema de reparto, sin necesidad de acudir a sistemas financiados y a sus efectos perversos. Pero para ello hay que cambiar las actuales políticas económicas y ¡no quieren!" (Desde la heterodoxia, Vox Populi, 17/08/16)
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